Capítulo 7

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Ella ya estaba allí cuando yo llegué, aunque contrariamente a mi costumbre habitual, fui muy puntual. Me había pasado todo el día mirando el reloj, y había tenido una seria discusión conmigo misma para no llegar antes de la hora.

En el restaurante Lauren estaba sentada en una mesa bajo uno de esos toldos que hacían del patio un rincón precioso e interesante y que, seguramente, lo convertirían en un lugar conocido y frecuentado dentro de muy poco. Ahora, sin embargo, estaba relativamente poco concurrido. La vi nada más entrar, antes de que ella me viera a mí.

Me pareció que había elegido un atuendo un tanto discreto, aunque para mi gusto muy atractivo. Me pregunté si eso tendría algún significado ¿se vestía así para salir a cenar o se había vestido así para mí? Y si fuera cierto lo último, me hacía muy feliz.

Desde luego, quedándome en la entrada no resolvería el misterio, así que baje las escaleras, entré en el patio y caminé sin prisas, algo que me exigió un considerable esfuerzo hacia la mesa. Ella miraba en otra dirección, con lo cual me ofrecía una buena panorámica de su perfil. Su belleza me dio miedo, pues la simetría de sus facciones era casi irreal.

Jamás había visto nada parecido en ninguna otra mujer. Notó mi presencia cuando ya estaba lo bastante cerca como para que ella pudiera oír mis pasos sobre el suelo de piedra. Levantó la mirada casi sobresaltada, como si hubiera estado pensando en algo muy distinto y no esperase verme allí.

Me sentí como una acosadora y la obsequié deliberadamente una sonrisa amable para conseguir que aquella situación tan íntima se volviera un poco menos incómoda.

Hola. Perdona si llego tarde.

Ella me devolvió la misma sonrisa amable.

No llegas tarde. Me gusta esperar tranquilamente a la gente.

Para mí, decir "tranquilamente" y "esperar" en la misma frase era toda una contradicción. Detestaba esperar y trataba de evitarlo siempre que me resultaba posible. En ese sentido, al parecer, éramos muy distintas, pero tenía la esperanza de que no fuera así en todo.

¿Hace mucho que has llegado? — Un poco de charla informal no nos haría daño a ninguna de las dos. Después de todo, aquella situación era muy distinta a todos nuestros encuentros anteriores.

Una media hora. — Al parecer, para ella era normal, pero a mí me parecía una eternidad. Seguramente, yo me habría muerto de impaciencia.

Espero que no te hayas aburrido. — Seguía sin poder entender qué gracia tenía llegar antes intencionadamente.

¿Aburrirme? No, yo no me aburro nunca.

Me maravilló la forma en que daba por sentada aquella declaración y suspiré con discreción.

Pues yo no puedo decir lo mismo. Más bien todo lo contrario.

Se echó a reír suavemente.

Me oí hablar a mí misma y tuve la sensación de estar charlando y tomando el té en un salón con la reina Victoria, una situación que sí me habría aburrido. Cogí la carta, y me senté en la otra silla de la mesa.

¿Ya has pedido?

Me miró y sonrió.

¿Y qué quieres que pida? Aquí no tienen comida china, ni italiana

Se me encogió el estómago.

¿Prefieres que vayamos a otro sitio?

¡Rayos!, no había elegido el restaurante apropiado, lo cual significaba que la velada estaba sentenciada. Me miró directamente con su característica mirada penetrante y tuve la sensación de que me estaba perforando con los ojos. Era de lo más incómodo, la verdad. Traté de sostenerle la mirada y no apartar la vista.

La reina de mis nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora