Capítulo 16 - El plan

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La granja del tío Sam era un lugar muy acogedor. Según nos contó el anciano, había llegado allí después de que las máquinas atacasen su verdadero hogar. Me desconcertó bastante el hecho de descubrir que aquello había ocurrido hace más de siete semanas. Al parecer nos habíamos echado una buena siesta durante nuestra estancia en el otro lado.

Convencido de que él era el único superviviente, decidió invertir su tiempo en convertir un mero lugar de trabajo en una reliquia "Vintage". Si bien la mayor parte del trabajo ya estaba hecha debido a que la granja era una retro-atracción turística, Sam la completó añadiendo una enorme colección de discos de vinilo que iban desde AC/DC hasta ZZ Top, pasando por Bananarama, Eagles, Oasis, Queen, The beach boys y muchos más.

Sobre una mesa de madera estilo industrial, con ruedas de vagoneta en las patas, descansaban cámaras de fotos tales como una "Rolleiflex Automat" de 1937, una "Kodak Instamatic 100" de 1963 o la hermosa "Polaroid SX-70" de 1972. Por si todo eso no fuera suficiente, la carrocería de un "Chevrolet Impala" de 1967 (si, si, el mismo que salía en la serie "Sobrenatural") hacía las veces de cama para aquel viejo y risueño paleto.

Tinman y yo tuvimos la oportunidad de conocernos un poco mejor. Después de una deliciosa comida, y de un par de copas, comenzó a hablarme de su mujer y de su hija. Aunque no me corresponde a mí hablar de ellas, lo que sí puedo decir es que, desde que las perdió a manos de las máquinas, el apocalipsis se convirtió en su cruzada personal por encontrarlas:

– Y así fue como empezó mi adicción por estos dulces caramelos de sabiduría – dijo mientras agitaba un bote de anfetaminas – Encontraré las respuestas, colega...

– Y yo te ayudaré en todo lo que pueda, amigo – estaba empezando a deprimirse, así que cambié de tema – Por cierto, hay algo que ha dicho Sam que me está mosqueando, ¿De verdad han pasado más de siete semanas desde que empezó esto?

– Seis, siete, ocho... – guardó el bote – Si, más o menos

– ¿Y qué has estado haciendo todo este tiempo? Bueno, al menos desde que me dejaste solo ante el peligro en las alcantarillas – bromeé

– No me quedaba otra opción, creía que habías entendido mi explicación

– ¿Explicación? – unas palabras inconexas regresaron a mi mente – Recuerdo algo así como "Vienen... Bip-Bip... Dos... Siento... Volveré..."

– Que paciencia tengo que tener contigo – puso los ojos en blanco – Dije: "Vienen los raptores, Bip-Bip. Seguro que buscan a dos personas. Tengo que pensar en algo." – suspiró – Entonces me quité el disfraz y se lo puse al cuerpo sin vida de tu abuela. Me despedí, dije que lo sentía y que volvería a por ti – puso su mano en mi rodilla – Pero tú te tuviste que dejar capturar... siempre complicándolo todo – iba a responder, pero Tinman siguió hablando – Seguí a los raptores hasta la base secreta y me las ingenié para entrar, pero cuando llegué no había nadie... a excepción de un tío en silla de ruedas que me daba muy mal rollo – se puso de pie – Hombro con hombro, trabajamos duro intentando desvelar los secretos del viaje interdimensional – dio estocadas al aire con una espada invisible – Y así, cuando lo conseguimos, fui a rescataros – me miró, sonriendo – Soy un héroe

– ¿Y sigues desnudo desde entonces? – no respondió

Sarah entró de improviso en la habitación y, al ver a ese peculiar hombre desnudo luchando contra molinos de viento, se tapó los ojos y se quedó en la entrada (más fuera que dentro):

– Chicos, perdón por interrumpir lo que sea que estéis haciendo – tosió – Creo que deberíais venir al salón. Hemos tenido una idea que podría sernos de ayuda a todos.

Sin demora, acudimos al salón. Sam, que se encontraba toqueteando unos cables cerca del superordenador, nos lanzó una de sus desdentadas sonrisas y habló como sólo él sabía hablar:

– ¡Ieeeee! – nos saludó – La hermosha Sarah y yo hemoh pensaoh en cómo decubrih lo que quieren etah máquinah del demonio – miró a Sarah – Madam

– Según me ha contado Sam (que al parecer se ha leído todos los manuales que ha encontrado en este lugar), a diferencia de los dispositivos electrónicos habituales este superordenador tarda una media de tres minutos en descargarse cualquier actualización de software del servidor principal – hizo una pausa – Sabiendo eso, hemos pensado que podríamos intentar encenderlo, conectarnos al servidor, extraer información y apagarlo antes de que se convierta en una amenaza – me miró – Bip-bip, tu trabajabas para CÚPULA, ¿No es cierto?

– Emmm... Sí, pero... ¿Cómo sabes tú eso?

– Me tomé la libertad de echar un ojo rápido a tu expediente digital mientras te recuperabas del viaje interdimensional – me guiñó un ojo, me sentí violado – Si sale bien, quizás podamos averiguar algo más sobre este fin del mundo tan repentino

– Perdón por mi ignorancia pero...

– Tranquilo, Bip-bip, estas perdonado -interrumpió Tinman

– Si... Gracias – lo ignoré – Lo que me gustaría saber es de que sirve que yo trabajase para CÚPULA. Si leíste mi expediente sabrás que dejé el trabajo.

– Este superordenador pertenece a esa empresa, por lo que se necesita un usuario registrado en el sistema para acceder. Trabajabas en el área de seguridad informática... ¿No tenías un código de acceso? ¿No recuerdas alguna puerta trasera?

– Cada usuario tiene su propia contraseña – pensé – Si alguien deja el trabajo es eliminada de forma inmediata, es imposible... – se encendió una bombilla en mi cabeza – Exceptuando algunos usuarios genéricos con contraseñas que cambian mensualmente... y que siguen un patrón que yo conozco

– Parece que ya tenemos un plan – Sarah se cruzó de brazos, triunfante

Todos teníamos nuestros propios fantasmas, preguntas que necesitaban una respuesta, y supongo que fue eso lo que nos dio la valentía necesaria para ejecutar ese descabellado plan. Tres minutos. Tan solo tres minutos para descubrir la verdad oculta tras la rebelión de las máquinas. Una carrera contrarreloj en la que nos jugábamos mucho más que nuestras vidas. El futuro de la raza humana pendía de un hilo, y solo nosotros podíamos salvarlo.

Tinman, que había permanecido en silencio la mayor parte de la conversación, se acercó a los discos de vinilo y cogió uno. Levantándolo sobre su cabeza como si fuera el rey León, dijo:

– Todo plan necesita un buen nombre, y creo que este es el adecuado.

La insignificante vida de un cazabotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora