Capítulo 9

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El momento de marcharnos había llegado, la mañana siguiente desperté mucho más temprano de lo usual.

Por lo que tuve tiempo de: Arreglar mi cuarto dos veces, ordenar mi estante una vez y salir a pasear por los alrededores cuando el sol aun no nos daba la bienvenida.

Sé que estuve mucho tiempo fuera, pues volví a casa con los billetes del tren comprados y el sol ya me calentaba lo suficiente como para poder sentir mis manos.

— ¡Oye! —Me encontré con Yurio en la entrada—. ¿Dónde estabas?

—Salí a dar unas vueltas.

—Ya nos tenemos que ir ¿Cierto? —Asentí con la cabeza—. ¿Y qué esperas para despedirte?

Revolví sus cabellos al pasar—. Ya voy, ya voy.

Al entrar a la cocina me encontré con mi madre que servía alegremente el desayuno, era una lástima que no iba a poder comerlo y lo sabían. Me despedí de ambos antes de salir para acompañar a Yurio pero antes de lograrlo choqué contra Víctor.

—Lo siento —Me disculpe de prisa.

—Tranquilo, iba apresurado —Sentí su mirada sobre mi persona—. ¿Cómo está tu muñeca?

—Mejor, gracias.

Levanté la mirada y su sonrisa me deslumbró.

—Vamos que se nos hace tarde —me tomó de la muñeca sana y salimos.

Pasamos por la estación tiempo después. Como había esperado, no había mucha gente esperando el tren y cuando entramos a uno de los vagones tuvimos la dicha de poder escoger nuestros lugares.

Víctor se la paso escribiendo algo en un viejo cuaderno que no había visto nunca, Yurio hacia dibujos de lo primero que se cruzaba frente a sus ojos y yo me quede ahí: Abrazado a mi mochila imaginando muchos escenarios perfectos que estaba seguro, jamás pasarían.

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—Qué mala costumbre la tuya —Sentí un golpe en la cabeza—. No sé qué será de tu vida cuando yo ya no este.

—Yurio, no lo golpees.

—Quien le manda a quedarse dormido.

Me ardían los ojos y la luz junto con el reflejo de la nieve me estaban dejando casi ciego. Repase los últimos acontecimientos y caí en cuenta que me había quedado dormido y solo esperaba no haber estado babeando.

—Oye, esta vez no mojaste el piso —Se burló Yurio, parado a mi costado con su cuaderno en mano.

— ¿Mojado? —Víctor colocó su pulgar sobre los labios y lo miró interrogante.

—El cerdo suele babear cuando duerme, a veces también...

—... Momento de irnos —Lo interrumpí, no iba a permitir que le diga que también suelo hablar.

Llegamos a casa mucho antes de lo esperado y ninguno estaba consciente de que aquel viaje nos había agotado. Estar mucho tiempo sentado, también podía cansar.

—Oigan, me quede sin material. Saldré a comprar —Yurio tomó las llaves casi al mismo tiempo en las que yo las ponía en la mesa.

— ¿No quieres que te acompañe? —Cuestioné, no quería quedarme solo con Víctor, me parecía demasiado incómodo.

—Na, quiero estar solo —Y cerró la puerta arrastrando sus palabras.

Me quedé un momento viendo la puerta hasta que escuché mucho movimiento a mi espalada y no me quedo más alternativa que girar.

Sentimientos en AcuarelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora