Simple vela

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Nació de las cenizas de la cercana muerte. Vivió como si de eso se tratara su existencia y dio toda su luz sin pensar en su final. Su muerte estaba tan cerca como esos labios carmesí llenos de aire. Tus labios únicos, capaces de apagar ese ardiente fuego.
Noches enteras viéndola flamear mientras se derretía. Hasta que una noche ya no ardió, ni siquiera se encendió. Su cuerpo no existía y su alma ya se había dispersado.
Noches enteras queriendo seguir sobreviviendo un poco más sin darse cuenta de que su vida ya se había terminado, incluso antes de consumirse por completo. 
Su débil luz ya no iluminaba en medio de la oscuridad y su llama ya no flameaba. Y, de repente, un último hilo de alma salió e iluminó con todas sus fuerzas la habitación en tinieblas. Pero todo fue en vano, se acabó, la simple luz de la vela se extinguió y con ella su viveza.


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