Capítulo 7

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"No era simple admiración de la belleza que nace de los sentidos y muere cuando los sentidos se cansan"

El retrato de Dorian Gray
Oscar Wilde

Tengo que tener en cuenta muchas cosas cuando pinto con acuarela: Tener el vaso con agua listo y en un lugar en el que no se pueda caer, tener las hojas indicadas, mis pinceles favoritos y aquel viejo trapo que nunca deseché.

Un viejo pedazo de tela que según yo hacía que pinte mejor, o que limpie mejor los instrumentos... nunca llegue a entender muy bien qué tipo de relación teníamos aquel retazo de tela y yo. Y siempre lo comparaba con Mari y su lapicero azul, Mari tenía un lapicero azul que utilizaba para todas sus pruebas escritas, según ella le daba suerte. Era su cábala.

El trapo era mi cábala.

Y ahora más que nunca sentía que necesitaba su suerte.

—Acuarelas —Respondí, comenzando a tensar el papel para evitar que se arrugara.

—Acuarelas —repitió—. Yurio me dijo que pintaría con ¿Pastel?

—Practico por el clima que puede humedecer el papel, conociendo lo perfeccionista que puede ser Yurio, seguro usa esa técnica por la facilidad de corrección que tiene. No necesita solvente y no es necesario utilizar un soporte de alta calidad para que salga bien.

Víctor no quitaba esa cara de: No entiendo mucho de lo que estás diciendo pero te escucho por respeto.

—Para mí el pastel era algo para comer y prefiero que se quede así —Sonrió divertido y miró a la lejanía.

Se quedó callado y comencé con mi trabajo; lavando los pinceles, mezclando los colores y fundiéndolos en el lienzo. A mi parecer es muy importante mantenerse concentrado, eso permite que no usemos demasiada cantidad de agua o muy poca. Es esencial al momento de querer trasmitir algo.

"El joven príncipe reposa en las aguas de la eterna juventud y sabiduría después de haber ganado aquella dura guerra contra el imperio de los números" —Decia atras.

Tal vez me había quedado traumado con las matemáticas desde que vi a mi hermana amanecerse estudiando y yo pintando a su lado.

El dibujo consistía en: Víctor, muy cómodo en las aguas termales cuyos vapores fueron remplazados por números y letras alargados que pensaba pintarlos con colores claros, sobre su cabeza reposaba una toalla pero lo cambie por un libro y el fondo era básicamente un dragón lejano que lanzaba fuego.

La fantasía no había abandonado mi cuerpo.

Estaba tan enfrascado en mi mundo que no noté el momento en el que Víctor comenzó a husmear entre mis cosas y sacó el libro que me había prestado. Ya era tarde cuando quise quietárselo de sus manos.

—Víctor —Murmuré con un hilo de voz.

—Es un muy buen libro —Dijo, ignorando mi llamado y comenzó a ojearlo, gustoso de sentir la textura de las hojas bajo sus dedos—. Fue el primer regalo de mi padre. Lo atesoro desde entonces.

Y la culpa comenzó a invadirme, era cierto que el libro estaba muy bien cuidado. De hecho yo lo habría catalogado como libro nuevo si él no habria mencionado todas las veces que lo leyó.

Quise arrebatarle el libro de un manotazo, pero caería a la nieve y se humedecería. Levantaría sospechas y al final sería peor.

—Mi frase favorita está en el capítulo 7 —llegó hasta el capítulo y al buscar dio con la imagen.

Y después todo lo sentí distorsionado, lento y lejano. Víctor miraba el dibujo con curiosidad pero a la vez podía ver como la decepción se grabada en su rostro. Y me maldije una y otra vez por ser tan impulsivo y no escuchar aquella voz en mi cabeza que me dijo que no debería hacerlo.

Sentimientos en AcuarelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora