capitulo 11

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No podía evitar sentirme afligida ante el repentino cambio a mi alrededor

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No podía evitar sentirme afligida ante el repentino cambio a mi alrededor. Tal y como lo había anunciado la reina madre, la servidumbre del palacio arribo para mejorar mi vida y la de mi familia, mi hogar ya no era el de antes, pero no solo en el exterior. Mi madre mostraba arrogancia y orgullo, por mi unión y mi nuevo título, mientras que mi padre apenas lograba dirigirme la mirada y cuando lo hacía era incómodo, porque aún podía sentir su decepción encima de mí.

Se suponía que debía hacer lo mismo que mi madre, sonreír, pero era imposible cuando el peso de una nación comenzaba a caer sobre mis hombros y esa inquietud ocasionaba que todas mis mañanas fueran grises y amargas, el sol no me calentaba lo suficiente como para animarme a seguir con el camino que yo habia elegido y por si fuera poco mis noches no eran mucho mejores, terribles pesadillas me atormentaban constantemente y en cada una de ellas lograba ver el rostro de Jane, aparecía ante mi vestida con un hermoso vestido rojo y una corona dorada ensangrentada sobre sus rizos, no lograba escuchar lo que trataba de decirme, pero lograba leer en sus labios la palabra "Traidora"

Al despertar a mitad de la noche, empapada en sudor, el recuerdo de sus palabras me angustiaba al pensar que esas pesadillas recurrentes eran un mal augurio del porvenir o quizás de lo que mi hermana deseaba para mí, ella era otro motivo para derrumbarme ante la ansiedad, su odio heria mi corazón, pero ante eso no era capaz hacer nada para justificar mis acciones, sabía que su ira no le permitiría prestar oídos a mis excusas, ella no entendería mi sacrificio y ahora que conocía a la verdadera Jane que guardaba detrás de su dulce aspecto solo podía orar y rogar al cielo que encontrara en su alma paz y perdón.

Seré la reina o al menos eso es lo que se difunde en todo el reino, pero si tan solo supieran cuánto dolor me causan esas palabras. ¿De verdad me considerarían su reina?

—Pareces un mapache—aludió mi madre malhumorada por las terribles bolsas negras debajo de mis ojos— ¿Qué pensara la gobernanta cuando te vea así?

—No he podido dormir bien.

—Pensara que somos unos padres incompetentes— respondió a su pregunta.

—Estoy nerviosa, eso es todo. Cualquiera en mi lugar se sentiría de la misma forma—me excuse.

—Comprendo perfectamente, pero mira como luces. Cualquiera pensaría que estás enferma.

—Lo sé—logre decir cuando una joven de la servidumbre del palacio entro al saloncito de mi madre para anunciar la llegada de mi nueva gobernanta.

—Hazla pasar—indicio mi madre con aire noble.

La joven asintió y volvió por la puerta, unos segundos más tarde entro en compañía de una mujer de aspecto mayor, su cabello era canoso y lo sostenía con un broche de flores sencillo, usaba un vestido verde escabeche muy conservador y elegante, por un momento me recordó mucho a la reina madre.

—Saludos, su alteza. Mi nombre es Elise Van Dorel vasalla de su real majestad la reina madre, he venido aquí para servirle.

La franqueza con la que había pronunciado aquellas palabras me dio el alivio que necesitaba para poder estar tranquila con su presencia, después de todo, era la reina madre quien la enviaba, no solo para asegurarse de los preparativos sino también para vigilarme, esperaba que la mujer que enviara seria como ella, recta y severa, pero quizás era todo lo contrario.

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