Comparada con nuestra increíble huida, la fuga de Alcatraz fue un juego de niños. Nuestro objetivo era escapar de una prisión de pasillos clónicos e interminables, cual sueño recurrente, mientras "robocops" de la era post-futura nos pisaban los talones. Imposible, ¿Verdad?
El "piuw, piuw" de los rayos laser nos rodeaba, envolviéndonos en un mortal y afeminado arcoíris. Con cada paso, una cegadora lluvia caía sobre nosotros haciéndonos sentir como Gene Kelly en "Singin' in the Rain", con la sutil diferencia de que llovían cristales en lugar de leche. Solo faltaba una banda sonora de fondo para convertir la situación en un remake barato de Star Wars. Perseguidos por el Gran Ejército de la República, yo sería Han Solo, mi "yo" alternativo Chewbacca, los monitos R2-D2 y C-3PO y las chicas... dos sexys princesas Leia recién rescatadas y dispuestas a "todo" por la ayuda prestada.
Por desgracia, al igual que en las películas, los protagonistas acabamos acorralados. Habíamos llegado a un callejón sin salida. Era como si alguien hubiera puesto aquella cápsula solitaria en mitad del camino para evitar que escapásemos. En su interior, una densa niebla verdosa de gas somnífero pululaba como moscas encerradas en un tarro:
– ¡Mierda! – exclamó la Sarah de ojos azules al mismo tiempo que golpeaba el cristal con los puños – ¡Estamos atrapados!
– ¿¡Podríamos intentar saltar!? – todos me miraron – Ya sabéis, uno se sube a la chepa del otro como en el circo... – intenté recuperar el aliento – Y luego "fiuuu" – dibujé una parábola con la mano, simulando el salto – Libres.
– ¡No hay tiempo! – dijo mi Sarah – ¡Ahí vienen!
Sus armas nos apuntaron con decisión, no hacían falta las palabras. Íbamos a morir:
– ¿Así es como acaba una vida? – sus ojos azules estaban enrojecidos
– Ayúdame, Obi-Wan Kenobi... eres mi única esperanza – dijo mi otro yo
– No... no... – murmuró Sarah – No te separes de mí – me abrazó con fuerza
Dicen que, cuando estas a punto de morir, ves pasar tu vida frente a tus ojos. Yo no recuerdo lo que vi, pero fuera lo que fuera debió de ser tan traumático que una faceta suicida, desconocida hasta el momento, surgió de mi interior... haciéndome saltar al abismo entre la vida a la muerte. La moneda giraba, sin control. Cara o cruz. Vida o muerte:
– ¡Tengo una idea! – grité sin previo aviso (incluso los robots se asustaron)
Siguiendo los pasos de Will Smith en "Soy leyenda", pero sin una granada en la mano, aguanté la respiración, corrí hacia el cristal que había detrás de mí y lo golpeé usando todo el peso de mi cuerpo, reduciéndolo a añicos. Una verdosa llamarada de gas salió disparada en dirección a los robots, engulléndolos. Durante unos segundos creí que lo había conseguido, pero cuando se disipó la nube sus armas seguían apuntándonos sin el más mínimo cambio:
– Pensé que afectaría a su parte humana y se dormirían – me encogí de hombros
Las miradas de mis compañeros, llenas de decepción, acabaron con toda esperanza. La moneda casi había caído, y la cruz se cernía sobre nuestras cabezas como una guillotina.
El pelotón de fusilamiento se colocó en fila. Las pistolas laser emitieron una luz multicolor. El aire se enrareció. Todo era cada vez más oscuro a nuestro alrededor y, al final, cuando escuchamos el "click" que precedía al disparo y nos sumimos en la resignación... dos sombras humanas se proyectaron en el suelo. Los robots bajaron las armas y, ante la atenta mirada de todos los allí presentes, David Bowie y Freddie Mercury salieron de la cápsula y entraron en el improvisado escenario de la forma más épica posible:
– Tócala otra vez, Bowie – dijo Freddie
Bowie sacó un pequeño reproductor de música y, en ese preciso instante, las primeras notas de "Under Pressure" comenzaron a sonar. Con paso firme, Freddie caminó hacia los robots, haciendo girar un micrófono como si de una honda se tratase:
– Mmm num ba de – farfulló – Dum bum ba be – susurró – Doo buh dum ba beh beh – mirada desafiante – ¡Pressure! – exclamaron
El micrófono sobrevoló los últimos metros de distancia como un proyectil y se estampó contra la cabeza de uno de los robots, haciéndola estallar en mil pedazos. La pistola que sujetaba disparó hermosos rayos hacia el techo, iluminando el lugar. Los otros robocops tardaron demasiado en reaccionar. Era el turno de Bowie:
– It's the terror of knowing what the world is about – cantó mientras corría hacia los enemigos – Watching some good friends screaming – saltó sobre ellos – ¡Let me out! – los dos artistas gritaron y atacaron a la vez
Con habilidades casi sobrehumanas, esquivaron cada uno de los disparos mientras cantaban, sincronizados a la perfección. Los puñetazos y "microfonazos" surcaban el aire al ritmo de una canción que nunca imaginé tan violenta:
– ¡People on streets! – Bowie – Ee da de da de – Freddie – ¡People on streets! – Bowie, patada – Ee da de da de da de da – Freddie, cabezazo
Cuando quisimos darnos cuenta, la batalla y la canción estaban llegando a su fin:
– This is our last dance – un montón de robots muertos bajo sus pies – This is ourselves – habían ganado – Under pressure
Una actuación tan asombrosa debería de haber acabado con una ovación sin precedentes, pero fue trágicamente impedida cuando un robot gigante, tamaño Decepticon, cayó del cielo aplastando a nuestros salvadores y cubriéndonos de vísceras. El colosal monstruo mecánico nos apuntó a la cara con sus ametralladoras Schwarzenegger justo antes de que una extraña luz apareciera bajo sus pies, desintegrando el metal y haciendo caer a la bestia de espaldas contra el suelo. Del interior de la luz surgió un hombre desnudo que aterrizó ante nosotros con pose de superhéroe. Yo le miré, el me miró, y fue entonces cuando, aunque tardé en reconocerlo sin su disfraz de hombre de hojalata, supe que todo iba a ir bien:
– Venid conmigo, si queréis vivir – dijo Tinman
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La insignificante vida de un cazabots
Science FictionMi historia no es la típica historia apocalíptica en la que las máquinas se hacen con el control del mundo tras una masacre sin precedentes. Olvidaos de los perfectos héroes, de las hermosas damiselas y del monstruo malvado. Este es el paraíso de lo...