Observé mi reflejo sobre el espejo, pero no me reconocí, solo vi una joven preparada para casarse. El vestido blanco estaba cubierto de hermosos detalles plateados, el corsé acentuaba mi figura y me hacía lucir más esbelta, además el volumen de mis atributos habia aumentado considerablemente, aunque me costaba introducir aire en mis pulmones. Supe, gracias a la condesa que esa hermosa pieza de arte habia sido confeccionado y bordado a mano por los sastres más distinguidos del reino.
Sobre mi peinado fue colocada una tiara de oro blanco y de ella se sostenía un bello velo de encaje que caía sobre mi espalda. De igual forma se me otorgaron joyas que habían pasado de generación en generación entre reinas cortesanas se trataba de un collar de diamantes, un par de pendientes en forma de gota y un par brazaletes de oro blanco, el material que habia logrado hacer prospero al reino.
Antes de salir, la condesa puso un enorme ramo de flores hecho de lirios, jazmines y orquídeas, tenía la forma de una cascada y también su extensión, casi podía tocar mis pies, pero lo que llamó mi atención en toda esa ostentación fue una flor hecha de un material que no suele usarse en arreglos florales y mucho menos en un ramo de novia. Se trataba de un guardapelo algo desgastado, se notaba que el material con el que habia sido fabricado comenzaba a oxidarse.
—¿Sucede algo, Alteza?— cuestionó la condesa inmediatamente al notar mi desconcierto respecto a ese extraño accesorio
—¿Qué es esto?
La condesa se acercó y miro el guardapelo, casi con la misma intriga que yo, pero antes de que lograra decir algo sobre la pieza, la figura femenina de Katherine se hizo presente en la habitación, sonrió, pero antes de aproximarse hizo una reverencia.
—Luces preciosa—pronuncio sin borrar la sonrisa de sus labios.
—Condesa de Yuhles. ¿Podría darnos un momento a solas por favor?—solicite. Esa mañana habia estado rodeada de muchas personas, rostros que no conocía, verla ahí me dio el ánimo que necesitaba para seguir con esa locura.
La condesa alzo las cejas, sorprendida, luego unió algunos pliegues de su vestido para levantar la falda del suelo y se encamino hacia la puerta, las personas que nos acompañaban la siguieron, pero cuando la condesa cerró la puerta note una expresión de molestia en su rostro.
Finalmente tuve un momento para poder ser yo misma, me aproximé a Katherine y le di un fuerte abrazo, tuve entonces unas ganas de llorar, pero debía reprimir mis sentimientos para evitar que el esfuerzo de la condesa sobre mi rostro se viera arruinado y también para que nadie notara los nervios en mi interior.
—Helena— su voz se le quebró y al apartarme un poco vi lágrimas en sus ojos a punto de fluir—aun no puedo creer todo el daño que te he causado
—¿Qué estás diciendo?—respondí con un nudo en la garganta—tu nunca has hecho nada en mi contra.
—No directamente, pero si a tu familia. Sé perfectamente lo que este arreglo le ha hecho a Jane y posiblemente a tu padre. Por favor, perdóname.
—No tengo nada que perdonarte, este matrimonio no se llevaría a cabo si yo no hubiese dado mi consentimiento—respondí con dolor, aunque lo que decía era una verdad a medias de igual forma me sentí culpable—mi padre decidió por el bien de Jane sacarla del reino, que viera otras tierras y conociera otras personas. Sé que por ahora ella está molesta conmigo, pero esto no tiene nada que ver contigo.
ESTÁS LEYENDO
Amor De Cristal
Historical FictionEn edición Helena Hamilton es una chica tierna e inteligente. Sin embargo odia la vida social a la que esta sujeta por ser hija de un conde. Aprender a tocar instrumentos musicales, hablar otros idiomas, asistir a bailes es la tortura de cada día...