XXI

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Se podría decir que Zayn, básicamente, estaba arrastrándola. Ella cuidaba de no encontrarse con ninguna serpiente, puesto que en aquellos altos pastizales podría esconderse cualquier bicho dispuesto a atacar, mientras el caminaba de prisa, como si conociera el camino de memoria.

El sol era fuerte, pero de todas formas había allí tanto viento que el calor no podía apreciarse. Zayn paró en seco. Ella se balanceó un momento y luego vio el lugar en el que se había detenido; un frondoso árbol proporcionaba sombra, y en aquel lugar el pastizal era más corto, por lo que supuso se sentarían allí.

Pasaron la tarde escribiendo en el anotador. En total, eran doscientas cincuenta hojas las que éste traía, y sólo les quedaban quince -y cabe destacar que habían tratado de usar una letra más o menos pequeña-.

Cuando Cara plasmó en la hoja una pregunta en la que cuestionaba dónde había dejado la moto, la conversación escrita terminó. Zayn abrió sus ojos aún más que antes y se llevó una mano a la boca. Había dejado el vehículo en la carretera, y cualquier persona podría haberselo llevado fácilmente. Se levantó con rapidez y ayudó a Cara a pararse, quien, asustada, lo siguió. Ninguno de los dos había llevado sus teléfonos celulares y la noche estaba cayendo, por lo tanto, si la moto había desaparecido... estarían jodidos. Sin contar que Ashton iba a querer asesinarlo por hacer desaparecer su motocicleta.

Llegaron al final del camino y ambos soltaron un enorme suspiro de alivio. La moto seguía allí, intacta, al borde de la carretera. Ambos tomaron la decisión de volver a sus hogares.

Habían pasado un día extraordinario -evitando la parte en la que Cara se había resbalado y caído en un charco de barro y había ensuciado la mayor parte de sus prendas-. No habían parado de escribir en el anotador ni por un segundo, conversando de cualquier cosa que se les pasase por la mente, porque de alguna forma, les gustaba mantener una conversación.

Ellos no se daban cuenta que complementaban a la perfección. Cada uno tenía sus problemas, sí, pero, en compañía del otro, se olvidaban de todo por un buen rato.

Cara se dio cuenta que ya estaban de vuelta en sus casas cuando la motocicleta frenó. Esta vez salió del vehículo de dos ruedas sin problema alguno.

Zayn acompañó a su vecina hasta su casa, y, por alguna razón que desconocía, sintió una ligera decepción cuando ella se despidió de él únicamente con un beso en la mejilla.

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-Tendrías que haber salido del colegio hace cuatro horas; y además hoy tenías una cita con el doctor Wayman y no has asistido. ¿Puedes decirme dónde has estado? -le preguntó Julia impaciente por la actitud de su hijo.

-Estaba con... en el colegio. Hice servicio com... comunidad.

-¿Servicio comunitario?

-Eso -contestó distraído.

-Oh, eso es interesante, puesto que me han llamado del instituto notificando tu ausencia. ¿Dónde has estado? -alzó la voz en la última oración.

-Uh, ¿te importa? Ya soy mayor y puedo manejar mi vida.

-Primero, no eres mayor, y segundo, si pudieras manejar tu vida no cometerías atrocidades.

Zayn pusó los ojos en blanco. Su madre ya le había dado un sermón acerca de aquello. Bueno, no uno, cinco, y en todos repetía la misma y aburrida frase: «Eso que haces es malo para tu salud.»

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Cara había pasado desapercibida por su casa, y agradeció aquello. Su madre no se había dado cuenta que había llegado, ni mucho menos su padre o hermano.

Cuando llegó a su cuarto aún poseía el anotador, ya que había olvidado devolvérselo a Zayn, y, como no tenía nada para hacer en ese momento, decidió leerlo. De alguna forma, cada palabra escrita allí por él, despertaba una extraña sensación en ella que jamás había sentido.

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Te amaré de todas manerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora