Capítulo 4

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— ¿Qué tal? ¿Te está gustando? ¿Ya tienes una opinión sobre Dorian? —Víctor comenzó con su bombardeo de preguntas, ni bien abrió los ojos y vio que estaba leyendo—. ¿En qué parte estas?

Cerré el libro con fuerza, no quería que viera el dibujo que estaba en la plana anterior y ya había notado que ese tipo de papel era el que delataba cualquier cambio en su superficie.

—Me gusta mucho —lo guardé en mi mochila, aprovechando que estaba despierto y que faltaba muy poco para llegar a la estación—. Estoy en el capítulo cuatro.

Noté como hacia un puchero de disconformidad para después mirar a través de las ventanas del tren.

— ¿Cómo es que existen personas que pueden vivir tan lejos de la civilización? —No sabía si me hablaba a mí o solo estaba monologando.

—Existen, hay personas que no disfrutan del ajetreo de las grandes ciudades y prefieren pasar más tiempo en silencio y conectados con ellos que con el mundo.

—Puede ser interesante —murmuró para seguir con su tarea de analizar el horizonte.

Era cierto, mis padres vivían aún más lejos que yo porque les gustaba la tranquilidad que ese lugar brindaba. Y estoy seguro que muchas más personas pensaban igual, ya que había una gran cantidad de pequeños hoteles que ganaban mucho dinero en temporada de vacaciones.

Después era solo un pueblo con gente agradable y sin problemas.

Llegamos a la estación y nos tocó caminar otro buen camino lleno de piedra, está vez Yurio nos acompañó y Víctor se deleitaba contando anécdotas de cuando esté era solo un joven niño en pañales que corría por su jardín haciendo que su abuelo corriera tras de él.

La imagen mental que eso me provocó era digna de recordar y estaba seguro que llegando a casa lo dibujaría y pintaría. Tal vez si acababa a tiempo, Víctor podría llevarse el cuadro para entregárselo al señor en cuestión.

—Pero ya hablando de temas más serios —Víctor silenció nuestras risas y trató de quitar su sonrisa— ¿Cómo te va Yurio?

—Creo que bien —El rubio me miro, levantando una ceja— ¿Cómo me va, Katsudon?

—Ganó el primer lugar en el concurso de pintura local y participará en el siguiente, en caso de ganarlo se va a los nacionales —Respondí, orgulloso de mi pupilo.

—No esperaba menos —Víctor quiso revolver sus cabellos, pero eso causó el enfado de Yurio, quien apartó su mano con brusquedad—Quisiera ver tus habilidades.

—Puede pintarte un cuadro —sugerí—. Es muy bueno con los retratos.

—Muy bien —los ojos de Víctor volvieron a iluminarse—. Me pintaras a mí.

—Genial —Yurio rodó los ojos y me miró molesto. Estaba tan acostumbrado a esa mirada que si la cambiaba, me preocuparía—. Lo pintaras tú también, no quiero cargar con sus reclamos solo —me dijo.

Víctor comenzaba a entusiasmarse—. Que sea un concurso de dibujos, el que mejor me dibuje recibirá un premio.

Antes de que alguien pudiera decir otra cosa, estábamos en frente de mi casa. Como pasaba el tiempo cuando uno hablaba y se distraía. Tanto que no había notado el momento en el que entramos al pueblo o el momento en el que había comenzado a caminar por los recuerdos más que por que estuviera consciente de ello.

— ¿Yuri? —la voz de mi madre me devolvió a la realidad —. Yuri, bienvenido.

Corrió desde la entrada —dejando una pequeña caja que traía—. Y se paró justo delante de mí. Cuando notó que no estaba solo, sus mejillas se tiñeron levemente de color carmín.

Sentimientos en AcuarelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora