5. ¿Novia?

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Fue hasta el jueves que pude presentarme en la biblioteca para ayudar a Bertha.

Y me apenaba llegar hasta ese día cuando ella estaba siendo tan considerada dejándome trabajar sólo de lunes a jueves. Sé que tenía que trabajar de lunes a viernes pero... Los viernes entrenaba sola, y los fines de semana por la mañana tenía clase de ballet (cosa que Stella, mi entrenadora, me hacía tomar) por las tarde iba a la pista y entrenaba con ella.

Stella fue una gran patinadora en su tiempo. Tuvo mucho éxito pero tuvo que retirarse al salir embarazada de  su primer hijo. Le había preguntado en su tiempo si alguna vez se había arrepentido de haberlo hecho y ella me dijo: "Arrepentirme de haber dejado el patín sería como arrepentirme de haber tenido a mis hijos". Ahora tenía dos hermosos niños de nueve y doce años.

Cuando entro a la biblioteca el olor a libros llena mis pulmones. Era un olor exquisito para todo lector/a empedernido.

Como yo.

Así que ver las grandes columnas de libros era un paraíso. Varias mesas están en el lugar para que los estudiantes puedan ir a sentarse y leer o hacer trabajos.

Éste era uno de mis muchos lugares favoritos.

Voy hasta la recepción donde Bertha está detrás del mostrador. Ella levanta la mirada de su libro, y me ve sobre sus gafas con una sonrisa.

Bertha era ya una mujer mayor. Me había contado que no había podido tener hijos, pero que estaba casada con un buen hombre. Trabajaba aquí ya hace un tiempo así era querida por muchos pero también odiada por pocos. No sé que clase de personas podían odiar a Bertha. Ella es una gran persona. Sus arrugas eran marcas de sabiduría al igual que su cabello blanco, sus ojos eran de un verde oscuro y estoy segura que fue muy hermosa en su juventud.

—Hola, Keykey —me saluda al verme. Había olvidado decir que Bertha también me llamaba así aparte de Paul y Louis.

—Hola, Bert —suspiro—. Lamento venir hasta ahora, pero estaba tan ocupada terminando de acomodar todo de mis clases, en la recámara, mis horarios.

—Está bien, cariño. No hay problema.

—¿No estás molesta?

—Claro que no, sé que tienes una agenda muy ocupada. Así que agradezco que estés aquí.

—Gracias a ti, mejor dicho —rodeo el mostrador. Y entro dejando mi bolso a un lado—. Bien, ¿qué puedo hacer?

—Porque no llevas esos libros —apunta al carrito a un lado lleno de libros viejos—. Y los colocas en su lugar. Ya sabes cómo ¿no?

—Sep, sección y número de edición.

—Muy bien.

—A sus órdenes mi generala —hago mi saludo militar y Bertha ríe al igual que yo. Tomo el carrito y voy hasta la sección de ciencias dejando ahí algunos de los libros.

Reviso los demás, justo los más grandes y pesados, literatura inglesa. Busco el pasillo y busco la colección a la que pertenecen. Resulta ser la última que está hasta arriba, al final del estante.

Busco una escalera y cuando la encuentro la acomodo bien. Ato mi cabello en una coleta alta porque estaba empezando a molestarme. Tomo tres de los libros más pesados y comienzo a subir los escalones tratando de no caerme ni de dejar caer lo libros. Cuando finalmente llego arriba, suspiro y trato de tomar el primer libro pero es tan pesado que cae de mis manos y golpea el suelo en un ruido sordo.

—Mierda —protesto.

—¿Esto era lo más importante qué tenías que hacer que ir al museo conmigo?

The Sound Of Your Heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora