Perdido, confuso, sucio y con un conejo delante de la cara. Supongo que así se sentiría Alicia en el país de las maravillas (o un actor de cine X). En mi caso, no se trataba de un conejo cualquiera. Era un conejo con forma de mono. Vamos, que era un mono. En concreto, Spike.
El curioso monito del psiquiátrico, que se llamaba igual que mi ordenador portátil, se las había apañado para seguirnos a través de la inmensa oscuridad, nos había encontrado y había roto el cristal de la cápsula en la que nos habían encerrado. Cuando el gas somnífero hubo desaparecido, entró dentro y comenzó a darme tortazos hasta que desperté (incluso después):
– Quieto... – plaf – Para... – plaf, plaf, tortazo, tortazo – ¡Dios, que ya estoy despierto! – su boquita tenía forma de "O" – Estoy despierto... – levantó la manita de nuevo, con malas intenciones – ¡NO, QUIETO!
Me levanté del suelo, dolorido, y descubrí que las ataduras que me sujetaban habían desaparecido. Era como si nunca hubieran estado allí. Sarah estaba a mi lado, dormida. Aunque por poco tiempo. Spike ya se había subido encima de ella y estaba a punto de darle unos cuantos soplamocos. Nunca había visto a una chica dormida... estaba preciosa.
El primer "plaf" sobre el rostro de Sarah resonó en aquel supermercado de los horrores. Era infinito. Mirase donde mirase, solo había cápsulas con cuerpos humanos en su interior. Por lo demás, parecía estar abandonado. Ni un solo dron patrullando el lugar, ni una cámara de seguridad... nada. Era un lugar de olvido y soledad:
– Quieto... — plaf, plaf – Spike estate quieto... – ¡plaf! – ¡Au, Spike, que ya estoy despierta joder! – Sarah lo empujó, con poca delicadeza, y se levantó del suelo – ¿Dónde estamos? – me preguntó, mientras se acariciaba la cara
– Parece una especie de almacén – me encogí de hombros
– ¿Enserio? – puso los ojos en blanco – No me digas – levantó el dedo corazón de su mano derecha – ¿Y esto que te parece?
– ¿Tienes siempre tan mala leche al despertar?
– Solo cuando madrugo o cuando me despiertan
– Traducción... Si
– ¡Agh, cállate! – miró al monito, que parecía inquieto – ¿Y tú qué quieres? – señaló a una cápsula cercana – No estoy para tonterías – se alejó corriendo
Sin pensarlo demasiado, seguimos a Spike hasta el lugar indicado. Un escalofrío recorrió mi espalda desde la nuca hasta la rabadilla. Ahí estaba yo, tumbado en el interior de la cápsula junto a Sarah. Me pellizqué, en un banal intento de despertar, pero no funcionó. Admito que valoré la posibilidad de que estaba teniendo una experiencia extrasensorial:
– Nos han clonado – afirmó Sarah – Tiene que ser eso
– ¿Clonado? ¿Cómo es posible? ¿Para qué?
Sarah pasó de mi, corrió hacia la cápsula, saltó encima y, de repente, una potente explosión de cristales rotos sacudió los cimientos del lugar:
– ¡Eh, tú, despierta! – comenzó a dar tortazos a la Sarah clonada – ¡¿Quién eres?! ¡Contéstame! – plaf, plaf – ¡Despierta maldita! ¡¿Por qué llevas mi rostro?! – me abalancé sobre ella y la sujeté, había perdido el juicio – ¡Suéltame, aghhh! – comenzó a llorar – ¡Que es lo que está pasando aquí! – dejó de forcejear – No entiendo nada de lo que está pasando...
– Tranquila Sarah, no pasa nada – por alguna razón, recordé las sabias palabras de Tinman – Encontraremos respuestas a las preguntas y preguntas a las respuestas
– Eso no tiene sentido, chico nuevo...
– ¿Acaso algo lo tiene?
Delante de nosotros, un monito de cara blanca (Spike) y un monito de cara negra se miraban el uno al otro con expresión de sorpresa. Poco después, la Sarah clonada abrió sus perfectos ojos azules y, al vernos, se asustó y retrocedió, cayendo encima de un "yo" que todavía se debatía entre el sueño y el despertar. El golpe lo despertó al instante. Los seis nos miramos, atónitos.
No tardamos en darnos cuenta de la verdad. Mis proféticas palabras se habían cumplido. Habíamos encontrado respuesta a la pregunta "¿Nos han clonado?", pero esa respuesta nos había llevado de forma inevitable hacia otra pregunta:
– ¿Estamos... en el otro lado? – preguntó Sarah, que no salía de su asombro
"Efectiviwonder", estábamos en el otro lado. Bueno, en realidad había dos opciones. O nosotros estábamos en el otro lado o los del otro lado estaban en el nuestro, pero no tardamos demasiado en deducir que nosotros habíamos sido los viajeros interdimensionales:
– Vosotros sois... ¿Los del otro lado del portal? – preguntó la Sarah de ojos azules
– No, vosotros sois los del otro lado – afirmó la Sarah de ojos verdes
– Te equivocas, ojos verdes, nosotros no hemos atravesado ningún portal – se levantó del suelo y se sacudió los cristales – Los robots nos trajeron hasta aquí y nos obligaron a entrar en las cápsulas. Si hubiéramos atravesado algún portal lo sabríamos
– ¿Y como se supone que se sabe eso? – pregunté
– Supongo que como en "Stargate" o como en "Stranger Things" – respondió mi "yo" alternativo, mientras se levantaba – Incluso como en aquel capítulo de "The Big Bang Theory". Sabes a cual me refiero, ¿No?
– Claro que lo sé. Pero estarás de acuerdo en que no ha sido como en "Terminator" porque, en ese caso, habríamos aparecido desnudos.
– Mmm – sonrió y miró a Sarah, y luego a la otra Sarah – Por desgracia – sin duda mi otro "yo" estaba mucho más salido... nos íbamos a llevar bien
– ¿Queréis cerrar la boca? – preguntaron al unísono las chicas
Los monitos, que se habían mantenido al margen de la absurda conversación, comenzaron a hacer gestos y ruidos para llamar nuestra atención. Sin darnos tiempo para reaccionar, salieron huyendo como almas que lleva el diablo. A lo lejos, unos "Robocops" corrían en nuestra dirección. Ya lo dijo Homer Simpson: "Los animales son siempre los primeros en darse cuenta".
ESTÁS LEYENDO
La insignificante vida de un cazabots
Science FictionMi historia no es la típica historia apocalíptica en la que las máquinas se hacen con el control del mundo tras una masacre sin precedentes. Olvidaos de los perfectos héroes, de las hermosas damiselas y del monstruo malvado. Este es el paraíso de lo...