¿Conocéis ese dolor agudo en el costado?¿Ese que os hace lamentaros por no haber hecho todo el deporte que deberíais? ¿Por no haber llevado una alimentación más saludable? Era como si toda esa comida basura se estuviera riendo de mi entre gorgoteos y retorcijones. Sentía unas extrañas palpitaciones subiendo desde la boca del estómago. El Déjà vu de un vómito que intenta salir y no puede porque su camino está bloqueado por un flujo de aire que entra y sale de forma frenética. ¿Adrenalina? ¡Y una mierda!
No sé cómo llegamos hasta el sistema subterráneo de alcantarillado municipal. Tengo un vago recuerdo de putillas semidesnudas persiguiéndonos, helicópteros zumbando en el cielo como moscas alrededor de una mierda de ciudad y coches bloqueando cada posible salida. En algún momento entramos en un edificio por una puerta y salimos por otra. Plumas. Si, no me preguntéis, tampoco sé como acabé cubierto de plumas. Puede que nos escondiéramos en una fábrica de almohadas o que nos violasen los ángeles del apocalipsis. No descarto nada. Todo era una nube de humo que nacía y moría alrededor de Tinman:
– ¿Se puede saber qué estás haciendo Bip-Bip? ¿Quieres que nos maten?
– Que-que estoy haciendo... ¿Yo? – aún me costaba respirar – ¡Que estás haciendo tu! – estaba algo mareado – ¿¡A que viene ese numerito de superhéroe cleptómano!? Nos pasamos horas recorriendo la ciudad en el más absoluto silencio para evitar ser detectados y... ¿¡Y te lanzas de cabeza contra las máquinas!?
– ¡Pero si te expliqué el plan! Lo único que tenías que hacer era romper la boca de incendio que había a la entrada del burdel. De ese modo, cuando yo saliera, las Dominatrix se mojarían y se estropearían.
– ¿¡Que!? ¿¡Cuando se supone que me explicaste eso!?
– Oh – miró a la nada, pensativo –. Que fallo...
– ¿Y ya está?¿Eso es todo lo que tienes que decir?
– Tengo hambre. ¿Y tú?
Grité, maldije y me tiré de los pelos de la forma más dramática que podáis imaginar. Era como hablar con una pared. Como intentar convencer a una pared de que es una pared. Como darse mil cabezazos contra una pared. Bueno, ya me entendéis. Un par de horas más así y me convertiría en una versión friki de Jack Nicholson en "El resplandor". Por si acaso, para evitar ese futuro incierto, recurrí a la ayuda de un viejo amigo en busca de consuelo:
– Hola Spike...
– ¡Hola! – dijo, con la misma alegría de siempre – ¿Qué tal te encuentras?
– ¡Cuidado Bip-bip! – exclamó Tinman, intentando golpear a Spike con un bate de beisbol... ¿Desde cuándo tendría ese bate?
– ¡Eh, eh! ¡Espera, espera!
– ¿No está infectado? – miró de reojo mi portátil – No se ha transformado. Parece antiguo. ¿Puedo? – apartó el bate y se acercó con cautela, sin dejar de mirar la pantalla – Qué es esto de "Chicas calientes de..."
– Vale, se acabó – me sonrojé –. Yo me largo de aquí, esto es demasiado para mí – comencé a alejarme – ¿Sabes? Lo he intentado. De verdad. Todo esto del fin del mundo siempre me ha parecido una pasada, pero ahora que lo vivo en mis propias carnes me doy cuenta de que no estoy hecho para esto.
– Bip-bip... – su tono de voz denotaba tristeza
– No, no intentes detenerme. Busca otra salida. Yo sobreviviré por mi cuenta y, si tiene que llegar mi hora, con mucho gusto meteré la cabeza en una máquina de algodón de azúcar. Al menos tendré una muerte dulce.
– No puedes marcharte Bip-bip. No puedes hacerme esto, por favor.
– Por... ¿Por qué no? – me di la vuelta, una lagrima descendió por mi mejilla
– Tienes los generadores de oxigeno.
Era cierto. Sin saber cómo, llevaba atados a mi espalda los dos generadores robados. El broche final a la gran actuación del mago de Oz. Recorrí la distancia que nos separaba y los tiré a sus pies, junto a todos los desperdicios de la sociedad que se habían acumulado en el subterráneo a lo largo de los años. En ese mismo instante, cuando estaba a punto de alejarme para siempre de aquella pared (a pesar de tener que clavarme la espada), Spike habló:
– A dos cientos metros, gira a la derecha – Tinman y yo nos miramos, extrañados
– ¿Qué dices Spike?
– Me pediste que buscase otra salida. Sigue recto y, a dos cientos metros, gira a la derecha. Según la información GPS, llegarás hasta un concesionario de vehículos que todavía no han sido conectados a la red.
– Robotito, toda la ciudad nos está buscando. ¿Cómo pretendes que salgamos? – preguntó Tinman – Es obvio, no he dicho nada. El coche nos camuflará. Vamos Bip-bip, no perdamos más tiempo.
Recogió los generadores del suelo y me los volvió a poner en la espalda. Quizás fue por su determinación, quizás por su innata cualidad de líder mezclada con mi actitud sumisa, pero lo cierto es que, una vez más, consiguió que lo siguiera. Guiados por Spike, abandonamos el subterráneo y nos adentramos en la hostilidad de la ciudad. Doscientos metros después y un giro a la derecha nos llevaron hasta el concesionario. No había ningún enemigo a la vista:
– Dime Spike, ¿Que hacemos ahora?
– Todos los vehículos deberían estar abiertos. Conéctame al puerto USB de cualquiera de ellos y piratearé su sistema para poder arrancarlo. Esto consumirá la poca batería que me queda, pero te proporcionará una salida.
– Eres un autentico héroe robotito – afirmó Tinman
Busqué con la mirada el coche más cercano, corrí en su dirección, abrí la puerta, conecté a mi buen amigo al puerto USB y, cuando su luz se hubo apagado, el vehículo arrancó:
– Colega, es la hora. Abandonemos la ciudad.
– ¿Crees que estaremos a salvo?
– Seguro que si, Bip-bip, seguro que si – me miró –. ¿Sabes conducir?
– No... ¿Y tú?
– No.
Conclusión, nos fuimos andando.
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La insignificante vida de un cazabots
Science FictionMi historia no es la típica historia apocalíptica en la que las máquinas se hacen con el control del mundo tras una masacre sin precedentes. Olvidaos de los perfectos héroes, de las hermosas damiselas y del monstruo malvado. Este es el paraíso de lo...