Con paso lento y extenuante, el bien vestido e impecable Marco Williams salió de la institución después de un cansado día de trabajo. Esa mañana había pensado que la ausencia de los estudiantes supondría un día menos ajetreado; se dijo a sí mismo inocentemente que aquella reunión con los representantes de aula sería tranquila y relajada, pero ahora, a plenas 2:00 de la tarde, solo podía pensar en lo equivocado que había sido su pensamiento matutino; esa reunión había sido un desastre total. Quizás Marco era aún muy novato para pretender dominar a la perfección la primera asamblea que llevaba a cabo, pero él, con sus expectativas elevadas y sus aires de superioridad, pensaba controlarlos a todos en el primer intento. Los gritos, los desacuerdos y el desesperante ruido de la mentada reunión, lo hizo entender a las malas que ser director de una escuela secundaria era más difícil de lo que él creía. Cada representante de cada grado era más inmaduro que el anterior, y mientras todos discutían, Marco no podía hacer más que preguntarse internamente porqué aquellos jovencitos habían sido seleccionados para ser los encargados de tomar las decisiones.
Ya encaminándose a su carro, limpió con la manga del smoking una gota de sudor que recorría su perfecto rostro y junto a este movimiento, sintió como su estómago rugía a la espera de recibir algún costoso alimento proveniente del mejor bufé de la ciudad. Encendió sin más distracciones el motor del Mercedes Benz y emprendió camino hacia un restaurante que saciara su hambre lo más pronto posible. Llegado al lugar, su inquieta mente comenzó a divagar pintando en su memoria el recorrido que tan amablemente Alexis le había otorgado por todo el plantel educativo. Marco Williams podía recordar y repasar cada mínimo detalle de aquel trayecto, desde la cara estresada de Alexis al exigirle darle un tour por el colegio, hasta su bonita sonrisa explicándole cómo el lugar era verde y acogedor gracias a que los alumnos solían regar las plantas en sus horas libres. ¡Qué bonita le parecía a Marco aquella sonrisa de su compañero! ¡Cuántas veces había intentado durante el paseo que él volviera a sonreír de la misma manera!
Todas las personas impulsivas, deberían aprender del gran maestro Marco Williams en esta cuestión, pues con el simple objetivo de ver por más tiempo esa sonrisa tan anhelada, decidió que reservaría una lujosa cena en ese mismo restaurante y esa noche a como dé lugar, comería junto a Alexis allí. Todo parecía estar milimétricamente calculado, mientras almorzaba, Marco planeaba cada detalle de aquel encuentro.
—Le compraré unas bonitas rosas rojas e iré por él a su casa—pensaba Marco mientras se llevaba otra cucharada de comida a la boca.
El apuesto hombre, como cualquier director de colegio, tenía acceso a la información básica de todos los directivos, profesores y alumnos de la institución, por lo cual podía saber la dirección exacta de la casa de Alexis; siendo así su descabellado plan ya no sonaba tan improbable.
Marco partió del lugar dejando una generosa propina y pidiendo reservar una mesa de dos para las 8:00 pm, hora que después de mucho pensar, le pareció oportuna para su cita. Con ánimos y energías renovadas, entró en su automóvil y se dirigió a la floristería más cercana dispuesto a elegir el más perfecto e impecable ramo de rosas rojas que jamás nadie haya comprado, pero se encontró con el gran inconveniente de que en aquel lugar estaban agotadas las rosas.
— ¿cómo es posible que en una floristería no vendan rosas? Esto es una falta de respeto. —expresó Marco Williams a la señorita que lo atendía en la tienda.
—Señor, ya le expliqué que se nos acabaron, son las flores que más se venden. —respondió ella.
Moviendo con desesperación su pie derecho contra el suelo y su mano izquierda contra el mostrador del local, miró frustrado a la pobre dama.
—Bien, entonces indíqueme otra floristería cercana, por favor—atinó a decir el desesperado hombre.
—A 30 minutos de aquí, hay una tienda de flores donde hay mucha variedad, quizás allí consiga sus dichosas rosas rojas, señor—dijo ya un poco malhumorada la señorita.
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Love Time ©
Romance"El amor aparece cuando menos lo esperas" solo suponía una frase vana para Lucía, de aquellas que suenan bien al decirlas, pero tienen poca cabida en la realidad. Jamás se habría molestado en buscarle algún tipo de lógica a esas palabras, hasta que...