Capítulo 36

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Por sugerencia del consejero Albert Burhant se convocó a todos los miembros de la corte y del parlamento a una reunión urgente, para dar a conocer la terrible noticia del ataque al rey y esperar la resolución para traerlo de vuelta

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Por sugerencia del consejero Albert Burhant se convocó a todos los miembros de la corte y del parlamento a una reunión urgente, para dar a conocer la terrible noticia del ataque al rey y esperar la resolución para traerlo de vuelta.

—Majestad—musito la duquesa Cailon en un tono intranquilo—¿Qué se hará para traer al rey de vuelta?

—No lo sé—respondí con un nudo en la garganta. Gire hacia la condesa, quien se encontraba a mi derecha, ella me miro y me tomo de la mano, yo apreté con fuerza, estaba asustada y un tanto perturbada porque, aunque era la reina, no podía ordenar y hacer mi voluntad sobre el ejército, por el simple hecho de que no era reina por herencia sino por matrimonio y para movilizar a nuestras fuerzas armadas debía tener la autorización del parlamento y la corte.

—Duquesa Cailon, por favor de la orden de que se aprese a la consorte y sea llevada al calabozo—solicite agachando la mirada, un fuerte dolor en la cabeza comenzaba a martillearme.

—¿Majestad, realmente lo cree conveniente?—expreso la condesa de Yhules algo inquieta.

—Por supuesto, mi esposo fue atacado por cromenia y ella debe ser tratada como lo que es en este lugar, una criminal.

La condesa se mostró pasmada ante mis palabras, pero pareció persuadida y obligada a cumplir mi mandato, ella asintió con la cabeza hacia la duquesa en autorización. Una vez que la condesa Florence y la marquesa Millan terminaron de arreglarme para poder presentarme por primera vez antes los hombres que podía influir en la decisión de movilizar a las tropas, nos dirigimos hacia el salón de la corte.

Debido al clima y por la situación que debía enfrentar, se me fue puesto un vestido de color blanco de orilla color verde y detalles bordados del mismo color, de manga larga y una banda que iba colocada desde mi hombro y bajaba en una tira hacia delante y otra hacia atrás, pero esta estaba envuelta en mi vestido y para finalizar la banda mostraba el escudo real, por esa razón debía portarlo con orgullo.

Al entrar a la sala una aglomeración de personas ya esperaba mi llegada, algunos asustados y otros no tanto, la mayoría ya tenían en cuenta que podría aproximarse una guerra, pero nadie previno el ataque hacia nuestro rey. Se hizo una reverencia ante mi presencia y entonces todos guardaron silencio, me miraban desde sus asientos que supuse eran habituales, puesto que cada lugar tenía una placa donde se lograban leer sus nombres y las provincias de las cuales provenían. Me dirigí hacia una silla colocada especialmente para mí sobre un pabellón y al sentarme, el consejero Burhant fue quien tomó la palabra.

—Hace un par de horas se le notificó a nuestra soberana un terrible acontecimiento imperdonable por parte del reino Cromeniano—exclamo con gran voz para que todos le escucharan—nuestro rey fue atacado y herido como declaración de guerra.

La sala inmediatamente se llenó de gritos y reclamos

—Esto no puede quedar impune, nos han declarado la guerra y debemos contestar ante esta su injuria—clamaban algunos, sin embargo, sobre los primeros asientos vi a un hombre de aspecto longevo, de barba blanca y cabello de igual tono, vestía una túnica azul y sobre su pecho del lado izquierdo había un sello real y al levantar la mano se creó el silencio, él parecía tener el único control sobre el gran número de hombres que pedían solución a lo que ocurría.

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