Capítulo 10: Confesión.

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Lucía.

Salí del aula y pude respirar con tranquilidad. Estaba muy nerviosa, últimamente ese era mi estado habitual. Miré hacia atrás y sonreí al percibir que todo había salido bien. Recordé el olor de su perfume, no podía creer que me había abrazado. Me sentía extrañamente emocionada, la situación era nueva para mí. Jamás le había obsequiado algo a un maestro.

Repasé la escena en mi mente un par de veces, me sentí ridícula al recordar la dificultad que supuso para mí el abrochar el collar, mis manos aún temblaban un poco. Era gratificante para mí recordar su rostro de felicidad, había cumplido mi objetivo. Estaba segura de que ahora su cumpleaños había mejorado un poco.

—Pero aún falta resolver un asunto—dije para mí misma, mientras me dirigía a casa.

Necesitaba pensar como ayudarle con el tema del auto, ella había expresado su falta de dinero. Me sentía mal al recordar que su preocupación era mi culpa. Llegué a casa y me tiré en mi cama, debía concentrarme. No podía seguir con esta situación. Me quedé dormida tratando de idear posibles soluciones. No podía acusar a mis amigos, yo había aceptado ayudar a Amelia y ahora no podía traicionarla.

Al día siguiente llegué al instituto con la mente en blanco. No sabía como actuar, quería acabar con el sentimiento de culpa, pero no hayaba la manera. Llegué a pensar en dejar las cosas así, pero mi tormento era más fuerte que yo.

Caminé lentamente rumbo a la clase de matemáticas, me tenía sin cuidado llegar tarde al aula. Tenía mi mente ocupada en otros asuntos, pensando en la mejor manera de proceder. Mis pasos eran increíblemente pausados, llenos de desconfianza. No quería llegar al salón, solo deseaba obtener soluciones.

Me encontraba tan distraída que no me percaté de que alguien me seguía muy de cerca. No fue hasta que percibí su familiar perfume que me di cuenta de que estaba ahí. Respiré profundamente, deleitándome con el aroma.

—¿En que piensas?—preguntó Anneliese caminando a mi lado.

Su cercanía me asustó, tomé un poco de distancia y respondí, procurando parecer tranquila.

—No es nada importante.

—Yo creo que sí lo es—dijo segura.

—¿Por qué?—pregunté extrañada.

—El aula de matemáticas está allá atrás—dijo riendo y señalando los salones anteriores—según el horario que llevas ahí, deberías estar entrando a esa aula—concluyó señalando el papel que llevaba en mi mano.

Dejé de caminar, no me había fijado en donde debía parar, había avanzado mucho más de lo necesario.

—Algo poco importante no te tendría tan distraída Lucy—exclamó ella burlándose.

No comprendía el por qué de su intriga, no era común que se acercara a hablarme. Pero no me molestaba en absoluto, si no fuera por ese pequeño comentario jamás me hubiera percatado de mi error.

—Está bien—dije—estoy pensando como confesar algo.

Ella me miró con curiosidad, se detuvo también y mencionó:

—¿A un chico?

Sabía a qué se refería y no podía estar más equivocada. Ese tema era irrelevante en mi vida, jamás tuve éxito con los chicos, muchos de ellos me pretendían pero no despertaban nada en mí.

—No, no es nada de eso—aclaré.

Ella sonrió.

—Entonces ¿qué es?—preguntó.

Seguía con su actitud curiosa, eso despertaba ternura en mí. Bajé un poco la vista y me percaté de que traía puesto el collar, se le veía increíble. Nadie lo podría lucir mejor.

—Se te ve genial—dije depronto.

Ella miró su collar y sonrió.

—Me encanta—dijo.

Una vez más me sentí culpable, sabía que en el fondo seguía pensando en el asunto de su auto. Era algo difícil de olvidar, era una situación que se debía resolver. La miré a los ojos y me invadió la necesidad de confesarle mi culpa, no podía seguir así.

Sin anticipar nada exclamé:

—Tengo que confesarte algo.

Ella le pareció divertido y rió, sus hoyuelos aparecieron.

—¿Me vas a confesar algo a mí?—dijo—haber dime, ¿de qué se trata?

Cerré los ojos y solté sin más:

—Fui yo.

—Fuiste que...

Me invadió un sentimiento de terror, debía continuar hablando.

—Yo pinté tu auto—dije al fin.

Ella me miró sorprendida, sus ojos revelaban una expresión que no pude descifrar. Era probablemente una mezcla entre terror y decepción.

—Sé que no merezco tu perdón Anneliese, pero quiero pagar los daños. Todo fue mi culpa—solté, una pequeña lágrima cayó por mi mejilla.

Me sentía realmente mal, como la peor persona del mundo. Me prometí en silencio no volver a hacer ese tipo de cosas, la sensación de culpa era horrible.

En ese momento pasó Ami junto a Damián. Ambos escucharon mi confesión.

—¿Qué estás haciendo Lucía?—me gritó Amelia.

—Diciendo la verdad.

Anneliese nos miraba confundida. Estaba muy asombrada, probablemente su mente era un desastre en ese momento, pues se limitó a hacer silencio y escucharnos hablar. Quizás buscando explicaciones.

—¡Esa no es la verdad!—soltó Ami—yo fui la de la idea.

Damián la miró con horror, no esperaba que Amelia confesara su culpa. No le quedó más remedio que hacer lo mismo.

—Yo también les ayudé—exclamó en voz baja.

—Pagaremos por una nueva capa de pintura. Va a quedar como nuevo—prometí de repente.

—¡Claro que lo harán!—dijo Anneliese furiosa.

—¿Le dirás al director?—preguntó expectante Damián.

Amelia y yo lo miramos con odio, sólo estaba empeorando las cosas.

—Debería, pero no lo haré—dijo—sólo quiero que arreglen los daños.

Asentí con la cabeza para luego preguntar:

—¿Nos perdonas?

Ella no contestó. Empezó a caminar rumbo a la sala de maestros y nos dejó ahí parados, estresados y con evidente miedo.

—Lo siento chicos—dije y también me marché...

Tenía un gran sentimiento de alivio. Pero también entendía lo furiosa que debía estar Anneliese conmigo, no era para menos. No sabía como arreglar las cosas entre nosotras, presentía que sería realmente difícil...

Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora