Capítulo 22 - Expediente Tinman

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De sentirse como un héroe a ser un héroe hay un abismo. Lo intenté, de verdad que lo intenté. Investigué las pistas como un auténtico sabueso, solo me faltaba una gabardina vieja y un puro para que me llamasen "Columbo". Interrogué a los testigos haciendo de poli bueno, de poli malo e, incluso, de poli retrasado mental... pero todo fue en vano. ¿La razón? Habían pisoteado las pistas y acojonado a los testigos. ¿El responsable? Tinman:

– Vaya, vaya... ¿Me pitan los oídos?

– Si, Tinman, me temo que tengo que cederte este capítulo de mi historia

– No, enserio, no sé si me pitan los oídos o no. Noto un pitido, pero no se me ocurre forma humana de que mis oídos puedan emitir ese sonido. ¿Tendré un grillo dentro?

– Necesito que cuentes a los lectores lo que ocurrió con las llaves del Last Frontier

– Entendido... ¡ejem!... La banda sonora de mi vida era un agradable Chill out con...

– No, no, no... No empieces por el principio. Céntrate solo en esa parte, ¿Vale?

– A sus órdenes, ¡Oh capitán, mi capitán!

– Dios, por favor, baja de la mesa y empieza...

¿Por dónde empiezo? ¿Os han contado ya lo de la salchicha? Pues veréis, estaba yo tan tranquilo en mi celda colgando la ropa cuando, sin previo aviso, veo el cabezón de Bip-bip asomándose por el agujero de la puerta. Al parecer necesitaba mi ayuda, no sé. La cuestión es que comenzó a hablar sin parar y yo pensando "¿Si le meto una salchicha en la boca se callará?". Por casualidad tenía una a mano y sí, se calló. Aunque solo hasta que llegó Samito.

Aquel crio tenía unos calcetines muy chulos, de hecho en mi módulo de memoria tengo todo un capítulo dedicado a ellos. Supongo que ya lo leeréis, así que me centraré en lo importante, no quiero cabrear a la princesa... ¿Veis? Ya me está mirando mal. Oh, cierto, que esto solo se puede leer. Espera, ¿Se están escribiendo estas tonterías? ¿Y esta luz roja? ¡¿Qué cojones?!

– ¡Maldición, Tinman, sigue contando la historia!

– Bip-bip, ¿Qué es esta luz roja?

– Significa que el módulo de memoria se está grabando

– No recuerdo esta luz roja

– ¿Cómo es posible que no lo sepas si fuiste tú quien inventó esto?

– ¿Sabes? Hay muchas probabilidades de que mi módulo no se llegase a grabar

– Ains... Termina este capítulo sin desviarte del tema y te enseño a grabarlo, ¿Vale?

Puta vida. En fin, como iba diciendo, unos calcetines preciosos. Samito y Bip-bip se marcharon, así que, tras quitarme los pantalones y colgarlos de mi percherorca (patente en trámite), me senté sobre la cama y seguí contando las anfetaminas que me quedaban. Tarea bastante frustrante si tenemos en cuenta que acababa de ingerir un par de cápsulas.

Durante el decimoctavo intento, cuando casi había terminado de contar las últimas cápsulas, el cabezón de Bip-bip volvió a aparecer. Por desgracia, ya no me quedaban salchichas... así que no tuve más remedio que escucharle. Para mi sorpresa, fue una conversación bastante productiva. Resulta que la aspirante a Hitler tenía unas llaves que abrían las puertas de salida, pero nadie sabía dónde las escondía. Bip-bip, el pobre, se había propuesto encontrarlas.

Al enterarme de esto, claro está, entenderéis mi reacción. El chico tenía buenas intenciones, pero la acabaría cagando. Necesitaba mi ayuda una vez más. Cuando se marchó, abrí la puerta de la celda y me dispuse a iniciar una investigación en solitario... pero allí estaba Samito:

– ¿Cómo haz abierto la puerta? – su pelo cortado a tazón me hizo gracia, me recordaba a Jim Carrey en "Dos tontos muy tontos" – ¿Erez ezcapizta?

– Tengo la llave – se la enseñé – Estaba en el bolsillo del carcelero – tiré la llave, ya no me hacía falta –. Si no quería que la tuviera podría haberla escondido mejor

– Ezo ez cierto zi – enserio, que corte de pelo más cutre – ¿Y a donde vaz?

– Mi amigo Bip-bip necesita ayuda, el pobre no acepta sus limitaciones

– ¡¿Puedo ayudarte?! – daba saltitos de la emoción, no pude evitar darlos yo también

– Vale, pero si vamos a trabajar en equipo necesitamos nombres en clave... algo así como "Mulder y Scully, del FBI" o "Starsky y Hutch"

El pequeñajo se quedó pensativo, puede que fuera a sugerirme algún nombre. Nunca lo sabremos. Salí corriendo en busca de mi primer interrogatorio, y él me siguió:

– ¡Señora! – me acerqué a una sospechosa anciana que pelaba patatas – ¡¿Dónde están las llaves?! – le quité la patata, le di un mordisco y se la devolví

– ¡Pero qué demonios estás haciendo, desgraciado!

Estaba claro que la señora tenía experiencia en interrogatorios. No paró de lanzarme patatas hasta que desaparecí de su campo de visión. No me preocupé, había mucha gente allí, alguien sabría donde estaban las llaves. Samito me sugirió que probase una táctica menos directa:

– Disculpe – era el turno de una mujer que daba el pecho a su bebé – ¿Podrías ayudarme a conseguir algo duro, suave y largo, quizás pequeño, que abre cosas? - mi compañero se tapó la cara con la palma de la mano, la mujer gritó

– Se lo que estáis pensando – probé con un grupo de veinteañeras – Si disparé las seis balas o solo cinco – yo tampoco sé de donde saqué una pistola –. La verdad es que, con todo este ajetreo, también yo he perdido la cuenta – huyeron despavoridas

– Mamá siempre decía – la doctora seguro que sabía algo – La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar... ¿Me das las llaves? – fue las más amable de todas, incluso me dijo que era un chico especial, pero no sabía nada

– Yo he visto cosas que vosotras no creeríais – di un discurso en mitad de una gran sala – Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser – me miraban, expectantes – Todos esos momentos se perderán en el tiempo – hice una pausa – Como lágrimas en la lluvia – era el momento – Es hora... ¡De que me digáis donde están las putas llaves!

Qué os voy a contar. Ni mi sutil encanto ni las palabras de algunas de las grandes obras del cine como Harry el sucio, Forrest Gump o Blade Runner pudieron convencer a aquellas personas para que me dijeran algo. En su lugar decidieron perseguirme y acorralarme contra una puerta que no tuve más remedio que atravesar:

– ¿Tinman? – era Bip-bip, incrédulo como de costumbre – ¿Qué haces aquí? ¿Qué es todo ese ruido? – me miró de arriba abajo – ¿Dónde están tus pantalones?

La insignificante vida de un cazabotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora