Capítulo 19: "Un no tan trágico primer día"

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Marco Williams subió a su distinguido Mercedes Benz, abrochó su cinturón de seguridad y mirándose a través del retrovisor, acomodó su espléndido cabello rubio previamente peinado; sonrío ante su atractivo reflejo y emprendió su marcha sin más. Hoy era aquel esperado día, el día donde finalmente empezaría su nueva labor. El viento le acariciaba las pálidas mejillas, mientras sus blancas y fuertes manos sostenían con determinación el volante. Era cuestión de 30 minutos para llegar a la institución educativa y conocer al fin la planta física, quien ahora sería dueña de sus próximas 8 horas diarias de trabajo.

Ahí estaba él, con su perfecto smoking color grisáceo y su corbata roja de la suerte, se hallaba sentado en su cómodo auto de lujo, sin cabida a preocupación alguna, cuando sucedió aquello que destruyó su paz con una rapidez envidiable: un ruido, unos pequeños saltos y por último, el cese de la velocidad.

—¡No, no, no! ¡Por favor, ahora no!—exclama mirando a los cielos, mientras toca su frente con preocupación.

Marco sale de su auto, para hallar justo lo que temía, una de sus ruedas se había pinchado, dejándolo varado a escasos 20 minutos de su destino. Era quizás su constante mala suerte, o quizás su descuido al manejar; de un modo u otro, se sentía como un completo idiota parado frente a su lujoso vehículo y sabiendo, pero no admitiendo, que no poseía los conocimientos para cambiar un simple neumático.

—¡Bien hecho, Williams!, llegarás tarde tu primero día de trabajo, ¡eres un imbécil! —se regaña a sí mismo, mientras sus ojos azules parecen querer salirse de sus órbitas debido a la frustración.

—¿Acaso nunca vas a cumplir tu labor de supuesto "amuleto de la suerte"? ¡No sé por qué te sigo usando! —Dice agarrando con fuerza su corbata, en un desesperado intento por culpar a alguien. —¿Y ahora qué hago? —se cuestiona, aún desesperado, mientras varios transeúntes se detienen a observar la particular escena. Muy en el fondo, no los culpaba por ello, no todos los días un hombre guapo y distinguido se queda varado con su Mercedes Benz; pero pese a esto, no hacía más que lanzarles miradas de odio y vergüenza.

Después de un rato, el inteligente pero algo lento hombre de smoking costoso, se digna a sacar su teléfono móvil y marcar con desagrado el número de su seguro. La línea suena lejana y se tarda un rato en sonar la voz del otro lado.

—Sí, diga—responden al cabo de unos segundos.

—Soy Marco Williams, llamo porque a mi auto se le ha pinchado un neumático y necesito urgentemente que manden a alguien para arreglarlo—dice el apuesto hombre, con una voz ronca y autoritaria.

—Claro señor Williams, deme su dirección y acudiremos allí en aproximadamente 10 minutos—se escucha por el teléfono.

Después de ultimar detalles como el costo de la reparación, Marco colgó la llamada y acomodó su odiosa corbata roja que se había aflojado un poco. Quería lucir tan impecable como siempre, pese a su penosa situación momentánea; era un hombre importante, educado, nada impulsivo...o al menos, así hozaba describirse siempre que se lo pedían, aunque era consciente de que no era del todo cierto. Esperó con los brazos cruzados y su espalda recostada en su vibrante carro rojo, rezando mentalmente por la pronta llegada de los mecánicos, quienes ya empezaban a tardarse más de lo previsto.

Pasados unos 20 minutos, un carro se acercó a la zona dejando ver a tres hombres con overol negro manchados de aceite y con herramientas en mano. Marco los miró con amabilidad, mientras en su cabeza los maldecía por la tardanza. Los mecánicos no demoraron más de 5 minutos removiendo la llanta descompuesta e instalando una nueva, lo que lo hizo sentirse inútil por no haber resuelto aquella situación él mismo, como todo hombre debía hacerlo; pero al fin y al cabo, habría manchado su perfecto traje gris.

Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora