*Alejandra*
—¿Por qué no me dices de una maldita vez que la perra de tu madre te ha comprometido con ella?
Las lágrimas son como pequeñas chispas de fuego que queman mi rostro. El enojo que recorre mi cuerpo no me permite pensar con claridad; sólo quiero sacarme de adentro toda esta puta desdicha que estoy sintiendo.
—No me hables así, Alejandra, no tienes derecho a reclamar nada, y mucho menos a exigir una explicación. A mi madre la respetas -sus dedos están apretando mi muñeca con mucha fuerza, pero él no se inmuta ni deja de hacerlo.
—Kyle... ¿te casarás con ella?
Mi voz se rompe al formular esa pregunta. Sé que su respuesta me dañará más que sus malditos golpes.
—Eso no es de tu incumbencia. Tú solo debes estar cuando yo te necesite. No mandas sobre mí, eres una mujer que lo único que ha sabido hacer en su puta vida es llorar.
Suelta mis muñecas, rojas por la presión ejercida sobre ellas. Sus palabras son como puñaladas en mi pecho, que lastiman cada parte de mí.
—Tienes razón, no es de mi maldita incumbencia; porque no somos nada, gracias a todos los dioses. También sé que soy tu objeto. Y si llorar es lo único que he sabido hacer en mi puta vida, se debe a lo miserable que tú me la haces.
Recojo el sobre que le venía a mostrar de la ecografía que me han hecho. Dos meses es el tiempo que tengo, el bebé es sólo una manchita, pero lo suficientemente grande como para ser mi ancla.
Salgo del despacho para ir a la habitación pero mis planes son interrumpidos cuando me encuentro en la sala con la madre de Kyle.
—¡Oh, Querida! Lamento que te hayas enterado así. —sus palabras son tan falsas como el pastel que hizo para el cumpleaños de Kyle el año pasado.
Esta mujer es una perra con letras mayúsculas. Desde que se mudó a la ciudad, las cenas organizadas con motivo de alguna celebración son el mismísimo infierno, principalmente a causa de sus jodidos e innumerables intentos de humillarme.
—Tranquila, María, me has hecho un favor.
Por más que siento que me derrumbo ante esta perra, jamás se lo demuestro, aun cuando su presencia hace que una nueva y desconocida versión de mí aflore a la superficie. Una versión que no hace más que sentirse irritada por tenerla cerca.
—Pues no lo parecía, ya sabes, por tus gritos como perra en celo.
—Sé que tú sabes muy bien cuáles son esos gritos porque los conoces mejor que yo, gracias a tu experiencia como perra. Pero no te preocupes, que me encanta actuar, querida. Ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer.
No dejo que diga nada más y subo a mi habitación.
—Maldita vida, Maldito Kyle -digo al aire, y me tumbo en la cama.
*****
Después de haberme quedado dormida maldiciendo a Kyle y a mi vida, escucho que llaman a la puerta y, con toda la pereza y enojo que sigo sintiendo, voy a abrirla.
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La Obsesión De Kyle
Genel KurguÉl, a ella secuestró. Y con ella se encaprichó. Más no dejó que su inocencia engatusará su corazón. Tarde reaccionó que eso cambió. Ahora se arrepiente del dolor que le causó. En ella, creció un odio el cual no duró. Por una extraña razón su corazón...