VIII

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Básicamente, podía abandonar aquella adicción, —o bien, simular que ya la había dejado— y así le devolvería más rápidamente el dinero. El necesitaba el dinero, debía proveerse de buenas raciones de nicotina para soportar a sus padres. Tenía una caja de cigarrillos escondida en algún lado... de eso estaba seguro. Pero temía que su madre también se la haya sacado.

Zayn subió nuevamente las escaleras y buscó desesperadamente en su habitación. La caja no estaba por ningún lado.

Se llevó una mano al cabello y lo arrastró hacia atrás. Tenía la necesidad de sentir ese amargo sabor entre sus labios.

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Lauren se acercó a su hija, quien estaba frente al piano, dejando sus manos vagar delicadamente sobre las teclas.

—Mira — dijo acercándole un folleto —. El teatro Wompshire está buscando a un pianista para una obra. ¿Por qué no te presentas?

—¿Acaso haz perdido la cabeza? Por supuesto que no lo haré. Puedo equivocarme y ni siquiera darme cuenta. Además le estaría quitando la oportunidad a personas que en verdad tienen talento con el piano.

Su madre frunció el ceño, ligeramente enfadada. —¿En verdad crees que no tienes talento con el piano? —no sabía que palabras emplear adecuadamente—. ¡Por amor de Dios!. Cualquier persona que te viera pensaría que tu vida puede girar en torno a la música.

Cara suspiró con pesadez y volvió a mover sus manos para comunicarse con su madre. —Ya basta, ¿si?. No me presentaré.

—Desperdicias una gran oportunidad.

—Una gran oportunidad se desperdició el día que íbamos a comprar el árbol de navidad cuando tenía cinco años. Que otra se desperdicie no causará gran conmoción.

Lauren se quedó sin palabras. Su propia hija lograba dejarla sin palabras.

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Zayn agradeció que fuera sábado, porque podría dormir hasta la hora que quisiera. Aunque aquel sábado no tenía demasiadas ganas de dormir. Se despertó y lo primero que hizo fue dirigirse a la ventana. Tomó los binoculares y la vio. Nuevamente, sentada frente al piano, con un flojo moño en el cabello. Podía ver con claridad como sus manos se movían sin parar. De repente ella se dio vuelta y lo vio a él. De inmediato Zayn se arrepintió de estar mirando, porque de seguro ella pensaría que el era un morboso que le gustaba espiar a sus vecinas.

Pero la reacción de ella fue completamente disinta a lo que el se esperaba. Ella le sonrió, y con un gesto con su mano, le preguntó si quería pasarse por su casa un rato. Zayn asintió con una sonrisa, avergonzado.

Ella buscó un tarro que tuviese azúcar. Tenía la necesidad de comer aquellos dulces granitos. No encontró por ningún lado.

Deseó que su madre pase por el supermercado y compre más.

La casa estaba absolutamente en paz. Luke se había reunido con sus amigos en un pequeño parque, y Lauren lo acompañaba. Su padre, como siempre, estaba en el trabajo. Por lo menos ahora tendría compañía, —además de su inútil gato, Muffin, que lo único que sabía era comer y dormir sin límite alguno—.

El apareció en la puerta. Cara paró de tocar el piano y se acercó a ésta cuando vio su reflejo en la ventana.

Zayn sostenía un anotador junto a un marcador en sus manos.

Cara sonrió y lo dejó pasar.

«Hola» escribió él en la hoja. Cara volvió a sonreír, y dibujó un vaso en la hoja, con signos de pregunta al lado.

«No, gracias» dijo Zayn a través del anotador. 

Cara se quedó pensativa unos momentos. 

«¿Puedes tocar el piano?» le preguntó él.

«¿Ahora?» 

Zayn  asintió. Cara también.

Ella caminó por la sala para luego sentarse en el banquillo del gran instrumento. Zayn la siguió, sintiéndose más alto de lo normal al ver que ella era más bajita.

Cara miró la partitura, guardando, nuevamente, los signos que ésta tenía escrito. Luego llevó sus manos al piano, donde se concentró en sus manos y los movimientos de éstas.

Le pareció que la canción había durado menos que en otras ocasiones. Miró a Zayn. Parecía petrificado. En su rostro se veía claramente un sentimiento de inferioridad.

Sus pensamientos quedaron dispersos cuando vio que ella hacía unas señas con sus manos. La música lo había transportado a otro lugar. Le había salido tan hermoso, que el creyó que había sido uno de esos sueños en los que cuando te despiertan, odias a todo ser viviente. Zayn le tendió el anotador a Cara.

«Siéntate.» expresó ella en la hoja palmeando el lado izquierdo del banquillo de madera. 

Aunque no comprendía por qué, Zayn obedeció.

«No se tocar nada» escribió Zayn.

«¿Te gustaría aprender?» manifestó ella.

No iba a mentirle. Tocar el piano había sido uno de sus mas preciados deseos desde el día que había visto a esa mujer en la televisión, que tocaba el piano con tanta rapidez que asustaba. Pero a él le había sorprendido.

«Al menos una canción» volvió a escribir ella.

Zayn asintió. Cara sonrió animada.

Ella tocó una tecla. En el anotador, escribió «Do». Tocó la tecla que se encontraba a su lado. Escribió «Re». Tocó la siguiente, y escribió «Mi». Y así sucesivamente, hasta volver a llegar a la tecla de «Do», donde comenzaba otra escala un tono más alto que la anterior. Luego le explicó las teclas negras. La primera, encima de la nota Do, era también un Do, pero sostenido. La siguiente, arriba de la nota Re, era un Re sostenido, y así hasta llegar a la nota Sib, o Si sostenido, según la interpretación de él.

Cara buscó entre las partituras hasta encontrar una canción ya traducida. Sacó del montón una que el título indicaba que se llamaba "Para Elisa", y la puso frente a los ojos de ambos.

Cara le dio una pequeña demostración a Zayn acerca de la canción.

Zayn la observó con admiración, y trató de imitarla.

Te amaré de todas manerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora