Podía escuchar todo con perfecta claridad.
Cuatro personas habían subido y bajado constantemente desde que desperté, la vecina ya había puesto a hervir agua dos veces porque el estrepitoso pitido de su primera caldera hizo que despertara además de eso ya le dio de comer al gato porque éste dejó de maullar hace bastante tiempo. Los vecinos del piso superior ya se fueron a trabajar ya los tacones de la esposa dejaron de hacer ruido, también se escucharon unos débiles ladridos ¿Ladridos? Eso, era nuevo. Ninguno de los inquilinos tenía perro así que seguramente era un recién llegado.
El dolor de cabeza que tenía en ese momento era insoportable, por eso sentí cada débil sonido como si fuera una trompeta apuntando directamente a mi oído. No me moví hasta que pensé que el dolor era tolerable, entonces abrí mis ojos para encontrarme con la intensa luz del sol entrando por la ventana.
Me incorporé con dificultad sin saber qué hacer con mi vida. Tomando dos bocanadas de aire me puse de pie y traté de comenzar con mis tareas habituales.
Ahora, decir que recordaba poco era... mucho. De hecho, lo último que recordaba era haber entrado al departamento y a partir de ahí todo quedó en blanco, supuse que me había ido a dormir inmediatamente, pero encontré una taza sobre la mesa, una taza que claramente mi yo sobrio no olvidaría lavar.
Tomé una de esas pastillas que se toman cuando estás en ese estado casi letárgico y esperé a que sus milagrosos efectos actuarán en mi cuerpo, minutos después ya estaba volviendo a mi habitación para cambiarme y salir a trabajar. Me detuve un momento frente al librero y noté como el cuaderno de Yurio y el libro de Víctor estaba fuera de la pila de libros perfectamente acomodados.
Otra cosa que había hecho, no era la primera vez que los sacaba para ojearlos de vez en cuando, pero siempre los volvía a poner a su lugar. Ignorando aquello, continué con mi tarea. Mientras me cambiaba pude escuchar el claro sonido de patitas golpeando el piso de madera, la persona con el perro estaba bajando, quise apresurarme para salir y saludar, pero cuando llegué a la puerta el sonido había desaparecido. Daba igual, con suerte los vería más tarde.
Me apresuré en bajar las escaleras desde el segundo piso —donde se encontraba mi departamento—. Hasta la planta baja para salir disparado.
El lugar donde trabajaba no se encontraba muy lejos de casa, por lo que fácilmente podía ir y venir a pie sin que sea un suplicio, pero tomando en cuenta el estado en el que me encontraba, podía decir que tardé casi el doble en llegar.
Entré a la gran construcción y vi a Phichit y a Celestino pintando en silencio. Celestino estaba encargado de pintar un mural en una gran catedral, el mural en sí, tenía muchas partes por lo que requería mucha gente que ayudara a darle vida a la enorme pintura. Phichit y yo estábamos encargados de la parte norte.
— ¡Perdón por llegar tarde! —Me disculpé en forma de saludo.
— ¡Yuri! Te ves fatal —Saludo Celestino antes de golpear levemente mi espalda—. Phichit no se ve muy diferente. Ayer la pasaron bien ¿No? Ve a hacer lo que tengas que hacer y si terminan se pueden ir... Lo necesitan.
Su risa me persiguió hasta mi rincón, donde Phichit me esperaba con una brocha llena de pintura roja. Agradecí en silencio y comenzamos a trabajar. Las horas pasaban y poco a poco avanzamos con la pintura, en nuestro único momento de descanso —Porque solo tuvimos uno, ya que ambos llegamos tarde—. Phichit y yo nos sentamos lejos para dibujar algo en nuestros cuadernos.
Estábamos en plena primavera, los rayos del sol besaban cálidamente nuestra piel mientras las causales brisas refrescaban el ambiente meciendo nuestros cabellos. Estaba tan absorto en mis pensamientos que me perdí en la escena; la gente caminando por las calles, la brisa moviendo sus cabellos, un joven que ocultaba su apariencia con unos gruesos lentes negros y cuidaba celosamente que el viento no se llevara su sombrero, a pesar de eso unos finos cabellos plateados se escaparon y dañaron tan pulcra apariencia. No existía mucha gente con ese color de cabello, tampoco había gente que tuviera su porte o ese particular tono de piel, podría reconocerlo a pesar de que llevara esas gafas de sol sobre el rostro.
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Sentimientos en Acuarela
Fanfiction[AU] Yuri solía dibujar por las mañanas, cuando su mente estaba despejada y pintaba en las madrugadas, cuando el silencio de la noche lo acompañaba. Vivía en un viejo piso cerca de un pueblo lejano y compartía el lugar con su joven aprendiz. Su rut...