Capítulo 2

14.1K 437 55
                                    

¿Qué te gustaría hacer? Dímelo, aunque no sea muy habitual. Haré realidad todos tus deseos. Déjate de inhibiciones.

Interpretaba su papel como si fueran los créditos iniciales de una película. De repente, sonrió con aires de complicidad. Dejó de acariciarme tras la oreja y deslizó las manos por mi cuerpo hasta llegar a las nalgas.

Se arrodilló y entonces comprendí lo que le rondaba por la cabeza; hasta entonces no me había dado cuenta porque había estado demasiado pendiente de su interpretación y de mis sensaciones. Le aparté la cabeza.

¡No hagas eso!

Se le borró la sonrisa del rostro. Se puso pie con una expresión de indiferencia y me observó con frialdad.

Como quieras. Es tu dinero. Si lo prefieres, puedes pegarme por el mismo precio.

En toda mi vida, nunca había estado en una situación íntima con una mujer capaz de desconectar con tanta rapidez. Me ponía nerviosa. Quería saber qué sentía en realidad, pero me daba rabia que me dominara de aquella manera. Y jamás se me ha dado muy bien ocultar la rabia... Le lancé una mirada cargada de indignación.

Ella volvió a sonreír de inmediato y trató de apaciguarme.

Seguro que hay muchas cosas que jamás te has atrevido a preguntarle a una mujer.

Me puso otra vez la mano detrás de la oreja. Podría haber resultado un gesto de una ternura maravillosa, si no fuera porque le había salido de forma mecánica. Aun así, disfruté de aquel momento de paz. Se inclinó y me dio un delicado beso en los labios. Por un momento, quise creer, o mejor dicho, imaginar que ella me veía como esa mujer a la que ama, no sólo como su clienta.

Mientras me besaba con cuidado "sí, esas son exactamente las palabras, con cuidado", no se le olvidaba nada importante, dejó resbalar la mano derecha por mi cuerpo. Deslizó la mano izquierda bajo mi camisa y jugueteó con uno de mis pezones hasta que se me puso duro. Me sentí mal al darme cuenta de que lo único que hacía era seguir una rutina mecánica, algo que probablemente había hecho miles de veces exactamente de la misma forma.

Quise apartarla de mí, pero mis manos fueron a parar justo sobre sus pechos, que eran increíblemente suaves. Su piel aterciopelada se estremeció al entrar en contacto con mis dedos.

Le acaricié los pechos y ella empezó a gemir de inmediato, mientras se acercaba más a mí. Al principio me quedé un poco sorprendida, pero de repente entendí qué estaba haciendo. Lamenté mucho tener que separarme de sus pechos de terciopelo, pero la aparté de mí.

Ella me observó con una mirada serena, en la que no había rastro alguno de excitación.

¿No te gustaba? —me preguntó, con un interés profesional.

Traté de observarla fijamente, pero ella me rehuyó y su mirada se perdió más allá de mi hombro.

Lo siento, necesito un poco de tiempo para adaptarme a ti. Mis clientas no suelen hacer peticiones tan... excéntricas.

No pude evitar una sonrisa. En aquel momento parecía indefensa, y eso me gustó mucho más que la seguridad en sí misma de la que había hecho gala hasta aquel momento. Le dediqué una mirada llena de cariño.

Eres preciosa —Vi un leve parpadeo en su mirada, pero después su rostro se volvió impenetrable una vez más.

¿Y entonces por qué no me deseas? — me preguntó en tono glacial.

La reina de mis nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora