Capítulo 18

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El casi morir intoxicados fue el inicio de la micro pesadilla culinaria a la que nos enfrentábamos, Mila preparaba una serie de "sopas" para sanar nuestros estómagos resentidos y estuvimos bajo su cuidado casi cuatro días.

El cuarto día fue Yurio quien visito a Yuko para pedirle una serie de hiervas que limpiarían todo nuestro organismo, tres tazas de infusión después me sentía mucho mejor.

—Que malos—Se quejaba Mila, en su "rutina a la hora del té"—. Hice lo mejor que pude.

—Matarnos directamente habría sido más fácil —Yurio sorbía de su taza—. Eres cruel.

Los cuatros suspiramos, sincronizados y cada quien tenía un punto fijo al cual mirábamos.

—Estoy aburrida —mencionó Mila segundos después, enderezándose en el sillón—. Y todo lo que hay por aquí ya lo vi. ¿No hay nada más por los alrededores?

—Me temo que el poblado más cercano está a unas horas —respondí.

—Podemos ir a casa de tus padres —sugirió Víctor, de pronto entusiasmado—. Es un lugar bonito y nos podemos quedar un día o dos.

No quería que Mila fuera a mi casa—. Es un lugar aún más olvidado que este, no creo que a Mila le guste, además...

—Me encantaría ir —Una sonrisa se dibujó en su rostro—. Quiero irme de aquí con la mayor cantidad de recuerdos posibles.

—Esta dicho —Víctor se levantó haciendo que él té en el vaso de Mila se derramara en su falda—. Partimos en dos horas.

Era inútil resistirme, todos ya se habían levantado.

El camino a la estación de tren se sintió tan familiar, era un recuerdo lejano que conservaba en mi memoria sobre: Una primera vez, aquella charla y un pequeño dibujo en hojas prohibidas. Nadie dijo una palabra hasta que nos subimos al tren y este se encontró en movimiento.

Llegaríamos a casa de mis padres justo para la hora de almorzar.

—Vaya, que recuerdos —murmuró Víctor justo antes de un suspiro y me miró, con aquella sonrisa.

—Ni que lo digas —Yurio se acomodó en su asiento y puso aquella cara de "Sabes en lo que estoy pensando y ella no"

Entonces Mila nos miraba a cada uno de nosotros por turnos, esperando que alguien le dé una explicación a lo que decían.

—El cerdo —Era obvio que sería Yurio quien lo contaría—. Dibujo en aquel libro de Víctor, hace unas semanas.

Mila no lo creía, su sonrisa fue sustituida por unos ojos que amenazaban con querer salir de sus orbitas y se mordió el labio con nerviosismo. Entonces toda su atención estaba centrada en Víctor y en mí.

—Sí, no es nada —añadió Víctor, quitándole importancia—. Yuri prometió enmendar su error.

—A si ¿Cómo? —Mila seguía espantada.

—Dejara que escriba en alguno de sus cuadros ¿Verdad, Yuri? —Víctor me giño el ojo.

—Sí, el que él elija —Aquello... no me lo esperaba.

Tiempo después nos encontrábamos justo en la puerta frente a la casa de mis padres, y ellos tenían ese algo que sabían que iba a llegar porque ni siquiera nos acercamos lo suficiente para tocar cuando ellos ya salieron a recibirnos.

Fueron una serie de abrazos y presentaciones, como era de esperarse recibieron a Mila con una agradable sonrisa y nos invitaron a unirnos al almuerzo. No pretendíamos quedarnos mucho tiempo ahí, tal vez un día como máximo.

Sentimientos en AcuarelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora