Capítulo 1

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Todos los días eran iguales, todos los días eran los mismos.

Aquellos cuadros me miraban, acusándome de su eterno encierro y culpándome por no poder ser vistos por nadie más.

Pero tenía mis razones.

El frio del ambiente no respetaba las ventanas y la calefacción recién encendida demostrándome, una vez más, que la naturaleza era mucho más fuerte que las personas.

No era común ver a gente despierta a las tres de mañana, menos en el pueblo tan correcto en el que vivía. Nadie sospechaba que pasaba mis noches pintando, la gente suele creer que paso mis noches con las bellas mujeres de la región y más de una vez, una vecina me detuvo en medio de la calle para decirme que el amor podía llegar a ser perjudicial para la salud.

Ya lo creo.

Estaba enamorado de aquel perfil tan particular, de aquellas facciones tan bien posicionadas que me robaron el sueño desde la primera vez que lo vi. Porque soy artista, me enamoro de lo que considero hermoso aunque no sea lo más perfecto.

Cabello del color de luna, ojos zafiro que desprendían un brillo de travesura y una sonrisa cautivadora, así lo había conocido.

Golpeaba el cuaderno con desesperación tratando de encontrar la técnica perfecta para explotar todos esos rasgos sin perder la esencia de su persona. Gouache, acuarela, oleo o tal vez grafito. Las opciones eran muchas y tiempo era muy poco.

Me quede dormido pensando en aquellos ojos fijos en algún punto en el horizonte mientras yo me encarga de poner todo eso en el papel.


— ¡Maldita sea! ¡Despierta, cerdo! —Yurio entró apresuradamente a mi habitación haciendo que me sobresalte.

Y aun entre sueños protegía mi preciado cuaderno de dibujo, que cubrí con mi cuerpo arrugando algunas hojas.

—Ya es hora de salir —Sus ojos desprendían la usual hostilidad de su persona.

Pero Yurio no era malo. Podía llegar a ser el alma más bondadosa y comprensiva del mundo entero.

Lo tomé como mi aprendiz un año atrás, en un intento de demostrar que podía llegar a ser el tutor de alguien. Aquel chiquillo ruso rebosaba de energía que me faltaba y muchas veces me era casi imposible seguirle el ritmo.

Era el precio que había que pagar por tener a alguien tan joven como pupilo.

— ¿Dónde tenemos que ir? —pregunté en medio de un bostezo.

— ¿Lo olvidaste? —Sus ojos verdes parecían lanzar cuchillas—. Te dije que hoy llegaría uno de mis parientes, quiere ver como estoy progresando. Tenemos que ir a comprar las cosas para la cena.

No pude esconder mi sorpresa, pues si, lo había olvidado. La rutina que tenía no estaba surtiendo efecto, dormir en las tardes y trabajar toda la noche no parecía tener buenos resultados.

—Hoy paso, Yurio —Respondí dudoso—. Prepararé la comida que quieras pero no pretendo acompañarlos. Aún tengo que terminar el cuadro que me pidió Minako y no empecé el de Yuko y su familia.

Salimos minutos más tarde, cuando termine de vestirme torpemente y comprobé —muy a mi pesar—. Que me había quedado dormido sobre mi cuaderno de bocetos y termine ensuciando el dibujo que hice con la fricción y baba.

Algo que agradecía de aquel pueblo era esa cálida sensación de estar en tu hogar. Pese a que el frio era casi insoportable, el verano solía ser muy agradable. Las calles se pintaban de verde y las personas se deleitaban con las ferias de la época. En invierno el olor a pan recién horneado siempre reinaba en las calles dándote la bienvenida, las calles estaban limpias de nieve, pero podías jugar con ella en las plazas y parques que tenían.

La primavera y el otoño también tenían su encanto, en este bello lugar las estaciones eran bien recibidas y cuidadas.

—Quiero que prepares Katsudon —la voz de Yurio me sacó de mis pensamientos.

Desde el momento en el que probó aquel plato, quedo enamorado. Y no era para menos, su sabor se quedaba en tu paladar por un tiempo impidiéndote que lo olvides con facilidad.

La mañana terminó de esa manera, con dos intentos de artistas comprando en un lugar u otro sin un orden establecido y olvidando más de un ingrediente.

Llegamos a casa y me puse a cocinar lo que ya teníamos que tener listo.

—Olvidamos comprar fruta, inservible —Yurio golpeaba el piso con molestia, unas horas más tarde.

—Sabes que difícilmente recuerdo mi nombre, debiste haberlo recordado —me defendí.

—Como sea —noté como tomaba algo de dinero—. Iré por algo de frutas, quiero algo fresco. Si llega el anciano, lo invitas a pasar.

— ¡No tardes!

Fue entonces cuando noté que el día nos estaba abandonando. Poco a poco los rayos de luz comenzaban a desaparecer dejándonos solo la oscuridad y misterio de la noche.

Me había pasado toda la tarde cocinando, lo que significaba dormir a la hora en la que todo el mundo duerme y eso me molestaba.

Dejé la olla con caldo hirviendo mientras me apresuraba a mi estudio a ordenar algunas cosas para ponerme a pintar.

Tenía que probar, que tal se veía su rostro al óleo.

Cubrí algunos de los cuadros que estaban sin cubierta y me dispuse a salir.

Porque solo mis ojos podían ver aquellas pinturas. Sentía que, de mostrar mis pinturas a alguien más; me juzgarían, harían molestas preguntas y preguntarían de donde había sacado la inspiración.

No podía decir que fue de aquella pequeña foto que encontré en la entrada una mañana de esas.

Un débil sonido en la puerta hizo que me apresura, Yurio solía olvidar las llaves todo el tiempo por lo que no me detuve a preguntar de quien se traba.

—Tienes esa mala costumbre...

Y me quede callado cuando me di cuenta de que no era Yurio, el que estaba al otro lado.

Sino era aquel rostro de ojos color celeste, piel pálida y cabello plateado. Como salido de alguno de mis cuadros.

—Buenas noches —Su voz era profunda con un tono juguetón,pero educado—. Busco a Yuri Plisetsky.

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¡Hola a todos! :D
Les doy la bienvenida a este mágico mundo lleno de colores y muchos sentimientos (?

Este es oficialmente el primer fanfic "largo" que escribo. Espero de todo corazón que les haya gustado :3

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!

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