Capítulo 30 - Virus

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"Su nombre es una incógnita, y su simple existencia una abominación", esas fueron sus palabras. Las preguntas vienen y van, pero las respuestas... las respuestas son para toda la vida. Cleopatra fue tajante con su respuesta, y sesgó con su lengua viperina la vida de mi pregunta. No obstante, el oráculo era la verdadera Parca. Un ente misterioso que acechaba desde las sombras de nuestra propia ignorancia, aguardando el momento oportuno para saltar sobre nosotros con su guadaña de sabiduría:

- Pues eso no me parece una respuesta - matizó Vanessa - Cleo, preciosa, si me he apuntado a este equipo lo mínimo que puedes hacer es dejarme las cosas claras, que sino luego no me entero de nada

- Van, hermosa, si no me dejas de interrumpir lo que te aseguro que va a quedar claro es la marca de mi mano en tu rostro - lanzó una bofetada al aire

- Touché - respondió, a la vez que fingía recibir la bofetada

- Como iba diciendo, ejem, su nombre es una incógnita, y su simple existencia una abominación. Llegó sin previo aviso y, en cuestión de horas, devoró todo lo que encontró a su paso. Máquinas, objetos o personas, daba igual. Cualquier cosa que tuviera un microchip caía bajo sus garras, convirtiéndose en marioneta de guerra - inspiró fuerte, exhaló despacio y siguió hablando - Dos años, dos largos años de lucha sin fin contra un ser invisible... hemos sufrido mucho, perdido aún más y nuestras defensas están en un momento crítico. El escudo protector que rodea la ciudad evita que nuestra tecnología se vea afectada por su brujería, pero de algún modo ha logrado penetrarlo y ya hemos tenido los primeros ataques desde dentro. Creíamos que todo estaba perdido, hasta que llegasteis.

- Será mejor que no escuches esto, Teddy - Tinman tapó las orejas de su osito

Las puertas del templo, que habían permanecido cerradas durante aquel monólogo, se abrieron de par en par. Sin más preámbulos, nos adentramos en la boca del lobo y nos dejamos guiar por la tenue luz de viejas lámparas de aceite. Si, Cleopatra nos había llevado hasta una especie de templo budista-futurista. Me salté esa parte, perdón:

- Desde 1843, y hasta su muerte en 1852, Ada Lovelace, la primera programadora de la historia, y Charles Babbage, el padre de la computación, trabajaron en secreto en la creación de lo que ellos denominaron "máquina analítica" - se detuvo, cogió un candelabro y continuó caminando - Es curioso, siempre hemos enseñado a los niños que las limitaciones tecnológicas de la época les habrían impedido construir dicha máquina... cuando deberíamos haberles enseñado que el único límite del ser humano es su imaginación - el pasillo se estrechaba, la única luz era la del candelabro de Cleopatra - Tras la muerte de Ada, Babbage quedó destrozado. Abandonó el proyecto durante varios años hasta que, un día, revisando las notas de Ada, descubrió algo que no solo le hizo retomar el trabajo, sino que lo animó a llevarlo hasta el siguiente nivel. Encontró en los conocimientos de Lovelace la llave de la eternidad, una eternidad que ella se había ganado y que, por consiguiente, se merecía tener

Pasado el umbral de una chirriante puerta de madera, una sala de dimensiones colosales nos golpeó en la cara con su grandeza. Kilómetros y más kilómetros de pasillos estrechos formados por estanterías cuyo rastro se perdía en la oscuridad del techo. Todas ellas envueltas y unidas por cables infinitos, adornadas con un sin fin de bombillas que latían en perfecta armonía:

- Babbage no pudo completar su trabajo, pero otros decidieron continuarlo y, gracias al esfuerzo de mujeres y hombres de todo el mundo, hoy podemos estar aquí.

- Hay dos cosas que no entiendo - interrumpió de nuevo Vanessa - ¿Cuál es el trabajo que Babbage no pudo completar? ¿Y cómo es posible que nadie haya sabido nada de este sitio hasta después de la guerra? Es más, ¿Cómo es que YO no lo sabía?

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2018 ⏰

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La insignificante vida de un cazabotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora