Lucía.
Amelia entró por la puerta del aula y llegó corriendo a mi lado con una expresión en el rostro difícil de descifrar, de aquellas que mezclan cansancio, confusión y un poco de tristeza en una sola mueca. Se sentó en su escritorio, ubicado ventajosamente delante del mío, se dedicó a controlar su agitada respiración después de la obvia carrera que acababa de emprender y una vez logrado, posó su mano en mi hombro y exclamó:
—Anneliese está, no sé...triste—soltó aún con cierto tono de cansancio.
—¿Qué?
—Que la profesora de literatura estaba llorando Lucy, pasé por la sala de maestros cuando salí al baño y la vi.
—¿Qué? —repetí nuevamente, sin poder procesar muy bien lo que me decía.
Amelia continuó:
—No sé qué le ocurrió amiga, pero me pidió que te dijera que hoy no está en condiciones de trabajar en lo de su proyecto. Dijo que la disculparas y que se sentía mal.
Me quedé en silencio un momento, tratando de dibujar en mi mente la imagen de Anneliese llorando; nunca la había visto en esas condiciones y me generaba curiosidad. Tal y como mi naturaleza distraída me ordenaba, mantuve la misma posición por un largo rato, observando fijamente a Ami a los ojos, pero sin decir palabra alguna.
—¡Reacciona Lucía! —me gritó mi mejor amiga, sacudiendo su mano frente a mi rostro.
El timbre de salida se escuchó de forma estrepitosa en todas las aulas de la institución sacándome de mis pensamientos y haciéndome caminar hacia la salida, casi de manera automática.
—¡Al fin! —exclamó Amelia, como si llevara la mitad de su valiosa vida intentando volverme a la realidad. —¿quieres hacer algo hoy?, aprovechando que tienes la tarde libre.
Pensé por unos segundos su propuesta, pero ya tenía otra idea en mente.
—No, ya tengo algunas cosas que hacer Ami. Nos vemos mañana, ¿de acuerdo?
Ella me miró escudriñándome con sus ojos cual detective de película antigua.
—Está bien—dijo, para después asentir y alejarse con lentitud.
Una vez Amelia se había marchado, aceleré el paso con seguridad hacia el lugar donde en realidad quería ir. En medio del camino, decidí revisar mi reloj, para asegurarme de que mi maestra favorita seguía dentro de la sala; la descubrí con su cabeza apoyada en los brazos y sus rizos cayendo con gracia por los mismos, impidiéndome ver su rostro. Sentí que el corazón se me aceleraba un poco y aún con esto, continué mi camino rumbo allí.
Me paré frente a aquella silueta que yacía sentada frente a mí. Ahí estaba yo, frente a esa figura que tantos nervios me provocaba con su sola presencia y no me permitía pensar con claridad e idear una manera razonable de llamar su atención. Casi sin darme cuenta mi mano se posó en su cabello, empezando a acariciar sus rizos castaños con delicadeza.
—¡Tonta! —me regañé en silencio. —¡di algo!
—Hola—solté de repente.
Un hola, solo un torpe hola bastó para que aquella mujer me dejara ver su rostro demacrado, rojizo y bañado en lágrimas ya inexistentes, pero que habían dejado un notorio rastro.
—Hola—repitió. —Le dije a Amelia que...
—¡Sí! —la interrumpí antes de que terminara la frase. —Ami me dijo; pero aún así quise venir.
Frunció el ceño con confusión, para después preguntar:
—¿Por qué?
—¿Por qué? excelente pregunta—pensé para mí misma. —¿Por qué?—Me repetía incesante en la cabeza. Quizás por simple curiosidad, quizás por mera amabilidad...
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Love Time ©
Romance"El amor aparece cuando menos lo esperas" solo suponía una frase vana para Lucía, de aquellas que suenan bien al decirlas, pero tienen poca cabida en la realidad. Jamás se habría molestado en buscarle algún tipo de lógica a esas palabras, hasta que...