8.

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Sentía una inmensa calidez envolverla, junto con un reconfortante mimo en sus largos cabellos rojizos, pero fuera de esa placentera sensación, todo le daba vueltas, su cabeza le dolía y ni hablar del picor que sentía en sus ojos, un picor intenso y prolongado que la hacía cerrar los mismos con fuerza.

Escuchaba voces lejanas, unos tonos con un leve deje de preocupación, pero sin llegar a estar totalmente alterados por lo que estaba ocurriendo.

—Asi que Hinata la vió despertar el sharingan y luego se desplomó.-Comentó una de esas voces con cautela, pero aún siendo algo más dulce de lo normal, pudo escuchar que ese tono era proveniente de Neji Hyuga.

—Cuidala, Hinata tiene que ir a una misión importante, y yo no puedo quedarme.-La otra voz pertenecía a su querido padrino; entendía porque éste no podía encargarse de ella, después de todo era el patriarca del clan.

El sharingan era el culpable de su estado; quiso maldecir a ese clan, hasta quiso maldecir a su sangre mestiza, quizá por eso su cabeza dolía más de lo que debía.

—Debo irme, cualquier cosa que ocurra debes informarme de inmediato.-Sentenció Hiashi, ántes que su presencia desapareciera del lugar, cosa de la que Saki se percató ya que Neji había lanzado un suspiro algo cansado.

Intentó abrir sus claros ojos, y logró hacerlo después de varios intentos fallidos, colocando su mirada en el único chico que se le ofrecía su presencia.

Apenas abrió los ojos el Hyuga la miró preocupado, acercándose rápidamente a la cama dónde hace unos minutos estaba descansando plácidamente.

—Ten cuidado, tu vista está muy sensible.-Neji sonaba más suave de lo normal, la pelirroja lo atribuyó a su estado y las órdenes de Hiashi, nunca pensaría que el castaño estaba genuinamente preocupado por ella.

El Hyuga la veía tan frágil en ese momento, le costaba pensar que esa chica que estaba postrada en la cama era la misma que todos los días salía con la frente en alto intentando superarse día a día por ser reconocida como una ninja.

Él creía en el destino, él creía que si al nacer eras un fracasado, ibas a morir de la misma manera, y Neji Hyuga creía fielmente en que Saki Uchiha Uzumaki nació para ser una persona extraordinaria, en todo el sentido de la palabra. Quizá fue eso lo que lo atrajo hacía la pelirroja, no lo sabía con exactitud.

Ella tenía algo; tanto su físico, como su personalidad y sus habilidades eran un conjunto que podía atraer a cualquier persona, fuera hombre o mujer, tanto como para formar una amistad como para una relación. Saki era un imán constante, y Neji era un mental desgastado.

Esos pensamientos intentaron salir de la mente del castaño, debía cuidarla y hacer que su fiebre bajase, pero no estaba muy seguro si eso iba a ocurrir rápido o tendría que pasar más tiempo de lo dictado junto a ella, anhelaba que fuera la segunda opción.

—Que tierno, te preocupas por mi.-Si bien la pelirroja hablaba de manera delirante, no era muy alejado de la realidad lo que estaba saliendo de sus labios, más bien estaba diciendo la verdad.

—No digas tonterías, Uzumaki.-Sentenció Neji intentando sonar frío, tomando el paño de la frente ajena sólo para volver a humedecerlo y dejarlo en el lugar dónde estaba anteriormente.

—Es bueno tener un enfermero personal.-Bromeó la afiebrada, intentando mirar las perlas ajenas, pero cada vez que enfocaba la vista tenía que cerrar los ojos con fuerza, quejándose del profundo dolor que sentía en sus iris.

—No hagas eso, ahora te traeré unas vendas para que no te dañes más la vista, ¿dónde las tienes?.

—Déjame verte, no es mucho el dolor.-Se carcajeó la de cabellos anaranjados, sus mejillas estaban rojas por la temperatura en la que se encontraba, ni siquiera podía pensar en las cosas que decía.

Ante aquélla declaración de la menor, las mejillas pálidas del castaño se colorearon de un rojo muchísimo más fuerte del que portaba la pelirroja en las suyas.

—No dejaré que te lastimes.-Sentenció el Hyuga comenzando a revisar los cajones de la habitación, buscando algunas vendas, sabía que en aquel departamento había, ya que Saki las usaba en varias ocasiones para sus brazos.

—No te recordaba tan caballeroso.-Murmuró la contraria de manera sarcástica, viendo como el más pálido sacaba unas vendas de la cajonera que se encontraba junto al pequeño altar de los padres de Saki.

—¿Los extrañas?.-la pregunta del portador del byakugan la extrañó, pero hizo que esa atmósfera de bromas se vaya en un instante, al igual que su delirante estado.

—No hay un día que no los extrañe.

—Echo de menos a mi padre, a mi madre nunca la conocí, pero dicen que era una gran mujer.

—Creo que los dos fuimos criados por nuestros padres.-Susurró la menor centrando su mirada en el blanquecino techo el cuál poseía innumerables marcas de kunai.

Esa última frase dio por terminada esa conversación, se notaba que ninguno de los dos era capaz de seguir hablando de sus padres sin romperse en mil pedazos, era un tema demasiado delicado para ambos.

Neji suspiró, mirando fijamente la foto de los padres de Saki, en ella aparecía una mujer de cabellos rojo sangre y unos preciosos ojos claros muy similares a los que poseía la joven que se encontraba postrada en la cama; a su lado, abrazandola con cariño y una enorme sonrisa en su rostro se podía apreciar a un hombre más joven que ella, con unos profundos ojos castaños y un largo cabello negro con tintes azules.

El Hyuga entendió rápidamente porqué Saki no se sentía cómoda con el apellido Uchiha, ella era un calco de su madre, con los mismos ojos, con el cabello de un tono similar y la piel acaramelada que tanto le atraía; ella era completamente Uzumaki.

—Neji, ¿puedes venir un minuto?.-Salió de su ensoñación al momento de escuchar la débil voz ajena llamarlo.

No tardó mucho tiempo en estar junto a la afiebrada;podía jurar que era como ver a un ángel, uno con las alas rotas por tanto daño causado, un daño que él quería reparar, pero sabía que no podría, tenía muy digerido el hecho que la única persona que podía a salvar a Saki de la desdicha era ella misma, y él intentaría acompañarla en esa transición.

Se sentó en el borde de la cama, sorprendiendose al ver como la menor tomaba su mano con miedo, quizá a que se fuera, él no podía saber con exactitud.

—¿Puedes acompañarme a dormir?.

Era terreno peligroso, él lo sabía muy bien; tomó aire sonoramente para luego asentir, recostandose sobre las sábanas, bastante cerca a ella, cara a cara con ese ángel de cabellos rojizos.

—Gracias.

Un murmuro silencioso, un abrazo, unas manos unidas y unos latidos a la par fue lo último que presenciaron las paredes ántes de encontrar a dos adolescentes en la cama, durmiendo como si ese fuera su lugar en el mundo.

Sky eyes; Neji Hyūga. [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora