28. Mi turno

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Más tarde, mamá me pidió bajar para la misa que se iba a hacer en honor al abuelo. No quería ir, igual que tampoco quería ir a su entierro posteriormente.

Pero tenía que ir, ya que tanto mamá como papá me habían pedido decir unas palabras, lo peor de todo era que no tenía idea de lo que iba a decir. Quería protestar, o negarme, pero mamá estaba tan mal que apenas podía hablar, papá estaba con ella y se negaba a dejarla sola un momento. Él también estaba triste, lo podía ver en su mirada pero estaba tratando de ser fuerte, por mamá y por mí.

Lo que no sabe es que yo me estaba cayendo en pedazos.

Mamá, papá, Ryan y yo fuimos juntos en un sólo auto. Papá manejaba, mamá iba a su lado, y Ryan y yo íbamos atrás.

Andrew me había dejado sola un momento después de estar en mi habitación, no lo había visto por la casa y no estaba de ánimos para buscarlo.

Ryan a mi lado, tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos, dándome un fuerte apretón. Levanto la mirada él y medio sonríe tratando de calmarme, no le sonrío de vuelta, sólo me abrazo más a él, queriendo sentir su calor y apoyo. Él no dice nada y sólo besa mi cabello, susurrando que todo iba a estar bien.

Al llegar a la iglesia, la mayoría de las personas que anteriormente estaban en mi casa, ya estaban ahí. Algunos se vuelven a vernos, mientras vamos al frente, yo no veo a nadie, ya que mi mirada se había pegado en el ataúd cerca del púlpito. Ryan, a mi lado, sostuvo mi mano con más fuerza lo más seguro notando mi expresión.

Mi corazón latía de manera extraña en mi pecho y mi boca estaba entre abierta como si quisiera gritar y no pudiera hacerlo.

Los cuatro tomamos asiento en la primera banca de la iglesia y el sacerdote, detrás del púlpito, ve a todos en el lugar. Él nos lanza una mirada y puedo ver la importancia en sus ojos.

Él comienza la misa, diciendo algunos versículo para luego explicar la muerte, como si ésta pudiera ser explicada. Veo fijamente al hombre a pesar de que no lo estoy escuchando, mi cabeza sólo parecía estar procesando lo que estaba pasando.

Estaba en una iglesia.

En una misa de muerto.

Muerto que era mi abuelo.

Una lágrima baja por mi mejilla y tomo un respiro brusco, sintiendo la cabeza pesada.

Esto dolía tanto.

Cuando el sacerdote dio paso a los discurso, me sorprendió ver a papá ponerse de pie. Fue hasta el púlpito y se acomodó detrás de él aclarándose la garganta.

—Esto es algo que nunca me imaginé que estaría haciendo, y creo que no soy el único —comienza—. Éste es uno de los momentos que ningún ser humano trata de imaginar, y si lo hacemos, nos aterra demasiado. Quisiera decir que Albert fue sólo mi suegro, pero no fue así, Albert fue como un padre para mí. Cada día con él aprendí algo nuevo y no tenía idea de lo bendecido que era por ello, además de darme el mejor regalo que he podido desear, Anna. Sé que ninguno de nosotros esperábamos esto, y es doloroso, lo sé, al igual que sé que Albert siempre estará en cada uno de nuestros corazones.

Papá guarda silencio unos instantes para luego bajar y regresar a su lugar. Mamá llora con más fuerza y se abraza a él, como si su vida dependiera de ello.

—¿Estás lista? —susurra Ryan a mi lado, apretando mi mano.

Me vuelvo a él y trato de sonreír sin conseguirlo. Suelto su mano y me pongo de pie, yendo a ocupar el lugar que anteriormente mi padre estaba.

Mi mirada va por todo el lugar, viendo como todos tienen sus mirada puestas en mí, esperando a que comience. Mi mirada se detiene en el ataúd, exactamente en la foto donde mi abuelo sale sonriente, lleno de vida y felicidad.

The Sound Of Your Heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora