Capítulo 17

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No te molestes con el viejo, no tiene la culpa de tener la memoria de una lombriz —Yurio rompió aquel silencio que se había creado—. Si yo estuviera comprometido con una chica como mi hermana, tampoco diría nada.

—No seas grosero —lo regañé—. Además, no es algo que me incumba.

—Pero te molesta —encogió los hombros—. Se puede notar y es incómodo.

—Lo siento, trataré de ser más discreto.

Había mirado a Yurio de reojo y pude notar en su rostro una mueca bastante extraña, para acto seguido, frotarse las cienes.

—Huir de los problemas no es la mejor manera de afrontarlos —de pronto Yurio se vea mucho más maduro—. Víctor ha perdido su alma en suspiros durante todo el día, él es una chispa que ahora parece haber perdido todo el brillo y hasta las ganas de vivir.

—Estas exagerando.

—No tengo motivos para hacerlo —Yurio hizo el ademan de levantarse pero lo detuve con la mano—. Tienen que hablarlo, después de todo, ahora son amigos ¿No?

... Si, amigos, claro.

—Los he estado observando y se ven tan alegres juntos —Añadió—. Marean ¿Sabes? A veces quiero lanzarles algo a la cara para que borren esas estúpidas expresiones.

Mi corazón se contrajo; de alegría al saber eso, por el remordimiento, la culpa y la pena—. No sé de qué habl...

—Sabes muy bien de que hablo, cerdo —algo en el brillo de su mirada cambio—. Tú y él tienen algo que la bruja desea pero no puede obtener, no lo echen a perder. Son lo mejor que les ha podido pasar, recuérdalo.

Y vaya que lo iba a recordar, el huevo quemado del desayuno era prueba incuestionable de eso. Me encargué de preparar bien la primer comida del día, hervir agua para que la tengan caliente y poner la mesa de la mejor manera posible.

Tantos pensamientos azotaban mi mente que no me percate de mi falta de comunicación mientas desayunaba con mi hermana, tampoco noté su mirada inquisitiva ni las constantes preguntas que ignoraba por completo.

—Yuri, ya me voy —Fueron las palabras que pude captar después de salir de mi letargo—. Supongo que al menos te despedirás ¿No?

—Te acompañaré a la estación —respondí, después de todo éramos los únicos dos despiertos en la casa.

Caminamos en un silencio casi sepulcral hasta la estación, mi mente estaba colmada de pensamientos, dudas y futuras decisiones que me habían quitado totalmente las ganas de comunicarme.

Al llegar planeaba solo despedirme, después de todo Mari volvería después de visitar a nuestros padres y se quedaría unos días en casa.

—Yuri ¿Te encuentras bien? —me preguntó antes de que pudiera darle el abrazo de despedida.

—De maravilla —contesté en modo automático.

—Oye claro, y yo nací ayer —su rostro mostraba un ligero toque de disgusto—. Ahora dime, es por Víctor ¿verdad? —hice una mueca y la miré fijamente—. Entonces es por él... y seguramente también es por su prometida.

—Mari, de verdad...

—Escúchame con atención Katsuki —Suspiró y me arrastró hasta una banca metros más allá—. Cuando llegó esa mujer, pude escuchar como tu corazón se rompía. Soy tu hermana, te cambié los pañales y te vi crecer. Te conozco y no hace falta que me digas lo que sientes por Victor... pero tienes que entender que está comprometido y es algo que no va a cambiar.

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