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Aquel lugar era una perdición. La música alta caracterizaba el sitio como un ligero infierno. Las mujeres —escotadas, a pesar del frío que azotaba el lugar—, se movían al ritmo de ésta, acompañadas por la mirada escrutadora de los hombres. El olor a cigarro predominaba cruelmente allí, mezclándose con el de sudor y alcohol.
Un castigo para una persona normal, el cielo para Zayn. Hacía bastante tiempo que no visitaba una de esas discotecas. Tanto había pasado ya desde su última salida, que comenzaba a olvidarse de esa fantástica sensación de adrenalina y fruición que despertaba en él la música alta y el amontonamiento de gente.
Cuando Ashton volvió a pasarle otra de aquellas botellas con líquido azulado, Zayn negó suavemente con la cabeza. Necesitaba un respiro. Comenzaba a marearse, y las luces estaban jugándole una mala pasada a sus ojos.
—Necesito salir un momento —le gritó él a su amigo, ya que el ruido presente en aquel lugar les imposibilitaba oírse fácilmente.
Ashton asintió. Él también se sentía cansado, y sus pulmones le pedían aire puro con desesperación. Después de todo, estar tres horas encerrado en un ambiente lleno de gente apretujada no era demasiado beneficioso.
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—Dime lo que te ha dicho el doctor, ¡por favor! —expresaron las mano de Cara apenas Lauren y ella habían llegado a la casa.
Su madre sonrió, sintiendo como la mayoría de sus problemas y preocupaciones desaparecían de una vez por todas.
—La operación podrá realizarse cuanto antes, pero aún no me ha dado una fecha exacta. Previo a la cirugía, el médico deberá de asegurarse de que no tienes ninguna infección en el oído. La operación dura entre una y dos horas.
—¿Y el resultado? —preguntó, más que ansiosa.
—Llevará al menos unas cuatro semanas determinar si la timpanoplastía fue un éxito.
Cara asintió. Era la mejor noticia que le habían dado en años. No importaba cuanto tiempo debía esperar el resultado, lo importante era que volvería a oír, volvería a ser feliz. Y esa felicidad no se la arruinaría absolutamente nadie.
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—¿Fumas?
Zayn miró el cigarro que Ashton llevaba entre sus dedos. Hizo una extraña mueca con su rostro y luego negó.
—Vamos, eh, no seas marica.
—No me gusta —mintió. En realidad, no quería defraudar a Cara... otra vez.
—Entonces pruébalo.
—No, gracias —repitió.
—¿Es que acaso tienes miedo? Cuando seas mayor no podrás volver a hacer esto. Disfruta de uno de los mayores placeres de la vida.
Zayn lo miró molesto, frunciendo el ceño. —¿Estás loco? ¿Crees que uno de los "placeres de la vida" es acabar con ella, llenando tus pulmones de mierda?
Ashton rió con ironía, y se llevó el cigarro a los labios —¿Dónde te han enseñado eso? —dejó salir humo de su boca—. ¿En la escuela de monjas, quizá?
Cansado de las burlas de su "amigo", Zayn suspiró.
—Está bien. Dame uno.
Luego de decir aquello, se sintió arrepentido. Le había prometido a Cara que no volvería a tocar el cigarrillo nunca más. Pero, al ver el pequeño tubo ya encendido frente a sus ojos, pensó que toda promesa podría romperse... y luego, repararse. Además, ella no tendría por qué enterarse de ello... ¡Además, ella no era quien controlaba su vida!
Lo llevó a sus labios. Ya no era él. Ahora era un demonio. Un demonio que se había apoderado de él. Un demonio que había pasado encerrado bastantes días, y ahora que había logrado salir, disfrutaría hasta su último segundo de libertad.
Una sonrisa de apoderó de su rostro. Volvía a sentir aquellas sensaciones deleitosas. Sus nervios se calmaban.
Otra vez, su vida comenzaba a depender de la nicotina.
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