Capítulo 42

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*Mientras tanto en algún lugar*

—¿El chico te reconoció?, ¿a caso le dijiste tu nombre? —la mujer con voz autoritaria y aspecto enojado golpeó la mesa en la que estaba apoyada.

—No no, bueno... tal vez me reconoció, pero en ningún momento le dije mi nombre, lo prometo.

Alyam, un señor de unos sesenta años pero con apariencia de cincuenta, se mantuvo con la mirada perdida en una esquina.

Desde siempre le había tenido miedo a su compañera de trabajo, y si se atrevía a cometer un error de tal magnitud tenía muy en claro que no saldría con todos sus órganos de allí.

—¿Sabes qué?, no te creo.

—No me sorprende. —Alyam susurró de manera inaudible mientras jugaba con sus dedos.

—Parece que se te olvidó que me entero de todo y lo escucho todo.

—No, lo tengo bastante presente, y lo dije a propósito, si quieres te lo repito. —le miró desafiante y ensanchó una sonrisa escalofriante a los ojos de cualquier persona, excepto la de su compañera, a ésta le parecía un gesto inexpresivo y sin real importancia.

—Tu trabajo es mantenerlos a salvo, y brindarles todo lo que necesiten, pero no se pueden enterar de lo que estamos haciendo.

La mujer y su compañero se mantuvieron en silencio durante varios minutos, el aire inundaba de manera exagerada la habitación, ésta constaba de seis ventanas grandes en las que se reflejaba el brillo de la casta luna,
la iluminación no era el tema favorito de la mujer, por lo que sólo mantenían una mísera lámpara encendida, a sugerencia de Alyam.

—Ma...

—¡Alyam!, está prohibido mencionar mi nombre, por ningún costo te atrevas a delatarme.

—¿Y ante quién te estoy delatando?, que yo sepa sólo estamos nosotros en la habitación, más bien, en la casa. A menos que tengas a otro de tus prostitutos por aquí, si es así dile que venga más tarde a tu sección nocturna.

Alyam había sorprendido a su compañera una noche, cuando se encontraba ocupada con algunos asuntos en el cuerpo de un hombre, desde ese día le atacaba con esto, llamándole "prostitutos" a todos los hombres con los que ella se reunía. 

—Quisieras tú ser uno de ellos, pero tranquilo, el día en que vuelvas a tener 30 otra vez, me contactas y cancelo la cita de la tarde. —la mujer sabía cómo contraatacar a su compañero, y sin duda no tenía filtro, por lo que no le importaba herir sus sentimientos o crear algunos.

—Ya..., entonces, si tanto te importan esos chicos, ¿por qué no sacaste de la cárcel al muchacho?, te había dicho que estaba ahí y necesitaba pagar una multa de ochocientas monedas. —Alyam cambió de tema drásticamente, sacando a la luz una duda que le carcomía la cabeza.

—Hay muchas cosas que no deberías saber. —dijo, con semblante despreocupado.

—Pues creo que sí debería, estamos juntos en esto, por si se te había olvidado, el futuro de esos chicos depende de nosotros, no sólo de ti.

Alyam estaba cansado de hacer siempre el trabajo sucio, mientras que ella mandaba desde su cómodo y afelpado asiento, ambos trabajaban para alguien, pero ella no lo quería entender, ya que, se sentía como la jefa cuando era una simple empleada más.

—Agh, eres tan molesto a veces. —resopló la mujer.

—...¿Podrías apagar esa lámpara?, tanta luz me distrae.
—se quejó.

—¿Hablas enserio?, esto parece una maldita cueva de vampiros.

—Eso suena bien, con más razón deberías apagarla. —soltó una pequeña risita.

—Creo que deberás hacerlo tú.

Dicho esto Alyam se levantó y salió de la habitación con una sonrisa victoriosa, sabía que a ella no le gustaba mover ni un dedo, y si tanto le molestaba la lámpara pues que hiciera el honor de mover su trasero de allí y apagarla.

Mientras que la mujer ni se inmutó y se dispuso a sacar su celular para hablar con su jefe, tenía que informarle sobre varias cosas que no le agradarían.

El Callejón de Corazones © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora