Capítulo 17: abriendo heridas.

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Anneliese.

Lucía y yo nos encontrábamos sentadas en silencio, mirando la pantalla de mi portátil con total fijación, como si ésta tuviera la capacidad de crear por sí misma el cuento que tanto necesitábamos iniciar. Un sonoro suspiro de resignación proveniente de mi alumna llegó a mis oídos, se veía realmente agotada por la situación.

—No podemos continuar así—exclamé—¿qué te parece si hacemos una lluvia de ideas?

—Sí, me parece bien—se limitó a afirmar.

—¡Perfecto! ¿qué tipo de historias te gustan?—pregunté.

Ella ubicó sus ojos en los míos, pensando su respuesta. Su mirada seguía siendo intimidante, probablemente por el color vibrante que poseía.

—Debo admitir que soy fan de la ciencia ficción—respondió al fin, sacándome de mis pensamientos.

—¿Enserio? ¡yo también lo soy!—dije—podríamos escribir algo de ese género.

—¡Claro!

De repente Lucía bajó su mirada hasta mi cuello y sonrió.

—¿Sabes?—dijo de pronto.

—¿Qué?

—Me sorprende que jamás hayas dejado de usar el collar, aún cuando las cosas no estaban bien entre nosotras.

Bajé la mirada hasta la preciosa esmeralda y la tomé entre mis dedos. Aquella era una buena observación, nunca me había quitado el collar desde el día de mi cumpleaños, pero no podía explicar muy bien por qué. Mi mente insistía en que la justificación era el no querer ser mal agradecida con un regalo tan caro y valioso, pero mi subconsciente soltaba pequeños susurros cada tanto, jurando que existía una segunda razón.

—Eso es porque verdaderamente amé tu regalo—quise justificar*es muy bonito.

—Lo que lo hace realmente bonito es que lo luces tú, Anneliese. La modelo da vida al accesorio.

Su comentario me tomó por sorpresa e inevitablemente me ruboricé. Escondí mi rostro tapándolo con mis manos, tratando inútilmente de que ella no notara el color rojizo que empezaba a adornar toda mi cara.

—No quise decir nada inapropiado, discúlpame—soltó ella, intentando remediar la situación.

—¡No! No te preocupes—expresé.

—A nadie se le vería mejor que a ti—concluyó ella, mientras bajaba la mirada nuevamente hacia el portátil.

"Yo conozco a alguien que lo luciría mejor e incluso combinaría con sus ojos", pensé, pero no lo dije.

—¡Creo que tengo una idea!—exclamó volviendo al tema del cuento.

—¡Por fin!—dije exagerando la reacción.

Ella rió por lo bajo y empezó a comentarme su repentina idea maestra. Yo simplemente me dedicaba a escucharla, impresionada por la gran creatividad que tenía. La emoción que desprendían sus palabras era cautivante, tenía la historia desarrollada casi por completo en su mente y la manera de exteriorizarla, era muy profesional. Pasó un gran rato en el que ella me explicaba con detalle lo que se le había ocurrido, mientras yo solo atinaba a asentir con la cabeza sin apartar la mirada.

—De ese modo, el protagonista jamás descubriría su error, pero estaría convencido de que se encontraba a salvo...—finalizó—¿crees que podría funcionar?

—¿Funcionar?—pregunté incrédula—¡creo que podríamos ganar!

—¿Enserio?

—Sí, totalmente. Es cuestión de plasmar correctamente todas tus ideas, ¿cómo es que se te ocurrió eso de un momento a otro?

Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora