32. Vidrios Rotos

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—¿Qué pasa?—Jae bostezó—. Son las 2 de la mañana—chequeó la hora

—Tienes que venir a mi casa, rápido—DoYoung continuaba susurrando, Jae se estregó la cara para despertarse.

—¿Pof qué?—murmuró.

—No puedo explicarte, necesitas verlo—susurró, de nuevo, su amigo.

—¿Pof qué estás susuffando?—le cuestionó Jae.

—Para no despertar a tu mamá, ahora, ponte alguna cosa encima y ven. Yo pagaré el taxi—DoYoung colgó y Jae necesitó de unos segundos más para levantarse.

Maldijo a DoYoung en su mente, cuando tuco que ponerse en pie y moverse por su habitación recolectando prendas de vestir. Encontró un pantalón de chandál y un hoodie  que se colocó sobre la camiseta de su pijama. Dejó la habitación estando en medias y se escurrió por la oscuridad de su casa. Tomó sus zapatos en manos y cerró la puerta principal cuidadosamente. La noche estaba helada, Jae tuvo escalofríos mientras amarraba los cordones de las zapatillas en el tapete de bienvenida.

Pronto se encontraba caminando calle abajo hasta la parada de taxis más cercana. Si DoYoung estaba dispuesto a pagar una carrera de su propio bolsillo tenía que ser algo realmente importante y Jae no dejó de preguntarse qué habría sucedido. Seguramente Taeil con alguna otra crisis Laurenística, o alguna cosa peor. Jae estaba de mal humos y sus pensamientos eran tremendamente depresivos cuando logró tomar un taxi y pasar la dirección de su amigo al conductor. Veinte minutos más tarde estaba a un lado del espacio de parqueo en la casa de su amigo y vio una figura apurándose hasta él llevando un pijama y una horrible bata violeta.

—Al fin—DoYoung corrió hasta el conductor, quien dándole miradas extrañas recibió la paga. Obtuvo su número de contacto para más tarde, mientras Jae salía del taxi y se quedaba quieto sobre el pavimento con las manos en sus bolsillos. 

—Jufo que si me despeftaste pof nada a media noche...—comenzó, pero su amigo simplemente negó.

—Ven acá—DoYoung esperó a que el taxi se alejara y entonces caminó veloz hasta una pequeña calle, rodeando la verja de su casa, en donde se apilaban todas las cestas de basura del vecindario completo, Jae estaba aún más confundido al seguir al pelirrojo. Caminaron detrás de la reja, Jae encendió la linterna de su teléfono ya que no había un solo poste de luz en el callejón. Se movieron y pronto Jae logró captar ruidos de vidrios quebrados, uno tras de otro. Se detuvo y sostuvo la bata de DoYoung.

—¿Estás molestando?, hay pefsonas boffachas pof allá—susurró Jae.

—Si, un borracho—DoYoung estaba más que irritado, esta vez Jae sintió su estómago revolverse.

—¿Taeil?, oh, ¿es tan malo?—Jae tragó en seco.

—Oh, mucho peor, ven y échale una mirada—DoYoung comenzó a moverse más rápido y Jae necesitó casi que correr a trompicones para seguirle el paso, pero pronto se detuvieron en un callejón más angosto en mitad de la pared de dos edificios que se les apareció en frente. Una pared estaba llena de graffiti y una persona totalmente vestida de negro arrojaba botellas contra ella. Había un montón de vidrios rotos debajo de la pared y por toda la calle, Jae entonces tembló, al reconocer los movimientos ebrios de TaeYong.

—¿Qué?—miró a DoYoung, cruzado de brazos y luciendo completamente frustrado—. ¿De dónde sacó todas esas botellas?—Jae dio un vistazo a la pila de botellas que TaeYong utilizaba como munición.

—Pues, hay un contenedor de reciclaje detrás de él que dice VIDRIO, ¿no puedes leer?—DoYoung señaló la cubeta de basura y Jae parpadeó varias veces.

—Pefo... ¿pof qué?—susurró, DoYoung gruñó.

—¿Pof qué?, ¿pof qué?, pues por ti, tonto—el pelirrojo parecía estar a punto de unirse a TaeYong en su deporte de arrojar botellas y Jae volvió a parpadear—. ¡TaeYong!—le gritó, obteniendo la mirada del ebrio encima suyo, parpadeando.

—Jae no me quiere—dijo, reventando otra botella contra la pared, causando un ruido agudo que hizo que Jae diera un brinco.

—Encárgate de eso, yo me voy a dormir, aquí hay dinero para que vuelvas a casa—DoYoung puso algunos billetes en la mano de Jae y se devolvió sobre sus pantuflas naranjas zanahoria.

Jae se quedó allí quieto, incapaz de hablar, mientras TaeYong lanzaba las botellas hacia la pared una por una. Y después de un rato, Jae hizo la única cosa que fue capaz de pensar, caminó hasta TaeYong y tomó una de las botellas vacías de cerveza.

—¿Puedo?—preguntó, TaeYong se encogió de hombros, de forma que Jae suspiró y destrozó la botella contra la superficie de concreto.

TaeYong no se detuvo un segundo, y pronto se encontraron ambos arrojando botellas en un silencio total. Se movieron sin un segundo para respirar y Jae tomó una botella de Vodka más grande, cuando sintió dedos cerrándose sobre el objeto en su mano.

—Yo la quiero—dijo TaeYong acercándose, mirando justo a sus ojos, haciendo que el chico tragara con fuerza.

Y pareció que el tiempo se detenía, a medida que cada uno observaba los ojos del contrario, cuando ambos reaccionaron en sincronía. Jae dejó que la botella de Vodka se deslizara por su mano, esta se hizo añicos sobre el pavimento, pero en realidad nada importaba mucho, porque TaeYong estampó sus labios contra los de Jae, y él agarró su ropa, atrayéndolo. El beso era urgido y pasional, llenó a Jae de tanta nostalgia. Tomó el cabello de TaeYong y lo besó salvajemente. Se movieron hacia la pared, sus zapatos aplastaban los pedazos de vidrio, pero ninguno de ellos se preocupó por eso desde que se besaban con fiereza sin dejar un momento para recobrar el aliento, Jae fue estrellado contra la pared, mientras TaeYong colaba sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

Era insano, Jae nunca había sentido tanta necesidad por la cercanía de ninguna otra persona. Besaron todo lo que fueron capaces de alcanzar -rostro, cuello-, Jae supuso que TaeYong había dejado un montón de marcas rojizas, pero él estaba igual de enardecido y mordió la piel de TaeYong unas cuantas veces. Después de un momento que se sintió eterno, ambos alejaron sus labios y atraparon sus respiraciones normales de vuelta.

—Te extrañé—susurró TaeYong.

—Yo también te extrañé—Jae apoyó su frente contra la del mayor, y las puntas de sus narices se tocaron. 

—Tú, idiota, ¿no puedes regalar una sola llamada?—TaeYong sonrió.

—¿No pudiste habef hecho todo eso antes?—Jae se rió ante su propio defecto de dicción. 

Pero TaeYong le silenció con otro beso salvaje.




No Girls Allowed «JaeYong»Where stories live. Discover now