Capítulo 21

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Por primera vez en mucho tiempo, no quise llegar a casa. Porque sabía que el silencio y la soledad me darían la bienvenida. Aún era un lugar al que podía llamar hogar, pero era un hogar que había perdido personas importantes.

Caminé sin rumbo, dejando que mi subconsciente me guiara a donde quisiera, caminé a través de las pocas personas que recorrían las calles a esas horas mientras veía como las personas comenzaban sus rutinas, las tiendas poco a poco se iban abriendo y cuando me di cuenta ya estaba lejos de casa, lejos de las personas y a mi alrededor solo había unos pocos árboles que poco a poco volvían a la vida presumiendo a sus tiernas hojas.

Me alejé tanto como pude hasta que en el camino encontré la que seguramente fue una cabaña, ahora eran cuatro troncos que tenían techo. Era poco, pero iba a servir para lo que quería hacer.

Cuando era pequeño y me sentía ansioso, con miedo o triste, dibujaba... porque en esa pequeña acción yo podía esconderme de todo lo demás, crear y plasmar un mundo ideal, podía simplemente canalizar mis sentimientos y dejarlos fluir. Después de mis improvisadas terapias, el mundo siempre se pintaba de nuevos colores y veía nuevos matices.

De mi pequeña mochila saqué un cuaderno que siempre traía conmigo y un lápiz, dos cosas que no podían faltarme.

Observé el paisaje por un momento y comencé a visualizar la primavera, los árboles teñidos de bellos colores, el pasto bailando al compás del viento. Una pequeña mesa en medio de ese lugar, llena de comida y fruta fresca; veía a mi padre hablando con Nishigori sobre cosas que no me molestaría en entender, mi madre estaría con Yuko jugando con las trillizas mientras estas se las arreglan para hacer alguna travesura.

Yurio estaría ahí también, los dos estaríamos donde me encuentro yo ahora, debajo de este lugar en ruinas, posiblemente nos quejaríamos del intenso calor y pediríamos que se adelante el invierno porque, aunque no queramos admitirlo, nos gustaba la nieve. Él estaría dibujando quien sabe que en su libreta y yo estaría haciendo lo mismo.

Tal vez y solo tal vez, también estaría Víctor con nosotros, en el grupo de mi padre llevándose bien con todo el mundo, mostrando siempre una sonrisa.

Era el escenario perfecto, era el lugar indicado. Yo tenia una hoja en blanco y un lápiz para poder plasmarlo y de pronto... los trazos no salían, mi mente se quedo en blanco. La idea estaba ahí rondando mis pensamientos y pese a eso me sentía abrumado.

—Vamos, Yuri... Vamos. —murmuré y traté de empezar de nuevo.

No importaba cuantas veces lo intentara, no era lo que quería... no era suficiente. No traía conmigo un borrador así que solo me quedaba pasar la hoja e intentar de nuevo, con poco éxito.

De a poco la inquietud comenzó a crecer en mi pecho llevándome al borde de la desesperación. Trazaba, repasaba, cambiaba de opinión y pasaba de plana, una y otra vez como un bucle infinito. No importaba cuan bonita me haya quedado la flor, cuan armónica era la composición, a mis ojos era algo imperfecto que le faltaba un algo para conformarme.

La frustración me arrastro hasta ese punto en el que deje de rayar y solo trate de controlar mi acelerada respiración, estaba totalmente bloqueado... Era como una cortina negra, era como la mano de alguien más posada sobre la mía, errando mis trazos. Celestino me lo dijo una vez, que esas cosas pasaban y que era muy frustrante pero que eventualmente se iría y todo volvería a la normalidad.

Sin embargo, él no mencionó esas ganas de arrancar con fuerza el papel porque por algún motivo las ideas que están en tu mente no pueden plasmarse, no mencionó la incertidumbre que te invade cuando te preguntas cuánto tiempo va a tomar y si volverás a quedar satisfecho con tu trabajo, no dijo que de pronto aquello que te hacia tan feliz iba a parecer, de pronto, una carga.

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