Capítulo 24 - La última frontera

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¿Habéis visto la película "La mosca"? No me refiero al remake, sino al clásico de 1958. Bueno, en resumen, trata sobre un científico que se usa a sí mismo como cobaya humana en un experimento de teletransportación. Durante dicho experimento, una mosca se cuela en la fiesta y el científico acaba con cabeza (y brazo) de mosca. ¿A qué viene todo esto? Pues a que Tinman y yo cruzamos el portal al mismo tiempo. Sé que no tiene mucho sentido, pero por un momento, tras aterrizar en el otro lado, imaginé mi cabeza en el cuerpo semidesnudo de Tinman y... brrr... fue espantoso. Menos mal que Bip-bip alternativo me sacó de mi paranoia:

– ¡Bienvenidos al mundo del futuro! – proclamó, dedicándonos un lejano abrazo

La vida del viajero interdimensional es muy dura. Asimilar que todo lo que existe deja de existir y, en un parpadeo, se convierte en una copia distorsionada de lo que existió... es todo un desafío. Vale, en teoría no deja de existir, pero existe en una realidad a la que se deja de tener acceso... así que para el viajero deja de existir. Yo me entiendo, no seáis tiquismiquis:

– ¿Me han echado un polvo? – dijo Tinman mientras se sacudía el polvo de los calzoncillos – Y por esto, caballeros, es por lo que es mejor viajar desnudo - hizo el amago de quitarse la poca ropa que le quedaba

– ¡No, no, no! – mi clon se lo impidió – Por Dios, aquí hay mujeres y niños

– Tu y yo no vamos a llevarnos demasiado bien – murmuró, enfurruñado

– Venga Tinman... Haz el amor, no la guerra – me sentí muy hippy al decir eso

– Tengo que discrepar – dijo una voz desde algún lugar –. Si estáis aquí es justo para eso – de la nada emergió una figura femenina –. Para la guerra – era Cleopatra

– ¡Ahhhhh! – Tinman gritó como Macaulay Culkin en "Solo en casa"

– Tranquilos.... – otra voz misteriosa – No os vamos... a hacer daño.... – Stephen Hawking apareció de la nada – Somos... los buenos

– ¿Profesor Hawking? – me sentí avergonzado – Perdón por abandonarle en...

– No pasa nada – un segundo señor Hawking entró en escena – Te perdono

– ¿De verdad?

– No

Hubo una breve pausa durante la cual esperé que más gente apareciera por arte de magia, pero las luces se encendieron y, a excepción de mi portátil, no había nadie más. La sala en la que nos encontrábamos era una copia exacta de la sala del portal que había en el psiquiátrico:

– Os recuerdo que la guerra se libra fuera de estas paredes, y no dentro – la versión alternativa de Cleopatra nos examinó con el ceño fruncido –. Por si os lo estáis preguntando, el señor Hawking llegó a nuestra realidad a través del portal del centro psiquiátrico – era como si me leyera la mente –. La explosión solo tuvo lugar en vuestra realidad – miró de reojo a los tres "Spike" –. El mono debió de cruzar alguno de los portales que se abrieron en los bosques del norte. Cuando lo encontramos tenía en su poder ese portátil repleto de información sobre el enemigo – parecía un ser omnipresente y todopoderoso –. Gracias a eso, pudimos replicar su tecnología y crear un portal para traeros hasta aquí... antes de que os encontrase. No entiendo por qué os quiere, pero sois importantes – esas palabras me hicieron temblar como un flan

– ¿Importantes? ¿Quién nos quiere? ¿Alguien me quiere? – divagué, nervioso

– Todo a su tiempo, Bip-bip – ella me conocía a mí, pero yo a ella no –. Han Solo – al parecer mi otro "yo" si que pudo elegir su nombre – Enséñales las instalaciones, sus aposentos y... – observó a Tinman con detenimiento – Por favor, dales algo de ropa

Dicho eso, se dio la vuelta y se marchó. Sin despedirse, como era de esperar en cualquier Cleopatra. Los dos Stephen Hawking la siguieron, entrechocando sus sillas de ruedas hasta que uno de ellos se posicionó en primer lugar. Han Solo (no sabéis como me fastidia no llamarme así) nos hizo un ademán con la mano para que lo siguiéramos. Y bueno, pues eso, lo seguimos:

– ¿A qué se referiría con lo de que somos importantes?

– Todo a su tiempo, colega, todo a su tiempo – Tinman puso su brazo sobre mis hombros – Lo que de verdad importa ahora es cómo te sientes – se puso delante de mí y me apretó los mofletes – ¿Cómo te sientes, Bip-bip?

– ¿Incómodo? – farfullé – ¿Por qué me lo preguntas?

– Te noté muy alterado en el coliseo – buscó algo en mis ojos – ¿Has tomado alguna sustancia pecaminosa en la última hora? ¿Cannabis, cocaína, LSD, heroína, éxtasis?

– So-solo tomé un paracetamol en la enfermería del Last Frontier

– ¡Aja! Así que era eso – adoptó la pose de la famosa escultura "El pensador"

– No entiendo nada – solo podía esperar lo peor

– Estuve en la enfermería y, como me aburría, mezclé algunas de mis anfetaminas con el resto de medicamentos – comenzó a reír – Y yo que pensaba que le habías echado valor – me acarició el pelo – Pobre, aún no estás preparado para abandonar mi nido

– ¡Eh, amigos! – dijo Han solo antes de que matase a Tinman – ¡Por aquí!

Estaba claro que, en ciertos aspectos, nuestras realidades eran diferentes, pero hasta ese momento no me di cuenta de lo grandes que podrían llegar a ser esas diferencias. La red de túneles subterráneos que recorrimos hasta llegar a la salida no eran más que un ligero tentempié previo al gran banquete. Cuando Han solo abrió las puertas que conducían al exterior, un nuevo mundo... enserio, no es broma, un nuevo e increíble mundo apareció ante nosotros y nos cegó con su grandeza. Casi tuve un orgasmo.

Parecía la versión robótica de Avatar. Árboles de metal descomunales que clavaban sus raíces mecánicas en la tierra y alcanzaban alturas inimaginables. Pterodáctilos robóticos que cruzaban el cielo a toda velocidad dejando tras su paso una estela de humo gris. Caballos de acero más pesados que un autobús que hacían temblar el suelo cuando iban al galope. Bloques de hormigón que giraban sobre sí mismos como engranajes, creando y destruyendo caminos que los nativos utilizaban para llegar a sus destinos. Era una metrópolis singular.

Desde elocuentes comerciantes hasta insufribles trovadores. Herreros, armeros, agricultores... oficios propios de la edad media compartían, sin distinciones entre hombres y mujeres, el mismo espacio que científicos, ingenieros y, en general, cualquier trabajo de la época moderna. Todos ellos rodeados por un hermoso verde esmeralda con un toque plateado que te hacía pensar que incluso las plantas más pequeñas eran algún tipo de mineral:

– Bienvenidos... a Pandora – menos mal que James Cameron no estaba por allí para reclamar derechos de autor – La última frontera entre la raza humana y las máquinas

La insignificante vida de un cazabotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora