Devastado

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Imagina por un momento esta situación:

Estás tranquilo, sentado entre muchas otras personas que esperan lo mismo que vos. Revisas el papel pegado en la puerta y notas que luego de la próxima persona que salga por la dicha te tocará entrar a vos. Seguís tranquilo pero ahora te empiezan a temblar los dedos, quizás no estás tan tranquilo después de todo.

Alguien grita tu apellido y corres a ser atendido. Estás con tus papeles en mano e ingresar muy seguro al consultorio. Saludas amablemente al médico y le entregas los papeles. Seguías seguro de que no tenías nada hasta que comenzó a revisarlos con una expresión poco peculiar.

–¿Pasa algo doctor?

Él te mira con lástima y te pide que tomes asiento. Vuelve a mirar los papeles y te explica que dejes la seguridad afuera porque si hay algo. Ese algo está ahí hace bastante tiempo, sin embargo nunca había afectado hasta ahora. No es gran cosa, tiene solución, pero con cada cura hay una consecuencia. Si esa operación es realizada ya no podrás hacer muchas cosas, entre ellas tu actividad favorita. Aquella actividad por la que darías la vida ¿ya la pensaste? La que sea. Muy bien. A partir de mañana ya no vas a poder hacerla más. No vas a poder leer, o jugar al fútbol, o bailar, o cantar, o pintar, o tocar el piano...

Hay otros tratamientos pero ninguno resulta ser eficaz para tu caso, la operación es la mejor opción y en caso de que no aceptes habrá consecuencias peores que no poder volver a hacer eso que amas...

Tranquilo. Todo va a estar bien y vas a volver a encontrar algo que te apasione, no todo está perdido. Yo estoy pasando por eso y la depresión me está corriendo pero no logra alcanzarme, le juré que ya no volvería a verla y cumpliré mi promesa.

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