Kyle.
—Mi niño, vas a ser papá.
Amara, mi nana desde que tengo uso de razón, llega a mi despacho con un sobre en sus manos y lágrimas en los ojos, por lo que imagino que ya llegaron de la consulta con la obstetra.
— ¿Y qué quieres que haga, Amara? ¿Que llore de felicidad? Lamento decirte que no lo haré. No siento ninguna clase de emoción por todo esto.
No alzo la cabeza, pero sé que ella me está fulminando con la mirada.
Cuando Alejandra me dijo que tenía cuatro semanas de embarazo, todo en mí enloqueció. Ella no podía estar embarazada, y mucho menos de mí. Estoy furioso por su irresponsabilidad, habíamos dejado muy en claro que si yo no usaba preservativo en algún momento ella debía tomar anticonceptivos. Hacerla mía cada vez que quiero es la gloria, sin importar si la lastimo; no necesito sentir ningún afecto hacia ella. Sin embargo no hablo de un dolor físico, para mi desgracia y vergüenza jamás he podido tomarla contra su voluntad, he usado cada una de mis artimañas para seducirla y hacerla caer, y así satisfacer mis deseos.
Pero, ¡maldita sea! Es difícil no sentir remordimiento cuando escucho sus sollozos en plena madrugada, o cuando la hago tomo duro sin sentir empatía hacia su dolor.
Cuando mi padre me dijo que debía convertirme en un hombre sin importar cómo fuera, significó que tenía que seguir con los negocios familiares. La tía de Alejandra me había contratado para matarla sin dejar rastro, pero todo se salió de control cuando la vi. Quedé obsesionado con su inocencia pura. La dejé para mí, era mi juguete para saciar ese deseo que creció en mi interior desde que la vi. Mi capricho, que ahora se está convirtiendo en algo más.
La primera noche no hacía más que llorar y sólo dejó de hacerlo cuando se dio un golpe en la cabeza al intentar huir que la dejó dormida por dos días.
Intentó escapar dos veces pero falló, obteniendo como premio que le arrebatara esa inocencia que me volvía loco, y siguiera haciéndolo cada noche. Así pasó a ser mía.
Cuando le conté lo que su tía había planeado, lloró como una mocosa por semanas, Amara la consolaba como hacía conmigo cuando era pequeño.
Amara sabe perfectamente que no se debe meter donde no la llaman; ella es como la madre que nunca tuve, conoce todos mis demonios, por llamarlos de alguna manera. Le dejé en claro que permitía una amistad entre ella y Alejandra, pero sin que se metiera u opinara respecto a mi forma de tratarla. Ella aceptó, tragándose todos sus sermones.
Aunque lo oculta, sé muy bien que Alejandra disfruta del placer que le doy. Así sea brusco, ella se retuerce de gozo cuando la toco, la beso, o simplemente le hablo.
—Está bien. —murmura con frustración—. Permiso, iré a ver cómo se encuentra.
Sale del despacho y resoplo con irritación, me levanto y me dirijo a la habitación de Alejandra.
*****
Al entrar la encuentro durmiendo, pero lo que me llama la atención es que sólo está en ropa interior. Veo su cuerpo de arriba abajo: está más delgada, su piel morena más pálida de lo habitual. Su hermoso rostro tiene ojeras que la hacen parecer muerta, identifico moretones en sus caderas y piernas.
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La Obsesión De Kyle
Genel KurguÉl, a ella secuestró. Y con ella se encaprichó. Más no dejó que su inocencia engatusará su corazón. Tarde reaccionó que eso cambió. Ahora se arrepiente del dolor que le causó. En ella, creció un odio el cual no duró. Por una extraña razón su corazón...