Capítulo 26

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Así que quería salir...

Yo estaba tan acostumbrada a que nunca quisiera salir que ni siquiera había contemplado esa posibilidad, pero claro... en París no existía esa prohibición.

Aquí no tenía clientas. Aquí era libre. Me di cuenta de que ni siquiera me había parado a pensar si trabajaba cuando estaba en París. Al enterarme de que tenía un apartamento en la ciudad, automáticamente había asumido que sí, que aquí también trabajaba. "Se te tendría que caer la cara de Vergüenza", pensé.

No fuerces las cosas — Mi preocupación era sincera.

La veía demasiado ansiosa por vivir, pero lo cierto es que aún estaba demasiado débil, aunque no quisiera admitirlo.

Si pudieras, me envolverías en algodón — dijo, riéndose.

— dije — si pudiera, sí.

No hace falta que vayamos al Ritz, Camila. Me conformo con ir al restaurante de la esquina. ¿Te sientes mejor así?

— dije.

Sin embargo, aún no me había convencido del todo, y lo sabía.

Si de verdad quieres tomarte tantas molestias, puedes acompañarme a todas partes — propuso alegremente.

Eso es lo que estaba pensando — dije, entre risas — No te vas a librar de mí tan fácilmente. En tu estado, no.

Cualquiera que te oiga — dijo, con una sonrisa — pensará que estoy a punto de dar a luz.

La miré con repentino interés y mucha ilusión, mientras la imaginaba en los últimos meses de embarazo, esperando un hijo nuestro. Hasta en esas condiciones me parecería una mujer despampanante.

Detente, Camz — dijo — no pensarás que voy a hacer realidad ese deseo, ¿verdad?

¿Qué deseo? — le pregunté, haciéndome la tonta.

El de verme embarazada — dijo, con una mirada risueña.

Hablaba como si aún estuviéramos juntas, como si esa posibilidad existiera entre nosotras, Desvié la mirada.

Creo que te estás recuperando muy bien. — Se puso de pie con bastante dificultad.

Camz voy a empezar a vestirme. Tengo que practicar para mañana — me miró — ¿Quieres... ayudarme? — Dijo con un leve tono seductor, ¡No puede ser!, me dije. ¿Estaba coqueteando conmigo?

No — rechacé obstinadamente su oferta — creo que ya puedes hacerlo tú solita.

— admitió, con una sonrisa seductora — pero contigo será más divertido y me olvidaré del dolor.

Que te diviertas — contesté agriamente.

Sin dejar de sonreír, salió muy despacio de la habitación, regresó al cabo de un largo rato. Menos mal que se me había ocurrido meter ropa cómoda y amplia en su maleta.

Llevaba la camisa azul que le quedaba tan bien y unos jeans que debía de tener desde hacía años, pues se ajustaban perfectamente a su figura. Al verla, empecé a notar ciertas sensaciones en mi interior.

Tragué saliva, la pobre aún no estaba del todo recuperada y a mí no se me ocurría nada más que pensar en esas cosas. Observé su cara. El azul de la camisa resaltaba aún más la gama de colores de los
moretones, notó mi expresión.

La reina de mis nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora