Mi dueño

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Hola. Sé que no es tu culpa que mi vida terminara de esta manera. Te entiendo, tu familia te obligó a terminar nuestra larga relación de casi toda una vida, casi toda mi vida mejor dicho.

Quizás la culpa ya no te invade o quizás nunca lo hizo pero, sea cual sea la opción, yo siempre te voy a esperar acá, sentado a los pies de este gran árbol que crece más y más a medida que los días pasan.

Muchas personas me vinieron a visitar durante mi estadía pero ninguna parecida a vos. Algunas sólo me miraban con pena, otras me golpeaban o insultaban y otras me alimentaban y acariciaban.

A pesar de que muchas buenas personas querían cuidarme yo me oponía. Yo te esperaría, sabía que volverías.

Meses después comenzó el invierno y hacía mucho frío. El señor de la carnicería de enfrente me dio abrigo y comida. Durante las lluvias tampoco me movía de ahí por miedo a que tu llegaras y no me encontraras.

Y así pasó el invierno, luego el verano y otra vez volvió el invierno. Pasaron los años y nunca me moví de ahí. Ese era nuestro lugar de reencuentro.

Sí, volviste pero ya era tarde. Mi cuerpo ya no respondía y mi mente ya no pensaba. Pero gracias, ahora sé que aún me recordabas.

Gracias por los años que pasamos juntos y espero que luego de que me hayas abandonado tu vida haya mejorado, tu mujer haya dejado de gritarte, tu bebé haya dejado de llorar por mis ladridos y vos hayas conseguido el trabajo que querías luego de que yo dejará de manchar tus papeles por accidente. Espero que hayas sido tan feliz como yo en tu espera. Recuerda que nunca te olvidé ni te dejé de amar, al igual que vos tampoco.

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