Capítulo 12: Sin elección.

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Parecía que el asunto estaba en mis manos, pero no era así. No tenía opciones, no contaba con una lista de la cual elegir, solo había una persona. Lucía era la única con las capacidades necesarias.

Caminé decidida a hablar con ella, aunque aún no me sintiera preparada para sonreírle. Llegué al aula de décimo, donde el profesor de física estaba impartiendo su clase, no me parecía correcto interrumpirlo, pero tampoco deseaba hacer más larga la espera. Quería acabar con esto, atrasar la charla no tenía sentido.

—Buenos días profesor. Perdón que lo interrumpa. ¿Me podría permitir a la señorita Cortés?—dije sin pensarlo mucho. El hombre me miró con asombro, aún me consideraba inferior a él por ser la maestra nueva.

Seguía siendo considerada la aprendiz, muchos de mis colegas pensaban que mis escasos 28 años me hacían demasiado jóven para el trabajo. Afirmaban que pronto me cansaría, no entendían que mi vocación era real.

No me importó su reacción, había aprendido a vivir con ello. Me limité a esperar la respuesta.

—Está bien—exclamó al fin.

Hizo una seña con la cabeza a Lucía, indicándole que podía salir. Ella se levantó de su puesto con algo de torpeza. Se encontraba tan sorprendida como el profesor, ambos se sentían extrañados por mi actitud.

—Hola—dijo mirándome con temor.

—Hola—respondí fríamente.

La miré por unos segundos, su rostro sólo me recordaba mi carro.

—También necesitaba hablar contigo—dijo tomándome por sorpresa.

—¿Sí?

—Sí, tengo algo para ti—dijo.

La miré con recelo, no quería nada que viniera de ella.

—Es el dinero para que pagues por la pintura de tu carro. Espero que sea suficiente—añadió estirando el sobre que contenía el efectivo.

Lo recibí sin agradecer.

—Yo también necesito decirte algo—exclamé.

—Claro, dime.

—El director me asignó un trabajo, no tengo más opción que recurrir a ti.

Pude ver la sorpresa en sus ojos verdes, debido a la agresividad de mis palabras, yo no solía hablarle así. No le agradó mi forma de hablar y debo aceptar que a mí tampoco.

—No te entiendo—respondió luego de unos segundos.

—Él quiere que me una con un alumno para escribir un cuento. Debe ser algo profesional ya que va destinado a un concurso, pero nadie posee las capacidades.

—Entonces...

—Entonces no tengo opción. Trabajaré contigo.

Su expresión fue de desilución. Yo estaba consciente de lo cortante que sonaba, pero no podía hablarle de otra manera.

—Está bien, si eso decidiste no hay problema—dijo.

Miró mi cuello por un momento, no sonrió al ver que llevaba la esmeralda. Yo tampoco seguí sus ojos.

—¿Cuándo empezamos a trabajar?—preguntó.

—Esta tarde. Si no tienes inconvenientes, estaría bien que nos quedáramos después de clase trabajando en ese proyecto—respondí.

—De acuerdo.

Nos despedimos con una simple sonrisa, la suya algo triste, la mía completamente forzada.

...

El día transcurrió con normalidad, empecé a sentir que mi actitud había sido inmadura. "El rencor es sinónimo de inestabilidad" recordé. Mis padres solían decir esa frase constantemente, su hipocresía aún me sorprendía incluso después de abandonar mi casa y rentar un apartamento, debido a su rechazo. Se habían portado mal conmigo, pero sus frases eran sabias, eso no lo podía negar.

Esperé a que Lucía fuera a la sala de maestros buscándome, no tenía intención de ir por ella al aula. Estaba segura que tarde o temprano aparecería en la puerta, era una muchacha dedicada. Mis predicciones se cumplieron y minutos después del timbre de salida, ella se encontraba allí, esperando de mi parte una señal afirmativa para poder entrar.

Le sonreí y ella devolvió el gesto. Entró con precaución mirando a todos lados, como si fuera ilegal su presencia en el lugar. Su actitud me causó gracia.

—No pasa nada, no te van a acusar por entrar—dije riendo.

—Perdón—exclamó—pero no suelo entrar a esta sala.

—Ahora tendrás que acostumbrarte. Vamos a pasar mucho tiempo aquí...

—¿Cuánto tiempo?

—Tenemos 2 meses para presentar al director algo convincente—dije, haciéndole saber que su estadía sería constante.

—Creo que me pondré cómoda—dijo sonriendo y tomando una silla.

—Es lo mejor.

Agarré mi portátil y abrí un documento de texto nuevo. La hoja blanca me causó una sensación de vacío en el estómago, pocas cosas conocía más aterradoras que el momento de empezar a escribir, sin tener nada premeditado.

Ella me miró curiosa, para después mirar el documento abierto. Su expresión fue similar a la mía...

Tardamos un rato en ponernos de acuerdo, la tensión entre nosotras aún era palpable. Llegué a pensar que esto no iba a dar resultado, las pocas ideas que logramos compartir no tenían mucha relación entre sí. Su percepción del mundo era distinta, más atrevida, notablemente abierta. Mientras la mía, podría ser descrita en sólo una palabra: reservada.

Terminamos la sesión de ese día sin progresar en lo absoluto. No fue posible comunicarnos pues era incómoda la situación. Yo era consciente de que debíamos aprender a convivir si queríamos que el proyecto avanzara, pero no lo estábamos logrando. Cerré la hoja de texto, su estado no había sido modificado. Se encontraba igual de blanca y vacía...



Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora