Capítulo 15: Impulso.

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Anneliese.

Y ahí estaba yo, mirando como Lucía se alejaba corriendo, preguntándome a mí misma: ¿qué rayos acaba de ocurrir?

Esta prometía ser una de aquellas tardes incómodas, donde ella y yo nos sentaríamos a evitar mirarnos fijamente. Uno de esos momentos de supuesta "conexión", donde nuestras ideas debían coincidir para lograr empezar por fin el dichoso cuento. Pero no, las cosas no habían surgido como yo esperaba, todo se había salido de control. Y ahora, como era de suponerse, mi deber era ir tras ella, rezando para que quisiera continuar con el proyecto. A pesar de que no entendía muy bien lo que estaba sucediendo, sentía la necesidad de resolverlo, pues el tiempo se agotaba poco a poco y mi reputación con el director se encontraba en peligro.

Empecé a correr sin rumbo, buscando con la mirada la silueta de aquella joven que tantos problemas me causaba últimamente. Intenté avanzar lo más rápido que pude, pero Lucía era veloz e inevitablemente, la perdí de vista. Paré por un momento, intentando normalizar mi respiración. 

—Ok, tengo que pensar como ella—dije en voz alta—si yo fuera una niña que acaba de gritarle a su profesora, ¿a dónde iría? —me interrogué, siendo consciente de lo absurda que era la situación—quizás me ocultaría en el baño...

Y así, me dirigí al baño de las mujeres, siguiendo mis ridículas ideas, pero esperando realmente tener razón. Cuando llegué allí, me di cuenta de que no había absolutamente nadie, los cubículos tenían sus puertas abiertas. Observé las instalaciones vacías, era un silencio magistral, de esos que te permiten escuchar incluso la respiración de las personas. Lucía no estaba allí, definitivamente ya habría notado su presencia. 

—O quizás, me iría de inmediato a mi casa...—continué pensando, ahora con un poco más de lógica. Me deprimió la idea de dejar las cosas así, la situación me incomodaba y sentía la obligación de hablar con Lucía. Pero si ella se había ido a su casa, no tenía más opción que seguir su ejemplo y dirigirme a la mía, olvidando el incidente.

Estaba a punto de rendirme, pero algo captó mi atención antes de que tomara la decisión de marcharme. Entre todos los árboles y plantas que el colegio poseía, había uno en específico que podía apreciarse bastante bien desde el punto donde yo me encontraba, me había servido de modelo en varias de mis fotografías y por ello sabía que aquel árbol, gigante e imponente, suponía un genial escondite. Así que decidí probar suerte una última vez y me encaminé hacia allí, esperando con todas mis fuerzas que ella también hubiera considerado a aquel roble como un buen refugio.

De este modo, me dispuse a caminar hasta allí, sabiendo que era un largo trayecto. Si ella corrió hasta ese lugar, probablemente estaba bastante alterada, nadie en su sano juicio correría tanto tiempo sin agotarse. Lucía había desaparecido sin dejar rastro, lo que suponía que no se había detenido ni por un instante. Al llegar analicé el lugar de arriba abajo.

—definitivamente, es el sitio al que yo habría acudido...—pensé para mí misma.

Lo rodeé en busca de Lucía y la descubrí allí, sentada y con las manos tapando su rostro. Pensé en la mejor manera de acercarme, pero no se me ocurría nada, por lo que decidí sentarme a su lado y sin premeditarlo, empecé a tocar con suavidad su cabello, intentando que esto llamara su atención. Pasé mi mano por su abundante pelo ondulado varias veces, acariciándolo con un poco de temor, pero al mismo tiempo, descubriendo lo agradable que era al tacto. 

 —¡Que extraña manera de llamar la atención de alguien, Anneliese! —me regañé — no a todos les agrada que toquen su cabello—pensé. 

...

  —¡discúlpame! No te quería incomodar—dije al percibir que ella levantaba su cabeza para mirar quien interrumpía su ensimismamiento.

Ella me observó estupefacta, mientras yo sentía como sus ojos verdes me atravesaban. No parecía querer decir nada, así que yo continué hablando.

—Quiero hablar contigo, lo que sucedió hace un rato me dejó pensativa. ¿Por qué saliste corriendo?

Ella no dijo nada por un rato, solo se limitaba a observarme.

—Fue un impulso—fue lo único que atinó a decir, después de un instante de absoluto silencio.

— "un impulso" —repetí en mi mente, tratando de procesar su inconclusa respuesta.

—Lucía, sé que te sientes culpable por lo sucedido con mi auto y no te voy a negar que estuve muy molesta contigo a causa de eso—continué diciendo—pero ya no lo estoy, créeme. Solo pretendo que trabajemos bien juntas. Eres una persona excepcional, lo descubrí desde que llegué a esta institución, tienes un gran talento y necesito de ti para escribir el cuento.

—Anneliese...—dijo por fin—lo siento mucho, yo no quería arruinar tu cumpleaños, te juro que esa no fue mi intención. Me dejé llevar por las locuras de Amelia, y sé que esta no es una justificación válida, pero quiero que sepas que yo no sabía que la broma iba dirigida a ti, ¡yo jamás haría nada en tu contra!

Escuché con atención sus palabras, esas palabras que probablemente estuvo guardando por un buen tiempo y desde luego, le creí. Sentía verdadera empatía por ella, quería hacerle saber que no la despreciaba, que ahora todo estaba bien.

—Te perdono—dije, sabiendo que esa era la frase que Lucía necesitaba escuchar— ¿qué te parece si olvidamos todo lo ocurrido? Seamos amigas.

Nuevamente posó sus ojos en mí y sonrió.

—¡por supuesto! —dijo, para después repetir mi expresión—seamos amigas...—concluyó y me ofreció la mano para ayudarme a poner de pie. Por mi parte la tomé y en ese instante,  percibí por fin que nos llevaríamos mejor.

Nos levantamos juntas del suelo y nos dispusimos a irnos cada quien para su casa, prometiendo reunirnos al día siguiente para empezar con nuestro proyecto y rogando para que no surgieran más contratiempos. El momento ya no era el oportuno para continuar, el día ya había sido lo suficientemente largo y cansado.

—¡Espera! —escuché tras de mí cuando me dispuse a caminar hacia la salida, así que giré mi cuerpo para encontrarme nuevamente con ella—¿cómo supiste que estaba en el roble? —preguntó Lucía con intriga.

Yo sonreí ante su curiosidad y le otorgue la respuesta:

—Porque al parecer, tú y yo no pensamos tan diferente.

Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora