Capítulo 21

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Estar separada de Lauren me ha roto en mil pedazos, desde que nos conocimos, no había pensado en nada que no fuera ella, por lo menos, había dedicado el menor tiempo posible en pensar en otras cosas y ahora me daba cuenta.

Trabajaba hasta muy tarde y mis compañeros empezaron a hacer bromas y a decirme que no estaría mal que pusiera una cama en la oficina ya que de todas formas no me marchaba nunca. Yo lo prefería así.

Reprimía cualquier síntoma de arrepentimiento, por mínimo que fuera. Si de repente me descubría pensando en ella, aniquilaba de inmediato esas ideas. Cuando hacía falta, me consolaba recordándome que una relación con una prostituta, "ahora ya podía pronunciar la palabra", estaba condenada al fracaso desde el principio.

Sí, claro, aún estaba enamorada de ella, pero... ¿cómo habría sido nuestra relación al cabo de uno o dos años? Jamás había insinuado ni por casualidad que tuviera intención de dejar su profesión y dedicarse a otra cosa. Y yo me habría empeñado en negar que estaba celosa de todas y cada una de sus clientas. La quería para mí sola.

¿Y? Es normal, ¿no? Una relación con una mujer que, desde luego, no vivía en el mundo "normal" — signifique lo que signifique —, que vendía su cuerpo como quien vende una mercancía, era una contradicción en sí misma. Desde el principio habíamos tenido visiones distintas del mundo.

A medida que transcurrían los días, me iba convirtiendo en una ermitaña. Estaba muy poco en casa y cuando estaba, no respondía al teléfono. De hecho, ya hacía tiempo que lo había descolgado. Iba a hacer mis compras a otra ciudad cercana o por lo menos, a otra parte de la ciudad.

Teniendo en cuenta que vivíamos muy cerca la una de la otra, el peligro de encontrármela por casualidad aumentaba considerablemente si realizaba ese tipo de actividades en el upper east side.

Antes había hecho casi lo imposible por encontrármela y no había funcionado. Ahora que era mejor que no nos viésemos — por lo menos, para mí era mejor no verla — estaba segura de que acabaríamos encontrándonos.

Al cabo de unos días, Emily Fields, "una ex novia y ahora gran amiga", me llamó al trabajo.

Bueno — dijo, cuando contesté — menos mal que por lo menos te encuentro en el despacho. Parece que no tienes teléfono en casa. ¿O es que ya no vives allí?

Ah, hola, Emily — la saludé, aunque sin demasiado entusiasmo.

Y me parece que las cosas tampoco te van muy bien — En eso tenía razón — ¿Estás enamorada? — me preguntó, con curiosidad.

Me conocía demasiado bien.

No — negué en un tono que desaprobaba su pregunta.

Ajá... — hacía demasiado tiempo que Emily me conocía como para quedarse satisfecha con esa respuesta — ¿Te ha dejado?

¿Qué si me ha dejado? — Me reí desdeñosamente — Yo la he dejado a ella.

Pues no pareces muy contenta — No era una pregunta. Se había limitado a establecer un hecho.

Pues sí — repliqué, en un tono un tanto desafiante — Sí, estoy muy contenta.

Ajá — prosiguió Emily — es peor de lo que pensaba.

No pasa nada — insistí, terca como una mula — estoy muy bien.

Ya, ya lo veo — dijo Emily, sin utilizar ningún tono en particular — ¿Todavía te quedan días de vacaciones? — prosiguió, cambiando radicalmente de tema.

La reina de mis nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora