Lucía.
Las personas no suelen creer en la magia y no las culpo por ello. Es lógico no creer en aquello que no se ha experimentado, pero afirmar irrevocablemente que no existe es demasiado impulsivo.
Desde que el reloj llegó a mí, la fantasía empezó a tener sentido. Las cosas extraordinarias comenzaron a hacer parte de mi diario vivir. Como consecuencia, aprendí a confiar en lo insólito, comprendiendo que la esencia de lo increíble se encuentra siempre cerca, aunque muchos no se percaten de su presencia.
Mis amigos suelen decir que ese tipo de sucesos solo se dan para pocos afortunados. Repiten frecuentemente que soy alguien especial por poseer este tipo de "beneficios".
Aún recuerdo el momento en que todo comenzó, cuando esa pequeña caja llegó a mis manos gracias a las olas del mar. Con aquel entusiasmo infantil que me caracterizaba a los 5 años, me acerqué al objeto. Lo abrí con extrema curiosidad, sin pensar en posibles consecuencias.
Jamás pasó por mi mente que desde ese momento, que parecía tan inocente y efímero, mi vida cambiaría por completo...
Flashback
Me encontraba jugando con la arena,
construyendo un castillo, de esos que se ven en las caricaturas. Después de un largo rato me rendí al no obtener la forma esperada. Quise ir al mar, aprovechando que mis padres no estaban observando. Me acerqué lentamente a la orilla, el contacto de mis pies con el agua helada me hizo temblar, causando que escapara de mi boca una tierna risita. Me encantaba esa sensación así que avancé un poco, hasta tener la mitad de mi cuerpo sumergida. El frío impedía que me moviera abiertamente pero por el momento, ese detalle me tenía sin cuidado.A lo lejos percibí algo color marrón que se acercaba flotando, me asusté y volví a la orilla lo más rápido que la pesada corriente me permitió. Seguí observando el objeto hasta que me percaté de que se trataba de una cajita de madera.
Cuando estaba lo suficientemente cerca la tomé en mis manos y la saqué del agua.
Con mucha curiosidad me dispuse a abrirla y en su interior encontré un hermoso reloj blanco, decorado de una manera muy particular. Jamás había visto uno así y decidí probarmelo. Con un ágil movimiento, lo abroché en mi brazo y lo admiré por un rato. Su belleza era especial, casi mágica.
Corrí en dirección a mis padres, muy emocionada por mostrarles mi nuevo accesorio.
—¡Miren! El mar me regaló este reloj—solté inocentemente.
—¿de dónde lo sacaste, Lucía?—preguntó mi padre extrañado.
—ya te lo dije, estaba en el mar. Llegó a mí—respondí.
—Tal vez le pertenece a alguien, quítatelo. Vamos a devolverlo—dijo mi mamá preocupada.
Con mucha decepción me dispuse a desabrochar el reloj, pero no pude.
—ayúdame papá—exclamé, esperando obtener de él la fuerza suficiente para retirar el accesorio.
Él intentó quitármelo, pero no fue posible. El reloj se había pegado a mi piel, como si intentara fusionarse con mi carne. Preocupados decidimos ir al hospital, esperando que allí pudieran deshacerse del artefacto. Llegamos al lugar después de muchas horas de viaje.
—Necesitamos que nos ayuden, mi hija encontró esto en la playa—dijo mi madre enseñando mi brazo al primer doctor que vio—y está pegado a su piel.
El hombre agarró mi brazo con curiosidad, miró detenidamente el accesorio e hizo una expresión confusa. Parecía un poco molesto por la interrupción, su actitud dejaba notar su evidente falta de interés en el caso.
—Vamos a ver que se puede hacer—exclamó por fin.
El doctor me ingresó a un cuarto lleno de objetos que parecían instrumentos de tortura, logrando que mi pequeña mente se asustara al pensar que podría utilizarlos en mí. Me indicó una camilla para que me sentara y una vez estuve allí hizo lo primero que se le ocurriría a cualquier ser razonable: intentar desabrocharlo con normalidad.
El reloj se rehusaba a despegarse de mi brazo y cada vez sentía como se hacía más intenso su contacto, integrándose poco a poco a mi piel.
—necesito revisar mejor esto—dijo el doctor, ya un poco preocupado—Vamos a hacerte un examen en la zona ¿de acuerdo?—me dijo con amabilidad.
Asentí con la cabeza, desconociendo totalmente la seriedad del asunto.
Después del procedimiento, pasó un buen rato en el que el doctor hablaba con otros hombres que, a juzgar por su bata blanca, eran médicos también. No podía entender su lenguaje técnico, pero sí sus rostros de asombro observando los resultados del examen que yo aún desconocía.
Por fin se acercó a mí y me dijo:
—vamos con tus padres, necesito hablar con ellos.
Seguido de esas palabras llenas de descontento, abrió la puerta y me indicó que saliera del lugar. Nos dirigimos a la sala de espera, donde estaban mis padres observando el pasillo aguardando nuestra llegada. Inmediatamente después de ingresar allí, ellos me miraron extrañados al percatarse de que seguía con el reloj en mi brazo derecho.
—¿que pasó doctor?—dijo mi mamá.
—estoy bastante sorprendido con esta situación—exclamó él en forma de introducción.
Mis padres lo miraron con intriga y el continuó diciendo:
—este reloj se ha integrado en la piel de la pequeña—dijo señalando mi brazo—no es posible removerlo por medio de cirugía. No entiendo como sucedió esto, pero el accesorio no sólo está pegado a ella, sino que encontró la forma de unirse internamente, es muy peligroso intentar quitarlo.
Todos hicimos silencio por un instante, nada tenía sentido.
—¿tiene alguna consecuencia el dejarle el reloj ahí?—preguntó mi padre desconcertado.
—No—respondió brevemente.
Lo ocurrido era digno de una película de ciencia ficción, fantasía e incluso terror. A pesar de no entender la gravedad del asunto, intuí que esa pregunta era sinónimo de un nuevo accesorio eterno.
—muchas gracias doctor, hasta luego—exclamó mi padre agarrando mi mano. Ese acto fue suficiente para comprobar mis sospechas: él pretendía dejar las cosas así.
Durante el viaje de regreso a casa, nadie dijo una palabra. Mis padres estaban sorprendidos y asustados, pensando silenciosamente en que momento un viaje a la playa concluyó en tan extraño escenario. Por el contrario, yo solo me dedicaba a admirar aquel extraño objeto que tendría que llevar conmigo el resto de mi vida...
Fin del flashback.
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Love Time ©
Roman d'amour"El amor aparece cuando menos lo esperas" solo suponía una frase vana para Lucía, de aquellas que suenan bien al decirlas, pero tienen poca cabida en la realidad. Jamás se habría molestado en buscarle algún tipo de lógica a esas palabras, hasta que...