Capítulo 8

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Me gustaría besarte — dije.

Pues hazlo — Me rozó levemente la pierna, apenas un instante, al apartar la mano del volante, y noté cómo me ardía la piel allí donde ella me había tocado.

¿Me creerás si te digo que acostarme contigo no es el motivo por el cual te invité a salir? — dije, volteándome hacia ella.

No — en su voz aún se detectaba el rastro de una sonrisa — pero da igual.

¡No, a mí no me daba igual! Sin embargo, su proximidad y su buena disposición anularon por completo mi auto-control. Me incliné sobre ella y busqué su cuello con los labios. Ella apoyó una mano en mi hombro y lo acarició muy despacio. Mientras saboreaba la textura sedosa de su piel, deslicé poco a poco la mano hasta encontrar su pecho. Ella gimió en voz baja.

Busqué su boca y me di cuenta de que me estaba esperando. Nuestras lenguas se encontraron y ella me abrazó, me atrajo tanto como pudo en un espacio tan reducido como era el interior del coche. Después apartó un brazo y tanteó en busca de la palanca para reclinar el asiento. Dejé de besarla de inmediato.

No pretenderás... — dije — ¿Aquí?

¿Por qué no? — Seguramente, lo hacía en esas condiciones mucho más a menudo que yo. En cualquier caso, a mí me parecía de lo más incómodo. Aún notaba en los labios el calor de sus besos y supuse que ella tenía recursos más que suficientes para hacerme olvidar dónde nos hallábamos. Al mismo tiempo, sin embargo, me di cuenta de que no me había creído. Volví a sentarme en mi asiento.

En serio, este no es el motivo por el cual te invité a salir — refunfuñé, mientras ponía el coche en marcha. Antes de que ella pudiera reaccionar, estábamos ya circulando de nuevo por la calle.

Me parece que ni tú te lo crees — contestó.

Tenía razón, pero yo no estaba dispuesta a admitirlo. En lugar de eso, lo que hice fue tratar de averiguar algo más sobre ella.

¿Por qué no me crees? ¿Por qué piensas que lo único que quiere la gente es acostarse contigo? — La verdad es que no sabía muy bien adónde pretendía llegar con esas preguntas, pero al menos servirían para distraerme de mis pensamientos lujuriosos. Sin embargo, su respuesta me dejó perpleja.

Porque es la verdad — dijo.

Pronunció esas palabras con una calma y una naturalidad espantosas. Si realmente estaba convencida de lo que decía... ¿qué efecto debía de tener eso en su autoestima, o en su concepción de la vida? De repente, sentí frío. Me habría sentido más tranquila si hubiera tenido la impresión de que lo que decía hacía referencia únicamente a sus clientas.

En ese caso, su afirmación habría estado plenamente justificada, pero a mí me sonó como una observación en general, una observación referida a todas sus relaciones y no sólo a las profesionales. Por eso me resultó tan preocupante. Desvié la vista de la carretera unos instantes para mirarla a ella.

Eres una mujer muy deseable, de eso no me cabe ninguna duda —afirmé finalmente — pero también posees otras cualidades.

Soltó una breve y sonora carcajada.

Ah, ¿sí? ¿Cuáles? — me pilló totalmente por sorpresa.

Yo sabía lo que sentía por ella, pero aún me faltaba averiguar qué había más allá de mis sentimientos, así que tuve que pensar un poco

¿Lo ves? — dijo.

La reina de mis nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora