Capítulo 6

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Fue la noche más larga de toda mi vida, porque no dormí.

Fue la noche más largar de toda mi vida, porque en mi mente había una débil vocecilla que insistía en mantenerme despierto cuando yo quería conciliar el sueño.

Me había cansado de dar vueltas en la cama, me había cansado de mirar el techo y contar ovejas que solo me mareaban. Tampoco tenía ganas de leer, sentía que si tomaba el libro iba a querer dibujarlo y eso al parecer era pecado.

Entonces me aferré a aquello que nunca fallaba y comencé a buscar en la que fue mi habitación básicamente, toda mi vida. Noté que nada había cambiado, estaba de la misma forma en que la deje: Con un viejo librero lleno de cuadernos y libretas, mis muros adornados con los primeros y los últimos dibujos que había hecho, mi escritorio lleno de pinturas y pinceles, lleno de lápices y colores.

Lleno de recuerdos.

Me acerqué al librero y saqué cuaderno por cuaderno mirando cada uno de los dibujos que había en ellos. Unos mejores que otros, unos más detallados y otros mejor explicados. Era lago que había dejado de hacer pero que creo que retomaría, el explicar mis dibujos o contar una historia a través de ellos.

Llegué a un dibujo en particular; mi hermana sentada en su escritorio y de su cuaderno salían muchos números, signos matemáticos o letras, y ella tenía una pequeña espada con la que supongo mataba a sus ¿Tareas? O lo que fuera que la estaba haciendo según mi mente.

Debajo decía: «La princesa Mari se defiende de la temible "Tarea de matemáticas", los números se unieron en un pacto macabro con las letras para quitarle el sueño a la soberana, ellos pueden haber ganado la batalla, pero no ganaran la guerra.

Pd: Ella dice que algún día me tendré que enfrentar a aquellos tiranos.»

Tenía ¿Diez años, tal vez? Cuando realicé el dibujo, había olvidado que solía ponerle historias a todo lo que dibujaba, a veces era Mari la que me daba la situación, yo la plasmaba y ella la narraba.

Era impresionante cuan frágil y volátil podía ser la memoria... Los recuerdos.

—Creo que ya sé que hay que hacer —Dije, tal vez mucho más fuerte de lo que debería hablar una persona despierta a las dos de la mañana.

Tomando el dibujo de Yurio, lápiz y papel, comencé la tarea de "arreglar" lo que había hecho Yurio. No cambié lo principal pero se puede decir que añadí algunas cosas para hacer el cuadro un poco más mío. Y claro, en honor a viejo yo y a mi lejana hermana, le puse una pequeña historia detrás.

Los sonidos típicos de la noche me acompañaron en mi tarea, el sonido que hacían los animales cuando se posaban en la rama de algún árbol o aquellos crujidos de la madera que caracterizaban a una casa antigua.

Cuando caí en cuenta de cuánto tiempo había pasado; el sol ya estaba saliendo, mi madre comenzó a preparar el desayuno y mi padre ya hacia las tareas diarias en el jardín.

El reloj marcaba las siete.

Y cuando el reloj dio las nueve, decidí salir para comer algo y acompañar a Víctor y a Yurio, que seguramente ya estarían despiertos. Yurio podía ser un adolescente que despierta muy temprano o muy tarde, pero nunca despertó después de mí. Y sentía que este día no sería la excepción.

— ¡Yuri! ¿Siempre duermes hasta tan tarde? —la voz de Víctor me dio la bienvenida cuando entré al comedor.

Solo bastó una mirada de mi pupilo para tener dar la respuesta—.No durmió —El rubio me miró de reojo una vez más y se concentró en su plato—. Tiene ojeras y el detalle más importante... no me hizo falta hacerlo despertar.

«Gracias Yurio, siempre tan amable»

—Me puse a ver alguno de mis viejos bocetos y el tiempo pasó volando —me defendí.

—El tiempo siempre pasa volando cuando uno se dedica a recordar —Víctor sonrió una vez más y volvió a comer tranquilamente.

—Hoy iremos a un lugar especial —Anuncié antes de pararme para ir por mi desayuno.

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El frio había disminuido significativamente desde la llegada de Víctor, o al menos eso es lo que quería creer.

La nieve saludaba a los rayos del sol y estos se fundían en el ambiente creando un reflejo que molestaba a los ojos, pero eso no le quitaba el encanto al asunto. Algunos árboles decoraban el lugar y pocos de ellos parecían proteger celosamente las pocas hojas que les quedaban.

Aquel lugar estaba a unos minutos de mi casa, era un viejo templo olvidado por las personas que había sobrevivido a las inclemencias del clima y el tiempo. Eso lo hacia mi lugar favorito en todo el pueblo.

Muchas fueron las tardes que pasé ahí, encontraba cualquier excusa para salir de casa y despejar mi mente en este lugar: Cuando me iba mal en algún examen, cuando Celestino me regañaba —Que era la mayor parte del tiempo—. O cuando simplemente quería ser solo yo y mis pensamientos.

— ¿Qué lugar es este? —Cuestionó Yurio, jadeante después de semejante subida.

Porque el lugar el cuestión, se encontraba en la cima de una pequeña colina.

—Un lugar en que el que podemos encontrar la inspiración —respondí, extrañamente nostálgico.

—Salir de la rutina —Víctor se sentó en una roca muy cercana, a la sombra del templo—. Punto para Yuri.

Yurio hizo una mueca y apretó los puños—Agh, me voy más allá.

Y de esa forma, Yurio nos dejó solos y se acomodó muchos metros más lejos, pero sin salir de nuestro campo visual.

— ¿Listo? —preguntó Víctor y asomó su rostro para ver las cosas que estaba sacando de mi pequeña mochila de campo.

—Creo que sí.

—Ese no es el dibujo que hizo Yurio —Notó.

La verdad es que no pensé que le había puesto atención a nuestros dibujos, la noche anterior pareció que simplemente los intercambio. Eso me decía que Víctor podía ser un gran observador.

—Si lo es —saqué el dibujo original y mi replica—. ¿Ves? Solo que le cambié algunas cosas, le quité y añadí otras, pero el concepto es el mismo.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Víctor.

—Y... ¿Con que material piensas sorprenderme? —murmuró arreglándose el cabello.

«Oh Víctor, utilizando acuarelas puede salir todo muy bien... o terriblemente mal»

Sentimientos en AcuarelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora