Capítulo 20

488 115 26
                                    



- ¿Escuchaste...?

- Lo escuché todo -me interrumpió. No gritó, pero habría preferido que lo hiciera, su aparente calma era mucho más peligrosa-. Y después de todo lo que te dije...

-Mila.

-No hables -Me habría gustado verla enojada, caminado de un lado al otro. Pero no, estaba ahí parada, simplemente apretando los puños-. Sabía que ustedes escondían algo, él no es así, ha cambiado. Y tu ¿Esperabas que Víctor dejara todo por quedarse aquí?

-Claro que no, le dije todo eso porque necesitaba hacerlo. No esperaba nada a cambio.

-Tú no lo conoces, no sabes nada de él -Me señaló y comenzó a golpear mi pecho con el dedo-. Víctor es impulsivo, si decide dejarlo todo y quedarse aquí estaría arruinando su vida. Y no lo voy a permitir.

Caminó hasta que nos encontramos hombro con hombro, mirando en direcciones opuestas.

-No renunciaré al amor de Víctor, no me importa cuánto deba luchar por ello. Aprenderemos a ser felices juntos... él llegará a mirarme como te mira a ti -Su voz se quebraba, palabra tras palabra-. Te veré en la boda, Katsuki.

Sin decir nada más se alejó, dejándome allí, con las palabras en la boca. Volví a casa tiempo después, el silencio sepulcral solo se vio opacado por el chillido de la puerta y mis pasos mientras subía las viejas escaleras.

Me recosté en la cama deseando que todo fuera un sueño, despertar y ver que aún me encontraba en casa de mis padres donde mi única preocupación era tener buenas notas en la escuela o molestar a mi hermana de rato en rato, pero aquellos eran solo escenarios perfectos que creaba mi mente. Trataba de no pensar, de no recrear todo lo ocurrido esa noche, imágenes que no se irían de mi memoria, los sentimientos tampoco se borrarían tan fácilmente; miedo, incertidumbre, inseguridad, ese vacío en el estómago. Sin embargo sentía que era necesario para poder continuar.

Pero ya no sentía nada de eso, un leve temblor en las manos era el resultado de los acontecimientos de esa noche.

Era consciente de que no podría dormir, así que hice lo que mejor sabía hacer. Tomé un cuaderno, un lápiz, salí de la casa al pequeño patio trasero que tenía y me senté en un viejo sofá. El cielo no había cambiado; las estrellas estaban igual de brillantes, la luna igual de expectante, pero ahora para mí todo tenía un opaco color gris.

Comencé los trazos finos sobre el papel, deje de pensar y empecé a sentir. Era algo obvio, pero lo iba a dibujar a él, en una faceta que seguramente ni siquiera él conocía. Sonriente y despreocupado, con aquel brillo travieso en sus ojos, aquella brillante sonrisa en sus labios, las pequeñas y casi imperceptibles arrugas que se forman alrededor de sus profundos ojos color turquesa con su siempre perfecto cabello plateado.

Porque así era como quería verlo, quería a un Víctor con muchas tonalidades, de muchos colores y con varios matices. Sin embargo, me había enamorado de un Víctor despreocupado, sereno pero atormentado.

En mi dibujo no iba a estar así. Deseaba verlo libre, deseaba verlo plenamente feliz.

Cuando termine el dibujo me sentí orgulloso de lo que había creado y por primera vez no quise ocultarlo. Quería que todo el mundo vea y conozca al Víctor del que me había enamorado.

- ¿Yuri? -Escuché su voz a mis espaldas-. ¿Qué haces aquí afuera?

-No podía dormir -Esta vez, no me moleste en cubrir el dibujo-. ¿Y tú? Deberías estar descansando, en la mañana...

Sentimientos en AcuarelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora