Capítulo 42

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Sonó el teléfono. Estaba tan cómoda acostada junto a Lauren y besándola que no me quería ir responder, así que lo dejé sonar. Ella interrumpió el beso.

¿No piensas contestar? — me preguntó.

¿Por qué? — le contesté, muy alegre — No puedes ser tú porque ya estás aquí.

Sonrió.

Bueno, a lo mejor hay otras personas en el mundo con las que te apetece hablar de vez en cuando.

En este momento, no — seguí haciendo caso omiso del teléfono y busqué sus labios, pero me esquivó.

Lo siento — dijo — pero es que me pone nerviosa.

Empezó a levantarse. Su teléfono sólo sonaba por un motivo y fue entonces cuando entendí por qué estaba nerviosa. De repente, me di cuenta de que prácticamente tenía el auricular en la mano.

¡No! ¡TÚ NO CONTESTES! — grité y ella me miró dolida — Podría ser mi madre — aclaré — y siempre duran horas hablando cuando tú respondes al teléfono — asintió con la cabeza, descolgó y me pasó el auricular.

¡Ah, Emily! — desde luego me alivió mucho descubrir quién estaba al otro lado de la línea pues no me sentía capaz de soportar en ese preciso instante una conversación telefónica de cinco horas con mi madre.

Me he enterado de que ya hace tiempo que has vuelto, de hecho, haces unos meses y ni siquiera me has llamado — Como mejor amiga que era, tenía todo el derecho del mundo a quejarse por mi silencio. Su tono de reproche era auténtico, pero yo sabía que no estaba muy enfadada conmigo.

Sólo hace un mes y unos días que he vuelto — sabía que aquello no era una excusa y menos ante Emily Fields.

Dos meses — me susurró Lauren desde atrás.

Me gire a toda prisa y le indiqué con un gesto que guardara silencio.

Eso no es una excusa — me reprendió Emily tal y como yo esperaba — Después de todo, dos meses pueden pasar muchas cosas.

Eso es verdad — admití.

Solté un grito cuando Lauren me dio un beso en el trasero y me volteé indignada.

¿Qué pasa? — me preguntó Emily un tanto preocupada. Al fin y al cabo, nuestra última conversación telefónica había sido sobre cuestiones muy graves.

Nada — afirmé rápidamente — Me acabo de pellizcar el dedo con el teléfono.

¿Con el teléfono? — Emily se estaba empezando a enfadar.

En ese momento, no pude decir nada, pues me estaba besando la nuca al mismo tiempo que me acariciaba el estómago. ¡Lo estaba haciendo sólo para fastidiarme!

Sss-sí — quise proseguir, casi sin aire — Tengo uno nuevo, con un montón de timbres y sonidos.

No me dejaba en paz. Había empezado a acariciarme las piernas y tuve que jadear para recuperar el aliento.

Emily se echó a reír.

Ahora lo entiendo. No estás sola.

No — confirmé. No podía decir nada más, pues me estaba mordisqueando los pechos con los labios.

La reina de mis nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora