Capítulo 2

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Deje que la incertidumbre me invadiera.

Haciendo que mi corazón comenzara a palpitar descontrolado, pintando mis mejillas de un color escarlata.

De pronto, todos aquellos sueños e ilusiones con conocerlo se hicieron presente mas no estaba preparado para el momento en cuestión. Me encontraba sudoroso, con el olor de la comida en la ropa y sentía como algunos de mis cabellos se pegaban en mi frente.

Desde la lejanía escuché como aquel extraño tocia. Hacia frio, él estaba afuera y pese a que sus vestimentas parecían muy cálidas, el frio del ambiente no tenía compasión por nada.

—Disculpe —moví toda mi existencia abriendo la puerta por completo dándole total acceso a la casa—. Por favor, pase.

Estaba dubitativo, pero accedió metiendo no una ni dos maletas, cuatro.

Me había tomado con la guardia baja, por lo que no me sentí capaz de ayudarlo en su tarea de salir y meter maleta tras maleta. Poco a poco sentía como mi pulso se regularizaba dando paso a los ligeros temblores que delataban mi incomodidad.

—Su casa es muy reconfortante —Giró sobre sus talones y me miro con una radiante sonrisa—. Estoy seguro que si la puerta continua abierta, el frio no nos dejara dormir por la noche —saliendo de mi letargo, cerré la puerta con torpeza—. Vengo de Rusia, el frio y yo somos como hermanos.

Y comenzó a reír con su propio chiste, invitándome a acompañarlo.

¿Qué estaba pasándome?

De pronto me encontraba riendo junto con él, sin ningún motivo aparente. Su risa era sumamente contagiosa. Eso o ya me había acostumbrado a la eterna seriedad de Yurio.

—Sea bienvenido —Saludé y le tendí la mano—. Siéntase como en casa.

Estoy seguro que la calidez de sus manos, derritió el hielo que comenzaba a formarse a los alrededores de mi corazón.

—Mi casa no es tan acogedora—Se sentó en un sofá que había cerca y miró los alrededores—.Ni tan pequeña. Creo que no te dije mi nombre, Viktor Nikiforov, a su servicio. Usted debe ser Yuri Katsuki, Yuri me ha hablado mucho de usted.

Le había hablado de mi... y ¿Qué cosas le habrá dicho?

—No te asustes —sin dejar de sonreir, me señalo el sillón que tenía en frente—. Dice que es un excelente artista pero... según Yuri, algo lento.

—Sí, bueno... —tomé asiento, apretando mis manos contra mi regazo para jugar con mis pulgares—. Me tomo mi tiempo.

Entonces escuchamos el típico chillido que emitía la puerta al abrirse y ambos miramos como Yurio entraba en la habitación. Su expresión no cambio cuando vio que su pariente había llegado.

—Llegas tarde —le reclamó, dejando las frutas que compró en el piso y las llaves en una pequeña mesa—. El cerdo nos servirá la cena y ya que estas aquí, supongo que cenará con nosotros.

Y de esa forma me encontraba entre la espada y la pared, una parte de mi quería escapar y no volver a ese lugar hasta que mis ideas se hayan aclarado, pero la otra parte quería arriesgarse y saber que podía salir de todo esto.

—Yuri nos acompañara para la cena —me dedicó una mirada esperanzada—. ¿No es así, Yuri? Por cierto ¿Cómo hacen las personas para no confundirlos?

Yurio me había tomado en curva, pese a que le había dicho que no cenaría con ellos sacó la sugerencia a la luz sabiendo que no podría negarme con el invitado presente.

—Mi hermana vino el mes pasado y lo nombró... Yurio, de cariño —Me levanté del pequeño sofá y al pasar al lado de Yurio, despeine sus cabellos.

Los tres nos dirigimos a la cocina y en el camino noté que hasta ese momento no fui consiente de como quería que se viera mi casa.

Era algo pequeña y sencilla, sí. Pero era todo lo que necesitaba; una pequeña sala de estar con tres sofás y una diminuta mesa que los separaba, todo esto sobre una linda alfombra. Las paredes estaban pintadas en tonos cálidos y unos pocos cuadros las decoraban.

Una pequeña cocina con una mesa para cuatro personas, algunos muebles empotrados y los demás artefactos, además contaba con dos cuartos auxiliares y un baño en la parte de abajo y en la planta alta solo estaba mi dormitorio y mi estudio separados por una cortina negra.

Eso significaba que tenía que bajar cada vez que necesitaba usar el baño.

Tal vez unas cuantas plantas podrían darle algo más de vida al lugar, unos pocos cuadros más y uno que otro mueble para rellenar los espacios vacíos.

—Probaras la comida más deliciosa que hay en este lugar —Mencionó Yurio, mucho más entusiasmado de lo normal.

—Hace mucho que no pruebo comida casera —Víctor y Yurio se sentaron y comenzaron a charlar en ruso.

Me permití observar al recién llegado con un poco más de detenimiento. Su ropa —pese a ser abrigada—. Se veía bastante ligera; un abrigo color crema sobre un suéter del mismo color, unos pantalones negros muy bien cuidados y unos botines cafés a juego.

A mi pesar recordé como andaba vestido y la vergüenza comenzó a hacer lo suyo. Mis botas desgastadas, mi pantalón sucio y con manchas de pintura, una vieja camisa arrugada y una chompa que pedía a gritos ser lavada.

Parecía un mendigo, pero así era como me mantenía cómodo en mi casa.

Serví dos platos de la comida, en una ocasión normal habría puesto los ingredientes sin ningún orden especifico, pero esta vez trate de que se vieran lo más presentables posibles.

— ¿Y tú plato, Yuri? —Víctor poso su mirada sobre la mía y de pronto mi corazón volvió a enloquecer.

—La verdad es que no tengo apetito además, no dormí muy bien anoche y temo que si como algo tan pesado no pueda dormir —Volví a dejarme llevar por mi lado más cobarde.

Yurio emitió un chasquido y Víctor solo hizo un pequeño puchero mostrando su inconformidad.

—Bueno, entonces —El invitado se puso de pie y después de apretar mi mano por segunda vez, me dio un fuerte abrazo—. Descansa —me susurró al oído.

Me limité a asentir y ni siquiera me despedí de Yurio. Salí de aquel lugar con el pulso acelerado, una extraña sonrisa en el rostro y sentía como los cabellos de la nuca se me habían erizado.

Fue entonces que entendí.

Puede que Yurio perdiera la fotografía la semana de su traslado, yo la encontré y puse aquella foto en un pedestal admirando lo que para mí, era la cosa más hermosa y delicada que había visto.

Sería mi equivalente a un ídolo adolescente.

Me había dedicado a plasmar su belleza durante todo ese tiempo, nunca totalmente consciente de su existencia. Añorando poder conocer a alguien que lo igualara y que —para aquel entonces—. Fuera de carne y hueso.

Mi musa había llegado impulsado por los dioses, hasta mi morada.

Iba a aprovecharme de eso.

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Lo de la foto es verídico, fue lo que me paso con mi crush. Con la diferencia que yo aún lo observo desde la lejanía xD

Espero que le haya gustado mucho y ¡Nos leemos el siguiente capítulo! 

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