Epílogo

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La lluvia no cesaba, pero agradecí que los relámpagos alumbraran mi camino. El fango me impedía atravesar el bosque con más rapidez, estaba comenzando a cansarme, sobre todo porque mi sangre escurría por mi cuerpo, mezclándose con la lluvia y el sudor, no sabia si podría resistir.

Caí varias veces en mi intento de huir del campo de batalla, sabia que nos están siguiendo desde hace ya bastante tiempo, pero gracias a la lluvia mis pisadas eran borradas por el fango, no obstante, esos hombres son el mínimo de mis problemas.

Aquel a quien servía, aquel a quien llamaba mi rey, mi amigo, estaba muriendo sobre mi espalda. Podía sentir el calor de su sangre caer, apenas le escuchaba respirar. Estaba aún más débil y herido que yo, el pobre moriría pronto si no encontraba la manera de salvarlo.

A pesar de todo, no perdía las esperanzas porque él tenía una razón poderosa para no dejarse vencer por la muerte porque finalmente el trono de Athos tendría un heredero. Era mi deber servir hasta el final de mi vida a la corona, no podía permitir que mi rey muriera.

Mis pasos eran lentos y pesados, pero nunca en mi vida me había sentido tan decidido como en ese momento, el dolor era agónico, mis heridas sangraban más debido al peso extra sobre mis hombros, además el agua apenas me permitía ver el suelo inestable.

Tropecé nuevamente e inevitablemente caí sobre un par de rocas golpeando mi rostro contra ellas. Una punzada dolorosa azota parte de mi rostro. Mi amigo, mi soberano comienza a resbalarse de mi espalda, debo seguir adelante. Me levanto teniendo cuidado y continuó, debo ser cuidadoso y tratar de ir más rápido a pesar de la agonía. Mi cuerpo imploraba por un poco de descanso, pero esos instantes eran cruciales para él, no debía desistir en mi misión, debía continuar, debía olvidar mi propio dolor y enfocarme en mi obligación. Debía avanzar y no rendirme.

Estaba determinado a salvarlo, pero rogaba que su cuerpo resistiera un poco más, pero ya no dependía de mí, sino de él y sus razones para seguir con vida.

-Majestad- grité aunque sabia que no me respondería- lo llevaré a casa, pronto estará con la reina. Ella está embarazada, usted será padre, tendrá un hijo o tal vez una niña. Lo importante es que no se tiene que rendir, no se rinda, por favor, si me escucha debe soportar el dolor, debe continuar con vida, no importa el sufrimiento que sienta ahora, piense en la felicidad del mañana. Prometo que lo llevaré a casa, pero usted intente seguir con vida, no por mí, ni siquiera por el reino, hágalo por su familia, por su esposa, por su hijo.

Tome una gran bocanada de oxígeno y lo contuve durante varios segundos, continúe soportando mi propio dolor y avance con más rapidez, con más ánimo, creí que en ese instante es cuando podía pagar las deudas que tenía con él, debía seguir aunque me costara mi propia vida. Yo no era importante, mi vida no valía nada en comparación con alguien como él, un hombre con principios morales, un hombre que tenía y respetaba el honor que solo los verdaderos caballeros poseen. Un rey que sabia proteger y defender los derechos de su pueblo, un hombre justo y humilde.

Solo podía seguir y tener esperanzas en él, pensar en que aún había salvación para él. Haciéndome una promesa a mi mismo:

Yo Máximo Kasen salvaría al rey o moriría en el intento

Amor De CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora