8. ¡Sophia!

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Cuando finalmente llegamos al museo, Andrew estaciona el auto a un lado cerca del lugar.

Ambos bajamos, y me coloco nuevamente mi suéter para tapar mis moretones.

Dejo mi bolso en el auto de Andrew y solamente llevo mi teléfono. Ambos cruzamos la calle y subimos las escaleras que dan a la entrada del gran lugar.

El Museo de Historia Nacional era uno de los más grandes de la ciudad. Pintado de color rojo oscuro con grandes paredes pareciendo un gran castillo.

Me detengo un momento sacando una foto del lugar. Cuando me vuelvo a Andrew me ve fijamente.

—¿Qué? —bufo—. La ocuparemos en el informe, para que la señorita Marshall vea que sí vinimos. Es mas, ven aquí, saquemonos una tú y yo para que nos vea también.

Andrew se acerca a mí y rodeo sus hombros con mi brazo derecho. Él pega su mejilla a la mía, y sostengo mi teléfono frente a nosotros. Ambos sonreímos para la foto y cuando la tomo me alejo de él.

¡Huele tan bien!

Veo la foto y sonrío.

—Nos vemos muy guapos —le digo a Andrew. Le enseño la foto y él sonríe viéndola.

—Me gusta, me la mandas después.

Asiento guardando mi teléfono en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón.

Andrew camina por delante de mí y va hasta el lugar de recepción donde le dan dos folletos. Se acerca a mí y me da uno de los folletos.

—Tenemos que incorporarnos a uno de los grupos de visitantes.

—¿Para qué?

—Para que nos expliquen todo lo de las esculturas y eso.

—Suficiente con lo de los folletos, sólo vayamos a ver el lugar y tomamos fotos.

Empiezo a caminar en dirección contraria a un grupo de visitantes y Andrew me sigue.

—No podemos tomar fotos, es prohibido.

—Oh, vamos, ¿quién se va a dar cuenta?

—Hay cámaras de seguridad.

—Ni nos deben estar viendo, seguramente están en sus oficinas, tomando café mientras miran vídeos divertidos en internet.

Sigo avanzando por los pasillos viendo las diferentes esculturas de cera, parecen tan reales que dan miedo.

Me detengo frente a una, dónde estaba un indio, lleva sólo un pedazo de tela blanca que cubre su cintura, lo demás está expuesto. Unas delgadas trenzas caen por sus hombros tiene un arco y flechas en sus manos. Me quedo viéndolo fijamente asombrada de la calidad de esas estatuas.

—¿Qué ves tanto? —pregunta Ayudador deteniéndose a mi lado—. ¿Te gusta el indio?

—Sí, estoy enamorada de él, es tan guapo y lindo. Tiene una mirada encantadora que me derrite. No sé porque hasta hoy lo tengo que conocer.

—¿Por qué siempre tienes que arruinar mis intentos de fastidiarte?

—Porque soy más lista que tú —respondo lanzándole una rápida mirada. Me centro de nuevo en la escultura, preguntándome cómo rayos hacen para que parezcan tan reales—. ¿Puedes ver lo reales que parecen esas esculturas? Porque de verdad parecen personas, y es tan espeluznante.

—He escuchado que las personas que hacen ese tipo de esculturas las hacen completamente a mano, y a veces hasta tardan un año en poder perfeccionarlas con cada detalle.

The Sound Of Your Heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora